Humberto Ortega Villaseñor: la investigación jurídica
(orientaciones para un estudiante)*

Publicado el 1 de junio de 2020


Jorge Alberto González Galván

Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM,
email jagg@unam.mx


1)¿Por qué estudiaste derecho?

De niño yo quería ser presidente de México. El deseo me duró hasta secundaria. Alguien me dijo que todos los presidentes eran justos, sabios y tenían que ser abogados. Ya cuando estaba yo en la Prepa 6, se prestaba servicio de orientación vocacional a los estudiantes que íbamos a pasar al tercer año (en que había que elegir las áreas temáticas). En ese entonces nos aplicaron varios tests psicológicos, cuyos resultados confirmaron que mi vocación genuina y mejor opción era, en efecto, estudiar derecho.

2) ¿Cuáles materias te gustaron más y por qué?

Recuerdo que en primaria, secundaria y prepa me gustaban las materias relacionadas con ciencias sociales y humanidades: español, civismo, historia de México, geografía, inglés, oratoria; luego, lengua y literatura I y II, biología, taller de pintura; más adelante, literatura universal, historia universal, historia de las doctrinas filosóficas, lógica, ética, estética, psicología, sociología, los 3 talleres de estética. ¿Por qué? Se me facilitaban. Me nutrían mucho, alimentaban mi imaginación, mi inclinación por la lectura, el arte, el cine, las excursiones. No fui muy bueno en ciencias exactas (aritmética, matemáticas, química, física).

Ya en la Facultad de Derecho mis materias favoritas eran: introducción al estudio del derecho, teoría general del proceso, teoría general del Estado, derecho procesal civil, derecho penal I, derecho agrario, derecho constitucional, los 3 primeros cursos de derecho civil, garantías y amparo, derecho administrativo I y II, derecho internacional público, derecho internacional privado y filosofía del derecho.

3) ¿Cuáles maestros te gustaron cómo enseñaban y por qué?

Fui muy afortunado. Guardo un recuerdo cariñoso de la mayoría de mis maestros de todos los niveles de la formación escolar. En cuanto a los de licenciatura, tuve la suerte de cursar la mayoría con juristas, políticos y pensadores ilustres. Los quiero y respeto a todos ellos.

Sin embargo, la estrategia de enseñanza de casi todas las clases era catedralicia o magistral, esto es, no había mucha participación o interacción entre docentes y estudiantes en la Facultad de Derecho de la UNAM. Además, éramos bastante inquietos y los grupos muy numerosos (60-70 alumnos). Uno admiraba la personalidad, trayectoria, prestigio o calidad humana de sus maestros. Y a uno como alumno lo evaluaban por su capacidad de memoria y argumentación. En ese entonces, todavía el sistema educativo universitario estaba muy inclinado a favorecer la enseñanza y minusvalorar el aprendizaje significativo, es decir, se privilegiaba la información, los enfoques y contenidos que proporcionaba cada profesor.

Tengo un grato recuerdo de mis maestros a los que me quiero referir muy brevemente para efectos ejemplificativos. Por ejemplo, tuve a Yolanda Higareda Loyden en introducción al estudio del derecho. Era una maestra que tenía mucha personalidad, aguerrida, de izquierda, feminista apasionada y muy mal hablada. Sin embargo, mantenía a raya y hacía participar a los compañeros que pertenecían a las porras de las prepas 5 y 7 (que estuvieron en mi salón los dos primeros semestres de la carrera). Fue muy buen curso porque tuvimos como libro base el de Eduardo García-Máynez, que era un clásico del derecho. Y ella conocía a profundidad el planteamiento kelseniano como pocos académicos. De modo que el contraste sistemático como metodología resultó excelente, ya que su esfuerzo pedagógico arraigó en nosotros la necesidad de mantener siempre una postura crítica e independencia frente a cualquier conocimiento considerado como dogma inamovible. De esta forma, creo que tuve una formación inicial teórica sólida que amplió muchísimo mis horizontes conceptuales.

Otro maestro que me dio bases teóricas cardinales en la Facultad fue mi maestro de teoría general del proceso (Cipriano Gómez Lara), así como en derecho agrario (Raúl Lemus García). Tuve a tres maestros estupendos en derecho civil I, II y III (Edgar Baqueiro Rojas, Ignacio Galindo Garfias y Arsenio Farell Cubillas, respectivamente). En teoría general del Estado (a Pedro Zorrilla); derecho administrativo I y II (Alfonso Nava Negrete); derecho internacional público (Yolanda Frías) y derecho internacional privado (Víctor García Moreno). Estos últimos muy brillantes.

He dejado al último a mi maestro Luis Recaséns Siches, refugiado español discípulo de José Ortega y Gasset y de José Gaos, cuya cátedra me cimbró para siempre. Ya muy mayor, hablaba pausado y vinculaba siempre la vida de los jóvenes con el sentido del derecho. Nadie chistaba. Nos mantenía arrobados, amando cada parte de la filosofía de la vida (ontología, gnoseología, teleología, axiología), que vinculaba fácilmente con el derecho, y la existencia de los jóvenes. Tenía su tratado general sobre la materia, así como muchos otros. Al final de la carrera me permitió disfrutar de su biblioteca en su casa de Chimalistac y de sus sabios consejos como director de mi tesis.

4) ¿Por qué es importante hacer una tesis para titularse?

Porque significa el cierre de una etapa importante de tu vida, en la que pones a prueba quién eres y lo que aspiras a ser. ¿Por qué? Porque haces el compromiso contigo mismo desde el principio. ¿Qué me gustaría saber, qué quisiera yo indagar y por qué?

Cuando descubrí la filosofía del derecho a través de mi maestro, de alguna forma todo cobró sentido, porque pude columbrar de inmediato los temas favoritos de las diversas disciplinas que estudié, la raison d’être del por qué había yo escogido la carrera (mi vocación), y el sentido que finalmente tenían todas y cada una de las partes que conformaban la curricula de derecho.

Obviamente, no dudé ni un momento en reconocer que tenía que investigar en ese campo. Y no me importó que me llevara largos meses de trabajo elegir el tema, desarrollarlo e indagar sus alcances. Finalmente, me salí con la mía, llegaría el día en que “fundamentación del humanismo” (título de mi tesis) salía a la luz. Estaba terminada.

5) ¿Qué te motivó especializarte en la disciplina que investigas?

Tuve la oportunidad de hacer mi servicio social en el Cuerpo Consultivo Agrario hace muchísimos años como dictaminador de inmensos expedientes que tenía que revisar y justipreciar. Mi trabajo consistía en proponer decisiones sobre reparto de tierras ejidales o comunales, reconocimiento de derechos individuales, despojos de territorios y recursos naturales, conflictos por límites de tierras, etcétera, para ser discutidos y, en su caso, aprobados por dicha instancia. Esa experiencia me selló, pues sentía que no era suficiente lo que yo hacía por aliviar los graves problemas e injusticias que aquejaban a muchos campesinos y habitantes de pueblos y comunidades de mi país.

A partir de entonces no pude sustraer de mi propia formación la vocación indigenista, y no sólo jurídica, sino filosófica, antropológica, histórica, en suma, humanística en general. Siempre afiliada a mi búsqueda como persona, a mi desarrollo espiritual, a mi visión crítica como intelectual, a mi rol como maestro de disciplinas relacionadas con México (cultura nacional, sociedad y lenguaje, diálogo intercultural con México, arte y humanidades), y a la propia maduración de mi lenguaje como artista plástico.

Ante la crisis que se avecina como resultado de la pandemia mundial del COVID-19 y la recesión que todos enfrentaremos en breve, me hago preguntas hoy día todavía más grandes. Por ejemplo, me pregunto en estos momentos si el neoliberalismo y la globalización cultural impulsados por las grandes potencias occidentales, a través de los corporativos, alcanzó ya el punto sin retorno. Y me pregunto también si, a contrapelo de dicha tendencia, es dable pensar si se habrá producido el impulso contrario, cuya gestación prefiguraron algunos pensadores orientales y occidentales del siglo pasado. Tendencia que cobra fuerza en la historia de los pueblos de los últimos meses y que, en estos momentos de crisis profunda, tendría que desembozarse como disyuntiva casi inevitable de revalorización de la escala local ante los cambios por venir.

6) ¿Por qué es importante investigar el derecho?

He sido un estudioso de múltiples disciplinas con enfoques de aproximación variopinta. Un agradecido con la vida y el legado extraordinario que nos dejaron nuestros antepasados: filosofía, cosmovisión, costumbres, lenguas, formas de ser, creer, sentir, etcétera. Me siento comprometido como ser humano nacido en esta tierra a poner todo mi esfuerzo y capacidad investigativa al servicio de aquellos mexicanos (vivos y muertos) que le dieron y siguen dando rostro, identidad y soberanía a México para beneficio de las generaciones.

El respeto de los derechos indígenas en el marco del reconocimiento de la pluriculturalidad no sólo plantea problemas de pluralismo jurídico y diálogo intercultural, sino también problemas de axiología jurídica que necesitan dilucidarse jerárquicamente, por ser precisamente la riqueza cultural de México un asunto de interés no sólo para todos los mexicanos, sino para la humanidad en general. Es necesario desplazar el foco de la discusión sobre la autonomía y los derechos indígenas al terreno de los valores de libertad y justicia para reforzarlos como derechos colectivos prioritarios en el marco de los derechos fundamentales del humanismo.

7) ¿Cómo eliges un tema de investigación?

Se supone que en principio tengo verdadero interés, entusiasmo y agrado por mi línea de investigación (la cual, de algún modo, es multidisciplinar, pese a estar inscrita en el área IV de humanidades y ciencias de la conducta). Por esa razón, hay tópicos que me preocupan más que otros y a los que doy seguimiento constantemente, es decir, les doy vueltas y vueltas hasta entenderlos a profundidad. Es cuando procedo a hilvanar o prefigurar posibles hipótesis de trabajo.

Por ejemplo, en estos momentos pienso que las tribulaciones filosóficas y humanísticas de los últimos tiempos en Occidente tienen ya poco que ofrecer. Se antojan un tanto repetitivas y unilineales, como queriendo asirse a las mismas agarraderas eurocéntricas que han conducido al hombre a parajes retóricos y fórmulas de solución ya conocidos. Lo que explica tantos siglos de ensimismamiento en torno a los mismos pensadores y de monólogo acerca de su propio quehacer, tradiciones, creencias y disyuntivas a futuro. Esta miopía epistémica de los académicos europeos no ha sido superada ni siquiera por la capacidad autocrítica que posee un buen número de ellos en el viejo continente y en América Latina hoy día. Lo que ha conducido, en cierto sentido, a una inmovilización humanística; no obstante pespuntes luminosos.

Esto me ha llevado en las últimas semanas a elegir como tema investigativo la construcción de un modesto “mirador” desde el cual nos asomemos a justipreciar nuestro propio legado cultural milenario como mesoamericanos y las aportaciones que han hecho esos pensadores desde un terraplén diferente basado en la convicción de que la estructura del pensamiento mesoamericano —no obstante alimentarse de la cosmovisión mesoamericana— está viva hasta la fecha en la estructura cognitiva y mentalidad de los pueblos y comunidades originarias de México.

8) ¿Cómo desarrollas un tema de investigación?

A veces lo hago solo, como parte de la meditación. A veces comienzo por comentar mis preocupaciones iniciales y balbuceos con amigos, colegas-investigadores, familiares, con mis estudiantes de licenciatura o del doctorado que tengan intereses afines a los míos. En algunas ocasiones, comento los temas con algunos colegas extranjeros con los cuales guardo comunicación habitual o cuando me topo con ellos en congresos. A veces trabajo en equipo algunos artículos o temas de investigación.

Posteriormente, cuando tengo más claro algún, llamémosle, “paraje promisorio” hago una exploración previa a fondo antes de decidirme, aplico un cuestionario que me permite decantar el tema con claridad, siendo útil y práctico; consulto publicaciones clásicas y las contrasto con recientes, reviso bibliografía en el estado del arte y anticipo el tratamiento que daré al tópico, visualizando las posibles soluciones. Formulo entonces el planteamiento y las hipótesis de trabajo. Preparo mis fichas, armo las estrategias y me pongo a trabajar. Es todo, así de simple.

Eso sí, nunca dejo de pintar cuando arranco y desarrollo el tema (no sé qué tiene el oficio de pintor que me retroalimenta, me apapacha. Vincula mi parte intelectual con la intuitiva, liga pasión y espíritu, sentimientos y dudas, entre otras cosas). Procuro pintar un buen rato a diario (2 a 3 horas), y eso me mantiene en equilibrio emocional y perspicacia perceptual en el trayecto.

9) ¿Qué aportes/utilidad/beneficios te proporciona investigar tus temas?

Muchos beneficios, fundamentalmente sentirme realizado como ser humano y académico. Siento que estoy aprendiendo algo nuevo, y que estoy haciendo algo que me gusta, que vale la pena y que estoy obligado a hacer porque en el fondo sé que ese nuevo reto puede convertirse en un aporte cognitivo valioso o significativo para otros. Puede resolver problemas específicos o cambiar las cosas y mejorarlas.

Asimismo, desde el punto de vista científico, sé que esa contribución resultará confiable, pudiendo representar además un avance científico, en la medida en que enriquece o innova mi línea de investigación.

Por ejemplo, en relación con el tema que comenté anteriormente, busco, por un lado, reconocer el cuenco de conocimientos milenarios que encierran los pueblos originarios de Mesoamérica (ya por su diversidad, ya por los referentes históricos que los enmarcan). Por otro lado, busco mostrar que algunas de las estructuras de pensamiento mesoamericano que han sobrevivido gracias a la historia, a la etnografía, a la epigrafía, pueden quizás ofrecer herramientas teóricas y metodológicas que —bien sistematizadas— vengan a renovar o constituir salidas airosas y dignas al callejón sin salida donde parecen estar confinados los planteamientos occidentales. En suma, busco ofrecer escalas de aproximación y encuadres teóricos que rompan con las inercias reduccionistas, especulativas y las jactancias del pensamiento europeo en torno a algunos pensadores, filósofos y teólogos contemporáneos.

10) ¿Qué me recomiendas para hacer una tesis y qué tendría que hacer para dedicarme a la investigación?

Como te habrás dado cuenta, es una pregunta muy difícil y fácil a la vez, muy personal. Sé tú mismo. Toma de pretexto cualquier tema que te interese, que te fascine. Sí, pero atrévete a tomarlo en serio, no a repetir lo que te han dicho otros que repitas (mucho menos en un campo como el de derecho, el cual seguramente sufre aún los resabios de la memorización de normas y remedo de ideas, estratagemas y fórmulas). Salidas fáciles y cómodas.

Al investigar, pregunta, aprende y déjate sorprender. Es imprescindible estar alerta, abierto a las ideas y a no descartar aportaciones que te proporcionen otros campos del saber. Recuerda que el derecho está conectado con todo y que eso es fundamental, porque recibe influencias y bombardeos de muchas ciencias y campos del conocimiento. La ciencia del derecho es una tentativa integral, ¿no es maravilloso? La investigación te ayudará a rememorar todo lo que sabes sobre filosofía, sociología, economía, ciencias políticas, ciencias de la comunicación, ecología, etcétera. Recuerda, además, que no hay que perder de vista la escala humana y la jerarquía de valores individuales y sociales que deben primar (como la vida humana, la salud, la igualdad y la justicia social, que han puesto en jaque en estos tiempos no sólo a México, sino a muchos otros países del mundo).

Seguramente eres un investigador nato o en potencia y no lo sabes. Tienes un mundo de información frente a ti, y en todo ese universo de ideas que a diario exploras en las redes sociales y en Internet está el derecho.

Dada la complejidad del mundo de hoy y del futuro, los descubrimientos y avances de las ciencias, la tecnología, las comunicaciones: te pido que pienses cuántas ramas del derecho no se estarán gestando ante ti en este momento. ¡Yo no lo sé! Muchísimas, supongo. Dedicarte a la investigación es una magnífica oportunidad no sólo para el zambullido en esas aguas profundas hasta ahora desconocidas para ti. Es, además, un tesoro que te llevará a conocerte a ti mismo. Es decir, a empalmar o conectar tu rostro con tu corazón, como decían los antiguos tamatinime (hombres sabios) mesoamericanos —y, hoy día, los chamanes y hombres visionarios que guían a los pueblos indígenas con inteligencia singular—, al seguir garantizando la riqueza y la diversidad cultural de nuestra nación; baluarte indiscutible de una de las civilizaciones originarias de la humanidad.

Guadalajara, Jalisco, 25 de mayo de 2020


NOTAS:
* Doctor en Derecho por la UNAM, docente de la Universidad de Guadalajara y del ITESO (huorvi@gmail.com).


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Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ignacio Trujillo Guerrero