La Guía de bioética para tratar pacientes con Covid-19 en México

Publicado el 20 de mayo de 2020


Guillermo José Mañón Garibay

Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM,
email guillermomanon@gmx.de

Introducción

La “guía bioética mexicana” redactada por un grupo de especialistas (¿mexicanos?, v. p. 2) y autorizada por el Consejo de Salubridad General, con el fin de decidir sobre el triaje o asignación de recursos en tiempos de emergencia sanitaria (“medicina crítica”), asume ciertos presupuestos filosóficos y sociales, los cuales derivan 1) de la ética utilitarista y 2) del neoliberalismo económico (junto con su excrecencia el neo-malthusianismo).

Esto delinea su marco de reflexión que, además de la emergencia sanitaria y escasez de recursos, está compuesto por los problemas propios de toda guía (generalización, simplificación y estandarización del problema sobre quién vive, cómo y por qué), así como por la desmoralización de la sociedad, en el crepúsculo del deber o paso de la biopolítica a la biopsicología.

Esto quiere decir que, si bien no se ignoran los derechos humanos y la igualdad de todos los hombres, sin embargo, al querer ejercer los mismos dentro del contexto malthusiano (o de la llamada “medicina crítica”), se deben establecer diferencias entre los hombres a través de una supuesta justicia social (¿el mérito, fortuna, oportunidad?, v. pp. 4 y 5), para así poder decidir quién merece qué. A esto lo llama la misma Guía hacer ajustes razonables (v. p. 5), ya que confiesa que los derechos humanos no contemplan “situaciones críticas”, o sería mejor decir: no contempla (y no puede contemplar por principio) la desigualdad entre los hombres.

Desarrollo de los presupuestos filosóficos

* Véase http://www.csg.gob.mx/descargas/pdf/index/informacion_relevante/GuiaBioeticaTriaje_30_Abril_2020_7pm.pdf.

La filosofía utilitarista del inglés John Stuart Mill fue desarrollada en el siglo XIX, siglo del positivismo comtiano y del capitalismo salvaje, para posteriormente continuar su desarrollo en el mundo anglosajón (principalmente norteamericano) (v. pp. 13 y ss.).

Entonces, el positivismo científico y capitalismo salvaje fueron el abrevadero natural de la ética utilitarista desde su origen hasta nuestros días. Y la “guía mexicana” no niega que es un simple intento de adaptación (sic., v. p. 2) de esas ideas vertidas en: Allocation of Scarce Critical Care Resources During a Public Health Emergency (incorporando material de la publicación: Who Should Receive Life Support During a Public Health Emergency? Using Ethical Principles to Improve Allocation Decisions).

Según este modelo ético, el principio de acción moral es el de promover la vida, con calidad o valor de vida, para el mayor número de personas. Qué sea la vida con mayor valor vida queda claro cuando recomienda atender no sólo el diagnóstico, sino también el pronóstico (v. p. 6). Y cuál sea el pronóstico de sanación queda claro dentro del contexto teleológico neoliberal/maltusiano. Entonces adquiere todo su significado el principio utilitarista “salvar la mayor cantidad de vidas”, porque cuenta a parte de la candidez de la Guía cuando postula: “pacientes que tienen mayor probabilidad de sobrevivir… son priorizados sobre los pacientes que tienen menor probabilidad de sobrevivir” (v. p. 11), la Guía recomienda favorecer el valor de la vida “joven”, i. e., resistente y resiliente a enfermedades, y dispuesta a convertirse en vida productividad, en sentido económico.

El principio malthusiano sobre la insuficiencia de recursos para todos (más tarde adoptado por el socialdarwinismo con el fin de exponer la convivencia como lucha y la supervivencia como la justa imposición de los vencedores) remite al contexto de oferta/demanda de vida con bienestar, i. e., vida con salud y trabajo estable y salarios satisfactorios, pero en tiempos de escasez e inestabilidad, porque la supervivencia de las empresas (como la de los hombres) tiene lugar dentro de un contexto de lucha a muerte, o sea de ahorro de recursos, ahorro de empleados y salarios. Lo que quiere decir que tanto dentro como fuera de la clínica, como dentro o fuera del contexto de emergencia sanitaria, siempre hay escasez de recursos (Malthus y Darwin y toda la tradición ética utilitarista).

Por ello, la “guía de bioética mexicana” recomienda que el triaje médico, a la hora de atender a los enfermos en clínicas y hospitales, se lleve a cabo considerando la vida de las personas con probabilidades de sanar o de llevar una vida productiva, o sea, la vida principalmente de los jóvenes aptos para el trabajo (inestable y mal pagado), en tiempos de pasividad social y autoexplotación obsesiva; excluyendo a la par la vida sin valor de vida, como la de los viejos o minusválidos o grupos étnicos segregados. Si la “guía mexicana” se revela explícitamente en contra de esto en la página 5 es por pura etiqueta social.

La pertinencia u oportunidad de una guía bioética que necesariamente generaliza, simplifica y estandariza las decisiones sobre la vida y la muerte, en tiempos de desmoralización social, solamente puede servir para descargar de responsabilidad a la conciencia moral de los sanitarios (el sueño de Maquiavelo y el manierismo) en el momento del triaje, y favorecer así la decisión rápida y eficiente sobre un único tipo de vida, la productiva.

Este es el principio de justicia social que establece el valor social percibido (sic) de los hombres dentro de un contexto de emergencia social, que es cualquiera de los contextos en que vivimos (v. p. 6). Y el valor social percibido se transparenta en esta “guía mexicana” a través de un “puntaje” que toma en cuenta tres cosas: 1) situación presente del paciente (avance de la enfermedad), 2) situación pasada (comorbilidades preexistentes) y 3) situación futura (expectativa de beneficiarse con el tratamiento, sanar y ser productivo) (v. pp. 10 y 11).

Esta simpleza solamente cobra pleno sentido dentro del contexto malthusiano neoliberal, que maneja un concepto estrecho de “valor de vida”, sea para guiar el triaje médico, el mundo laboral o el del consumo. Lo que finalmente siembra más miedo que el mismo virus SARS-CoV-2, porque ya no importa que uno haya pagado sus impuestos y cumplido con todos sus otros deberes ciudadanos: si se es un “viejo improductivo” enfermo de Covid-19 (y alguien más joven demanda la atención médica), se corre el riesgo de ser desahuciado o condenado a una muerte con cuidados paliativos (eutanasia: v. p. 13).

Conclusión

Siguiendo a Byung Chul Han, con una bioguía como la “guía mexicana” de bioética, el Estado instaura como instrumento de gobierno la psicopolítica (a diferencia de la biopolítica de Foucault). La psicopolítica no quiere controlar la vida sino, además, controlar los pensamientos sobre la vida: determinar cómo se debe entender la “vida valiosa”, cómo se le debe procurar en los centros de educación y hospitalización, y cómo se debe entender la vida del ciudadano, no tanto con plenos derechos universales, sino con pleno miedo. Porque bajo la instauración del “gobierno del miedo” (Hobbes resucitado) se ejercerán derechos siempre y cuando exista la dócil obediencia a los deberes dictados por la autoridad, saecula saeculorum.

Ciudad de México, 14 de mayo de 2020


Formación electrónica: Yuri López Bustillos, BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ignacio Trujillo Guerrero