Tecnología y derechos laborales

Publicado el 15 de mayo de 2020

Adrián Rodríguez Bribiesca
Licenciado en Derecho, UNAM
email adrian15_bribiesca@hotmail.com

Liliana Rodríguez Bribiesca
Estudiante de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM.

Dentro del nuevo orden establecido para el sector activo de la economía de un país, es decir de sus trabajadores, hemos notado importantes cambios que hacen evolucionar de forma espontánea al sistema, no con esto decimos que sea del todo malo. Si bien es cierto que los cambios dados pueden afectar a una parte, también es que otros se han reusado a progresar, a ir de a mano con las nuevas tecnologías. Pronto la invención se ha vuelto parte de vida cotidiana, ya no esperamos años para ver cosas nuevas, basta hacer inversión de capital en grandes empresas y proyectos de jóvenes investigadores para que en un santiamén veamos algo atractivo e innovador.

Muchas de las grandes obras a nivel mundial se han logrado a través de la compatibilidad de razonamientos, es decir, tomar partido en la sociedad activa y desarrollar hipótesis sobre el uso alternativo de la tecnología para demostrar una ventaja o no en su empleo.

La gente se queja de no hay trabajo, y no lo cuestionamos, mucha de ella lo hace y mucha de ella misma pierde tiempo manifestando su negativa. No están de acuerdo en que la industria tecnológica supere sus capacidades productivas y en verdad que no se trata de eliminar la mano de obra, sino de emplear nuevas formas de producir satisfactores, incrementando, a la par, el nivel de vida. Con la integración de nuevas tecnologías en la era de la globalización al sector laboral no se pierde trabajo, se generan más.

La diferencia estriba en el sistema a partir de capacitar a esos operarios, dotarlos de nuevos conocimientos, actualizar sus métodos de productividad para que de esta forma se viva en un mundo de globalidad. Con la implementación alternativa de industria desarrollada no se pretende la eliminación de trabajadores ni elevar la tasa de mortandad; no es objetivo constituir un imperialismo tecnócrata del siglo XXI.

Durante la historia, el modelo laboral atraviesa por etapas a fin de conseguir una forma de trabajo más ligera en cuanto a la fuerza motriz empleada y una manera de obtener mayores índices de rentabilidad, con lo cual, en perjuicio de algunos trabajadores, se desplazan algunos sectores de la población y, en beneficio de otros, créanse instituciones protectoras del advenimiento de trabajos más rentables con gastos de producción muy inferiores, y parte de ese cambio paradigmático son los valores éticos, estéticos y materiales que la gente en su beneficio posee y emplea.

En un momento de la historia pasada lo ha sido la fuerza motriz de las personas, desde el arte hasta la mecanización, luego la industria en el siglo XVIII con la automatización de sistemas y actualmente el conocimiento es el capital más propenso de empleo, como lo demuestran las sociedades más desarrolladas en tecnología. Recordemos que en la historia hemos conocido sociedades manuales que luego fueron automatizándose y ahora se encuentran en proceso de ser virtualizadas —como actualmente estamos viviendo— o que emplean nuevas tecnologías de la información y comunicación, y con dicha actualización cambian las perspectivas sobre las ventajas y desventajas, según la posición de patrón u operario ocupada en el terreno laboral, que el análisis histórico nos muestra.

Este evolucionismo de la ciencia y el trabajo ha dado pauta para trivializar y reconsiderar conceptos políticos como el de soberanía y nacionalismo, por mencionar algunos.

En torno al ámbito jurídico, resulta trascendente reformar el ordenamiento en cuanto al concepto de trabajo, la gama legalista sobre las formas de trabajo y el régimen fiscal de personas que no se encuentran en los supuestos jurídicos por ser nuevas alternativas laborales, ya que éstas son empleadas como salidas al desdoblamiento de instituciones en materia del trabajo en cuanto el prestador de servicios siente la opresión del sistema normativo.

Así lo advertimos con el acuerdo por el que los Estados Unidos Mexicanos acepta la competencia y jurisdicción de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en que México no propone sino acepta lo impuesto por otros Estados, alterando la estructura social, político-democrática y, desde luego, cultural.

De fechas anteriores sabemos de la existencia de cambios que hoy se repiten constantemente, que no son esencialmente nuevos sino sólo la consecuencia de la mutación del pensamiento en aras de vivir paradigmáticamente conforme a diversas necesidades.

Diversos autores opinan que desaparecerá el trabajo manual y se optará por “el saber” como factor de la producción, lo cual es todavía complejo aceptar, porque ello implica admitir que el pleno empleo será de quienes puedan acceder a él, creando elites, recursos económicos y medios de producción diferentes de como los conocemos.

El concepto de la dignidad será modificado en virtud del conocimiento de cada persona; quien sepa más, valdrá más. Consideremos benéfica la existencia de sociedades laborales del saber, así como el empleo de tecnologías de la información y comunicación. Y ello depende de diversas situaciones para visualizar que hay países económicamente emergentes por su labor de capacitación, actualización y puesta en práctica de lo conocido de forma magna. También es necesario reconocer que las nuevas etapas del uso de tecnología elevan las tasas de producción, y no precisamente por la sustitución de la mano de obra por el uso de la ciencia y la tecnología.

Hay que tener presente que para el caso de México, la cultura de inserción laboral es distinta, es egoísta en muchos casos. Mucha gente que inicia en el sector obrero, por ejemplo, busca sacar ventaja de sus labores: le interesa trabajar en donde no se canse, sea bien remunerado, no existan mayores reglas que el pago de salarios y se olvidan de aportar lo mejor de sí para contribuir a su propio desarrollo. Un grupo aún reducido acepta la capacitación y adiestramiento en sus respectivas áreas, en que se obtienen mejores puestos e inician labores de dirección o al menos supervisión. Pese a esta situación, encontramos discrepancias en el resultado de aplicar las mismas técnicas en países diferentes del mismo continente.

Es importante mencionar que pese a las condiciones laborales en que la sociedad económicamente activa se encuentra, no basta implementar reformas sino donde el operario tenga una remuneración que le permita solventar sus necesidades básicas, y con ello expandir el horizonte de derechos a la educación, salud y reducción considerable del pauperismo, y contrarrestar así los factores que causan discriminación, eliminar la distinción de clases sociales y, de un modo homogenizando, el edificio cultural, político y financiero de un determinado sector o región.

Cabe destacar que en los albores de una etapa digitalizada, donde la tecnocracia, la globalización y la economía trasnacional están jugando y redefiniendo los conceptos de trabajo, la importancia de señalar que éste debe tomarse como una fase más del desarrollo humano, hay que atender y ser optimistas en el uso de la tecnología aplicada. Mostrar decisión a optar por la capacitación, actualización del conocimiento, aceptar nuevas tecnologías y no mostrar renuencia a los desafíos. Concluimos que un cambio de paradigma en la cultura laboral debe producirse y prepararnos ante nuevas ideas, métodos, optar por el trabajo como un ideal permeable de transición, de hacer historia y de común visión, algo sustentable, y hacer lo mejor sin afectar a futuras generaciones, entregar lo mejor de nuestras capacidades para mejorar la calidad y condición humanas.


Formación electrónica: Yuri López Bustillos, BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ignacio Trujillo Guerrero