Por mi raza hablará el espíritu

Publicado el 24 de septiembre de 2020

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Eduardo Daniel Vázquez Pérez
Sociólogo, egresado de la FES Acatlán, UNAM
Investigador visitante por la Universidad Complutense de Madrid, España y
maestrando del Posgrado en Derecho de la UNAM
twitter@EdanielVPmx
interhttps://www.instagram.com/edanielvpmx/

“La UNAM es a nuestro país lo que ninguna
otra Universidad del mundo lo es al suyo”.
José Aristeo Sarukhán Kermez

A 110 años de su fundación, el 22 de septiembre de 1910, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) es la institución de educación superior por excelencia en el país y una de las más importantes del mundo, de acuerdo con el QS World University Rankings 2020. Sin duda, representa un enorme esfuerzo y un invaluable sacrilegio para las y los miles de estudiantes que hemos recorrido sus aulas de manera incalculable.

Si bien es cierto que las instalaciones de la UNAM no están a la vanguardia o hasta cierto punto deterioradas, sí lo está en cuanto al conocimiento para brindar alternativas de solución ante los cambios vertiginosos que experimenta la sociedad mexicana. Pertenecer a la Universidad de la Nación, como su eslogan hace mención, es quizá el sueño de muchas y de muchos, pero la realidad es que pocos logran materializarlo. El primer paso que la Universidad brinda para allegarse a sus pasillos y adentrarse a un mundo académico que dista totalmente de la enseñanza tradicional-estatal es la continuación de los estudios de nivel medio superior, que hasta hace poco no era obligación del Estado asegurar ni garantizar el acceso igualitario para las y los adolescentes de México. La historia de las escuelas nacional preparatoria y de los colegios de ciencias y humanidades han costado esfuerzo, tiempo y dedicación de sus pioneros, de los agentes legislativos y de toda la estructura orgánica de la administración pública; pero que hoy en día han sido pilar fundamental y de referencia en la enseñanza del país, especialmente en la capitalina, pues la visión federalista ha permeado a todos los niveles de gobierno.

Para el caso particular, al finalizar los estudios de educación media superior, y tal como lo marca la convocatoria que emite cada año la UNAM, en sus dos procesos de selección (concursos febrero y julio), la aplicación del examen nacional se llevó a cabo con la debida normalidad. En aquel entonces, todos los padres y madres de familia buscaban un lugar en alguna de las escuelas nacionales y facultades para sus hijas e hijos; sin embargo, eran muy pocos los estudiantes que tenían un objetivo distinto al entrar en la Universidad de mayor trascendencia del país.

Cuando los resultados salieron, y que además me favorecieron, el domingo 20 de julio de 2014 en punto de las 02:05 h, la FES Acatlán, UNAM, se convertiría en el lugar donde pasaría los próximos cuatro años y medio de mi vida. Quedar en la Universidad no se ve como un logro para muchos, es una dicotomía dentro de la “idiosincrasia mexicana”: o continúas porque es tu obligación estudiar, o te sales porque es tu deber ayudar económicamente en casa. En ese momento, esta visión no era perceptible, por lo menos de manera rápida, o sencilla; pero la visión y la óptica que la FES Acatlán, UNAM, me brindó al pasar de los años hicieron más tangible dicha realidad por la que muchos y muchas atraviesan. Es aquí cuando el universo de conocimientos y el amplio abanico de ideologías y percepciones de vida que la UNAM tiene comienzan a cobrar relevancia en la vida de sus estudiantes universitarios.

Estudiar en la UNAM ha sido un enorme privilegio del que siempre estaré infinitamente agradecido con el universo. No lo podía creer y seis años después sigo sin hacerlo, la Máxima Casa de Estudios del país me abrió sus puertas para formarme en sus aulas con base en valores, desarrollar habilidades y destrezas, adquirir nuevos conocimientos desde múltiples enfoques multidisciplinarios y tener una guía, que en mi caso fue una mentora, lo que siempre anhelé durante mi estadía en la Facultad, la doctora Lizbeth Xóchitl Padilla Sanabria, que es profesora-investigadora en la FES Acatlán, UNAM, y candidata a ocupar los cargos de fiscal Nacional Anticorrupción y fiscal General de la República, de quien siempre he recibido un apoyo invaluable en toda las áreas de mi vida, pero sobre todo para allanar mi camino del conocimiento, situación que ha permitido despertar mi pasión e interés en la materia penal y administrativa disciplinaria, a pesar de ser sociólogo de formación. Gracias a mi mentora, también he podido conocer a grandes figuras de la vida política mexicana y activistas que están verdaderamente comprometidos con el reconocimiento y el pleno ejercicio de hacer valer los derechos humanos de todas y todos los ciudadanos, sobre todo de aquellos que menos oportunidades tienen o sectores de la sociedad que son considerados vulnerables.

Por otra parte, es importante resaltar que durante mi estancia universitaria tuve el honor de representar dos veces en el extranjero a la UNAM: MacEwan University, Alberta, Canadá, y la Universidad Complutense de Madrid, en España, 2017 y 2018, respectivamente. Asimismo, una vez concluida mi licenciatura en la FES Acatlán, UNAM, tuve el privilegio de realizar mi servicio social como profesor-adjunto, lo que me permitió abrir otro panorama diferente al sociojurídico penal que manejaba y percatarme de uno de los grandes retos que tiene la Universidad, y es el compromiso de la labor docente para con los estudiantes, de tal manera que éstos puedan convertirse en catalizadores de cambio para beneficio de la sociedad mexicana.

Durante la realización de esta actividad, comprendí que ser docente en la UNAM no es tarea fácil; implica establecer los binomios profesor-estudiante y estudiante-profesor, donde ambos sujetos pueden aprender sin marcar jerarquías en el conocimiento y, de esta manera, se conozcan las múltiples formas de ver la realidad social; en esas concepciones que germinan en un “mundo individual”, y en conjunto con la teoría en el aula de clases, las ideas se fortalecen para forjar criterios en el estudiantado.

No cabe duda de que el haber pasado por los pasillos de la Universidad, que se ha caracterizado por enfocarse de manera, incluso exagerada, en los problemas sociales del país, con la única finalidad de sembrar la semilla de la duda en sus estudiantes, fue lo más destacable de mis cuatro años y medio en la FES Acatlán, UNAM. La estancia en Acatlán me permitió crecer en demasía, y los conocimientos obtenidos y las cuestiones teóricas fueron pilares esenciales para mi ingreso a la Maestría en Derecho del Posgrado en Derecho de la FES Acatlán, UNAM; no obstante, el aprendizaje va más allá de lo que yace en una pizarra. Cuatro años y medio fueron pocos para terminar de entender, primeramente, lo que significa la UNAM en mi vida y, posteriormente, su papel en México.

A la FES Acatlán, UNAM, le debo muchos de mis aprendizajes de vida, lecciones que repercuten en el actuar diario, pero sobre todo en el social. La visión y enfoque social, que para jóvenes de temprana edad resulta difícil de entender o de analizar en algunos casos, es el más característico que la UNAM ha enseñado, y por lo que tanto pugna dentro y fuera de sus aulas de clases.

De igual manera, y no menos importante, hay que resaltar que para muchas y muchos jóvenes acceder al nivel de estudios de licenciatura no es un camino fácil, por lo que la educación a nivel superior se traduce como la única y, en el común denominador, como la última opción para ello. Nuestra generación creció con la idea de que tener una carrera universitaria resolvía tu vida de adulto, en gran medida, legado de las generaciones pasadas. La realidad es otra. Hoy en día, a pesar del aumento en la oferta de las universidades, tanto públicas como privadas, no es suficiente contar con una licenciatura.

La UNAM, a nivel carrera, es un cosmos infinito e interminable de experiencias, aprendizajes, oportunidades y lecciones que la vida no alcanza para terminar de agradecerle. Las y los jóvenes estudiantes, a lo largo y ancho de sus 129 carreras, han sido testigos de la diversidad y pluriculturalidad que tiene para ofertar.

La UNAM es el proyecto cultural y educativo más importante de México y una de las diez mejores universidades a nivel Hispanoamérica, por lo que pertenecer a ella es un honor inquebrantable, pero también conlleva una gran responsabilidad.

En conclusión, la UNAM es el universo de los universos; es la puerta para conocer las dimensiones políticas, económicas y sociales de México y el mundo; es tener conciencia social de la realidad que aqueja al país, a la sociedad, a la comunidad, a los sectores vulnerables y a los grupos minoritarios. La Universidad, como institución, tiene mucho que mejorar para seguir creciendo y para seguir posicionándose como la mejor universidad del país y como una de las cincuenta mejores a nivel mundial; sin embargo, para alcanzar el perpetuo objetivo, debe existir armonía de funciones entre dependencias y administraciones de la misma Universidad, dejando de lado los asuntos personales característicos en su política interna. Pero la finalidad que cada una de las y los integrantes de esta institución académica, con mayor enfoque en el cuerpo estudiantil, debe seguir es incidir de manera activa en la realidad social, política, cultural y económica del país.

La UNAM significa entrar a un universo con una perspectiva de vida y salir con otra, siempre con una óptica de mejorar la vida pública y política del país, porque “la UNAM es a nuestro país lo que ninguna otra Universidad del mundo lo es al suyo”.


Formación electrónica: Yuri López Bustillos, BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ignacio Trujillo Guerrero