Eres hermosa…

Publicado el 8 de septiembre de 2020

Félix David García Carrasco
Maestro y licenciado en Derecho por la UNAM, abogado y crítico cultural
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Todas las mujeres del mundo industrializado abandonaron la sociedad; la retirada fue completa, y no respetó condición social, ideología política o confesión religiosa; de pronto, como por un truco de magia negra, jóvenes ejecutivas, juristas expertas, amas de casa, estudiantes prometedoras, deportistas e, inclusive, activistas políticas se recluyeron en sórdidas habitaciones y tenebrosas cloacas para llevar una vida entregada al placer. Una corporación industrial de dimensiones globales había dado con la gallina de los huevos de oro: el artefacto que hacía a los hombres completamente innecesarios, la publicidad que sugerentemente prometía volver a millones de maridos y amantes “obsoletos” no había resultado engañosa.

Como si se tratara de un grotesco experimento para constatar la teoría freudiana, según la cual los seres humanos se rigen por la búsqueda de placer ilimitado y sólo se avienen a participar en las exigencias culturales (por ejemplo, el trabajo) por una necesidad insuperable, cuando una codiciosa asociación capitalista logró meter en un empaque color fucsia una fuente de placer intenso y la puso al alcance de cualquiera por un precio razonable, se dio la deserción en masa de la mitad de la población mundial.

Para la otra mitad, que —por razones anatómicas— no eran destinatarios de la sorprendente mercancía, el mundo había cambiado drásticamente: a donde quiera que miraran sólo se podía encontrar hombres desaliñados y de gesto enfurruñado, que desconcertados se evitaban unos a otros; no había oficina, centro comercial, bar o cualquier otro espacio público en el que fuera posible dar con la presencia de una mujer. Con todo, fue en el ámbito privado donde más se hizo sentir su ausencia: infantes que de pronto se veían reducidos a una suerte de media orfandad, así como hombres que ahora experimentaban una viudez prematura, tenían que afrontar su destino y apañárselas como mejor pudieran para llenar el vacío producido por la desaparición de sus compañeras, hermanas y madres. Tal era el alcance de los productos de la línea “Eres hermosa”.

Desde luego, lo inédito de la situación no descansaba en la descarada explotación del placer para la obtención de una ganancia económica —probablemente eso se venía haciendo desde el lejano día en que comenzó la civilización— ni en la aparente legalidad conforme a la que operaba la producción y comercialización de los productos hedonistas, pues al final de cuentas sobran las corporaciones que operan exactamente de la misma manera: industrias licoreras y tabacaleras, así como cadenas televisivas y las casas productoras de entretenimiento, actuaban conforme al mismo principio, es decir, la comercialización de placer, como cualquier otro tipo de mercancía, con todas las de la ley. De igual manera, no era nada nuevo que un producto pernicioso se comercializara exclusivamente para un sector específico de la población. Lo nuevo y escandaloso de los productos comercializados por la empresa “Eres hermosa” estaba en la dimensión de su éxito, ya que era como si la droga más adictiva de pronto estuviera en el anaquel de cualquier comercio.

Aun cuando el mundo conocía a la empresa, el producto y sus consecuencias, prácticamente sólo tres personas sabían que la concepción de este producto se encontraba en la mal lograda historia de amor de un científico que desembocó en una obsesión por recuperar el amor perdido y en una búsqueda exhaustiva y sistemática de todas las formas de placer que el ingenio humano hubiera desarrollado. De hecho, las “chucherías” comercializadas por la corporación “Eres hermosa” no eran otra cosa que la síntesis superior del saber acumulado por pueblos y generaciones en lo que a placer sexual se refiere.

Y así el mundo giró por un buen rato, y la sociedad se descomponía y reformaba a pasos agigantados, tal y como corresponde a un incidente de esa magnitud. Lo que comenzó como el ejercicio de un derecho —como lo es el del libre desarrollo de la personalidad— pronto desembocó en la descomposición del tejido social. Así, para aquellas que probaban los placeres de las mercancías de “Eres hermosa”, de inmediato comenzaba una espiral descendente hacía una vida cada vez más miserable de esclavitud; el itinerario del abismo podía variar un poco, pero en términos generales era igual para todas: abandono paulatino de las actividades profesionales, académicas y familiares; reclusión, que podía ser solitaria o en comunidades, y, en algunos casos, muerte por inanición.

Por su parte, la mitad masculina de la población afrontó el problema de la desaparición de sus compañeras como mejor pudo; por ejemplo, algunos lo hicieron con resignación cínica y otros, en cambio, con acciones concretas. No obstante, cuando el problema se hizo insoportable, el descontento se salió de control y los motines y revueltas estallaron en todo el mundo; pero a diferencia de todas las revoluciones que históricamente la habían precedido, ésta no era motivada por un conflicto religioso, por la justicia o por el poder, sino sólo por obtener aquello que —según el mito— le pidió Adán a Yahvé: una compañera.

A grandes rasgos, tal es el argumento de la última novela de Chuck Palahniuk, que, como el lector habrá podido imaginar, se titula como la imaginaria línea de productos femeninos: Eres hermosa. Se trata de una novela corta —de menos de doscientas cincuenta hojas— publicada por Random House en México hace apenas tres años, libro que, claramente, encuentra su mayor virtud en una de las fortalezas del autor: el ejercicio libre y sin prejuicios de una imaginación sardónica, apoyado en una prosa fluida y sin artificios de ningún tipo. Es una literatura cuasicinematográfica, que se deja leer con la misma facilidad que se mira una película de Tarantino. Por cierto, la novela comparte con las cintas del famoso cineasta otra cualidad: la de suscitar amplios debates, pese a ser simples obras de entretenimiento.

El carácter polémico de la novela no deriva tanto de la temática como del tratamiento que se le da. Hay que recordar que el contexto en el que se publicó originalmente el libro es el de la sociedad norteamericana que vive la brutal escisión de sus ideales morales y su realidad cultural. Y es que, pese a que el norteamericano vive inmerso en la banalización y omnipresencia de la sexualidad —sobre todo en su nivel más tosco—, Estados Unidos de América es, no obstante, la tierra por excelencia de la moral puritana y las posturas conservadoras, una nación que hace jurar a los testigos sobre una biblia y en la que no resulta raro ni fuera de lugar que sus líderes hagan pronunciamientos del estilo: “¡qué Dios guarde a América!”.

Por ello, el planteamiento de Palahniuk es escandaloso, porque disuelve el barniz de respetabilidad burguesa con el que la sociedad occidental ha revestido a las mujeres. Mediante su sátira, el autor nos recuerda que las juezas, las congresistas, las amas de casa, las artistas y las atletas son sujetos hedonistas que, lo mismo que su contrapartida masculina, viven en la búsqueda ininterrumpida del placer y que, más allá del rol que desempeñan en la sociedad, tienen una existencia biológica profunda y basta, en la que el cuerpo, con sus hormonas y pulsiones inconscientes, juega un papel fundamental.

Asimismo, la incomodidad que surge del recordatorio descarado de la sexualidad femenina es reveladora de uno de los mayores temores existenciales del norteamericano: el de ser “sexualmente ineficiente y, por lo tanto, desechable”.

Es claro que, para una sociedad masculina tan obsesionada con el aspecto físico, el poder adquisitivo y la idea de potencia, muy en el fondo existe un temor a ser juzgados como débiles y limitados. Por ello, un libro en el que se dice, con toda naturalidad, que el día en que se sintetice la fórmula del placer sexual y se comercialice “miles de maridos y amantes se quedarán sin empleo” tenía que resultarles odioso y abominable.

De igual forma, el libro es una provocación, porque, aunque sea de manera indirecta, cuestiona la imagen de razonabilidad y sabiduría que el hombre se ha formado de sí mismo, pues todo el humanismo descansa en la idea de que la nota distintiva del hombre es su razonabilidad, la cual lo ennoblece y “emparenta con los dioses, más que con los animales”, como dijera Salustio. Esta presunción se desvanece en el aire cuando un autor de sátiras retrata —eso sí, de una manera exagera— una realidad que la experiencia del siglo pasado y del presente ha puesto en evidencia: “que más que de razonabilidad, la naturaleza del hombre es destructiva y hedonista, más presta al placer inmediato, que a las acciones esforzadas y abnegadas”.

Por lo que se refiere a México, las cosas son un poco diferentes, en primer lugar, porque en nuestro país no existe la afición a la lectura (o más bien sí existe, pero en círculos tan reducidos que es como si no la hubiera); entonces, es harto improbable que una novela vaya a impactar en la opinión pública. No obstante, suponiendo que se hiciera una telenovela o una película basada en Eres hermosa, también sería un escándalo, probablemente mucho mayor que en el vecino país del norte, por la afirmación que hace de la libertad sexual de la mujer.

No hay que olvidar que en una nación de mayoría católica, como es el caso de México, los ideales, los estereotipos e, inclusive, los prejuicios de carácter religioso han terminado por moldear y establecer las valoraciones culturales que nos hacemos respecto a los roles y actitudes que corresponden a cada género. Por ello, el ideal de lo femenino en nuestro país corresponde a una imagen de pasividad y recato, más que de sensualidad y desenfreno; hemos seguido al pie de la letra el curioso aforismo de Nietzsche sobre la ligereza de lo femenino —a la que equipara con un ave— y levantado jaulas para impedir que las mujeres emprendan el vuelo.

Finalmente, queda la cuestión sobre el valor del libro de Palahniuk: ¿es una sátira inteligente?, o, por el contrario, ¿se trata simplemente de una novela erótica de escaso valor cultural? Vistas las cosas desde una perspectiva puramente literaria, desde luego que Eres hermosa dista mucho de ser una obra maestra; el desarrollo psicológico de los personajes es apenas superficial; realmente no hay un planteamiento serio por parte del autor para hacer una crítica real de la sociedad contemporánea; el relato parte de una premisa inteligente, pero se queda en una simple comedia inverosímil que no tiene otro remedio que abusar de situaciones y elementos grotescos para mantener el interés del lector, y lo peor de todo es el deus ex machina con el que se resuelve la trama. El autor de este ensayo confirma lo que ya dijo: es una obra de puro entretenimiento, nada distinta en calidad a una película de Tarantino.

No obstante, pese a la intención del autor, que claramente no debió ser otra que la de llevarse unos miles de dólares a la bolsa, Eres hermosa da lugar a múltiples debates y, especialmente, a la reflexión en torno a un tema muy interesante: “el de la naturaleza del erotismo”. Como apuntaba Georges Bataille: “el hombre, al que la conciencia de la muerte opone al animal, también se aleja de éste en la medida en que el erotismo, en él, sustituye por un juego voluntario, por un cálculo, el del placer, el ciego instinto de los órganos”.

La distancia que hay entre nosotros y los animales es, pues, la de la posibilidad que tenemos de actuar de manera deliberada, es decir, conforme a un plan de acción que sobrepase los designios de la naturaleza. En la medida en que somos capaces de hacer de la sexualidad algo más que un simple mecanismo de perpetuación biológica, en la medida en que buscamos el placer por el placer, salimos del mundo de la naturaleza y entramos de lleno en el de lo puramente humano y, ¿por qué no?, de lo espiritual.

Junto con Chuck Palahniuk, intuimos que el riesgo al que nos exponemos al centrar la existencia en la búsqueda del placer por medios mecánicos, sin la comunión con otro, es de la deshumanización y aislamiento, porque, aun cuando el erotismo entraña la búsqueda del placer por el placer, también tiene una dimensión metafísica y espiritual.

Como sostuvo a lo largo de su obra Octavio Paz: la sexualidad es un acto de comunión poética con otro individuo, el método más efectivo para evadir la soledad y el solipsismo en los que, por lo general, nos encontramos inmersos. Por ello, no resulta fuera de lugar cerrar una reflexión en torno a un libro tan provocativo como lo es Eres hermosa, recordando que, cuando una porción de la sociedad abandona ésta por haber conquistado el placer, no se independiza, sino que cae en la más solitaria de las prisiones, es decir, aquella en la que no hay comunión humana.


Formación electrónica: Yuri López Bustillos, BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ignacio Trujillo Guerrero