Los partidos políticos en México hacia 1920

Publicado el 24 de septiembre de 2020

Alfonso Guillén Vicente
Investigador en la Universidad Autónoma de Baja California Sur
email aguillenvic@gmail.com

Para las elecciones presidenciales de 1920, los principales partidos políticos nacionales eran el Liberal Constitucionalista, el Partido Laborista Mexicano —brazo electoral de la Confederación Regional Obrera Mexicana— y el Nacional Agrarista, que apoyaban la candidatura del general Obregón Salido. Del lado de Bonillas, el candidato carrancista —ha escrito Octavio Rodríguez Araujo—, “estaba el Partido Civilista constituido por una facción del Liberal Constitucionalista y el Liberal Nacionalista, además de grupos de personas enriquecidas bajo la sombra del gobierno de Carranza” (Rodríguez Araujo, Octavio, La reforma política y los partidos en México, Siglo XXI Editores, 1979, p. 27).

Vicente Fuentes Díaz también menciona al Partido Nacional Cooperatista, pero lo ubica bajo los auspicios del secretario de Gobernación carrancista, Manuel Aguirre Berlanga (Fuentes Díaz, Vicente, Los partidos políticos en México, Altiplano, 1969, p. 207).

Mención aparte merece el Partido Comunista Mexicano, fundado en 1919, con presencia significativa en los sindicatos de la CROM y la CGT y, posteriormente, en la organización de grupos campesinos (Márquez Fuentes, Manuel y Rodríguez Araujo, Octavio, El Partido Comunista Mexicano, El Caballito, 1973).

El marco legal para la participación en las elecciones de 1920 era la ley electoral federal promulgada por Venustiano Carranza en agosto de 1918. Entre algunos de sus aspectos relevantes se encontraban el requisito de cien miembros para formar un partido político; la instalación de las casillas con los primeros ciudadanos que se presentaran a sufragar, y la organización del proceso electoral en manos de las autoridades locales. Es obvio decir que los comicios contaban con la presencia de cientos de partidos en estados y municipios, choques violentos por ocupar las mesas directivas de casilla, y su supeditación a los caciques y caudillos locales.

“Al final de cuentas —ha escrito Fuentes Díaz— era el gobierno, de hecho, el que preparaba, realizaba y calificaba las elecciones” (Fuentes Díaz, Vicente, op. cit., p. 198).

Tanto Rodríguez Araujo como Fuentes Díaz caracterizaron la década de los veinte como una etapa caudillista, con excepción del Partido Comunista Mexicano. “Ello quiere decir que los partidos que surgieron en el periodo, salvo la excepción señalada, debieron su existencia toda, sino su formación, a la voluntad del máximo caudillo del país, en primer término, y de los caudillos menores cuando no de caciques locales” (Rodríguez Araujo, Octavio, op. cit., p. 27).


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