Los tipos de profesores II

Publicado el 3 de noviembre de 2020


Jorge Alberto González Galván

Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM,
email jagg@unam.mx


19) El memorista. Su clase es un monólogo. Se la pasa repitiendo (recitando) lo que dicen los textos. No instruye, dicta. Sus apuntes son la Biblia. Su mantra de (de)formación es: “Conocimiento que no se memoriza, no se adquiere”. Se siente en el Olimpo cuando en los exámenes los alumnos le regresan (le vomitan), con puntos y comas, lo que dijo en el curso (aunque se les olvide después). Sus fieles suelen sentenciar: “sabe mucho, pero no sabe enseñar”.

20) El simulador. Su clase es puro teatro. Se la pasa (qué remedio) actuando (con todo respeto para el sindicato de actores). Le encanta la improvisación, cambia de temas como metralleta: es un experto de la free-class. Suele aprobar a sus alumnos con respuestas de “piensa rápido”, con “lo primero que se te venga a la mente”.

21) El político. Su clase es su tribuna. Se la pasa echando choro. Los alumnos se inscriben con él porque aspiran a que les dé un empleo o una carta de recomendación. No se considera lo que es: un grillo con piel de reclutador, sino un “formador de cuadros” que la patria necesita. Sus seguidores están convencidos de que “no hay peor guerra que la que se libra fuera de la nómina gubernamental”.

Sé que estás pensando: ¿entonces, qué características debe tener un buen profesor, quiénes son los buenos ejemplos? Aquí está mi respuesta:

1) El puntual. Su clase es un reloj: puntualidad en la entrada y en la salida. Considera que es una falta de educación ser impuntual porque no se respeta el tiempo de los demás. Su clase está programada desde el principio: la puntualidad, piensa, es la segunda piel de un buen profesionista (en su clase, con su pareja, familia y amigos, en su oficina).

2) El preciso. En su clase no se anda por las ramas: no pierde su tiempo hablando de cosas que no están relacionadas con el tema que está explicando.

3) El ameno. Su clase es relajada: todo lo que explica lo hace sin drama, de manera sencilla, clara y con sentido del humor.

4) El directo. No le importa que le digan que habla muy “golpeado”: no le da vueltas a las explicaciones y aclaraciones. Sus alumnos nunca andan adivinando “¿qué quiso decir?”.

5) El autodidacta. No espera que le digan que tiene que actualizarse: no espera el curso prometido y gratuito para ponerse al corriente. Considera a su clase un motivo para nunca dejar de aprender.

6) El sencillo. Todo el mundo lo entiende y todo lo comparte: todo mundo se le acerca y a todos atiende.

7) El motivador. Su clase es un trampolín: está dispuesto a mostrarte que si te impulsas llegarás siempre más alto.

8) El autocrítico. Reconoce públicamente sus errores y da disculpas sinceras siempre que se equivoca.

9) El respetuoso. Considera que la dignidad de sus alumnos es un bien jurídico cuya tutela es lo primero a proteger dentro y fuera de clase.

10) El tolerante. Sabe escuchar a todos porque piensa que cada quien es valioso. Su lema es que las ideas y creencias de cada alumno son un patrimonio (en crecimiento) que se enriquece con la exposición y debate de manera siempre respetuosa.

11) El guía. Su clase es un mapa: te va llevando por los sitios inéditos de los temas para despertar tu interés en profundizarlos, y cuando te pierdes está ahí para retomar la ruta y continuar el camino.

12) El facilitador. Sabes que siempre puedes contar con él: siempre está dispuesto a apoyarte y evitar todo aquello que bloquee el trabajo en equipo.

13) El firme. Sabe que si hay reglas tiene que hacerlas cumplir, siendo el primero en ello. Los límites, la estructura, nos da seguridad, tranquilidad, certidumbre, a todos.

14) El justo. Reconoce y apoya el esfuerzo invertido y no premia la indolencia ni las preferencias.

15) El responsable. En su proyecto del día está: cuidar su salud, disfrutar al máximo cada momento y, sobre todo, cumplir lo mejor que pueda con las obligaciones que libremente eligió.

16) El comprometido. Sabe que su clase es parte de un todo: de una carrera, de una facultad, de una universidad, de una ciudad, de un país.

17) El apasionado. Se nota que su clase no es una obligación, sino una fiesta, un pastel, que disfruta mucho porque le gusta su trabajo.

18) El líder. Sabe que “estar al frente” de un grupo no es para lucirse, sino para conducir hacia aprendizajes nuevos, con seguridad, confianza, atención y estímulos.

19) El amigable. Le puedes llamar también “accesible”: alguien en quien te puedes apoyar, pero no recargar.

20) El consejero. Es quien tiene claro que orientar, recomendar, no es sermonear ni imponer. Tienen la audacia de compartir su experiencia personal, humana, no sólo la profesional.

21) El demócrata. Su clase es un diálogo abierto. Sabe que no sabe nada y que conversar en grupo (de manera respetuosa) es el caldo de cultivo de las buenas decisiones (presentes y futuras).

22) El pacifista. Su clase no es un campo de guerra, una lucha de poder. A quienes tienen el gen de la belicosidad los desarma declarándolos de antemano vencedores: los invita a debatir con ideas y no con descalificaciones.

23) El transparente. Nada esconde: sus palabras y acciones te muestran lo que es, lo que piensa, lo que siente.

24) El generoso. ¿Quién no escuchó a un profesor decir: “yo no comparto todo lo que sé a mis alumnos porque mi trabajo me costó”? Entonces yo le diría: “dedícate a otra cosa, porque enseñar es compartir todo lo que uno sabe”.

25) El paciente. Ahora lo sabemos: estar bajo control es educación. Un profesor es sinónimo de una persona educada; es decir, de una persona que nunca pierde la compostura.

26) El humorista. Tener sentido del humor es tener inteligencia emocional para reír con los demás y no de los demás.

27) El claro. Un colega dijo una vez que cuando estudió su licenciatura un profesor les recomendó hablar a sus clientes de manera confusa, para cobrar más. Los abogados tenemos la fama pública, bien ganada, de que nadie nos entiende. Nos hace falta pensar como médicos: “tengo la obligación ética de explicarles a mis pacientes con claridad lo que padecen y la aplicación de las medicinas”. Los abogados nos excusamos en el (débil) argumento de que los tecnicismos del derecho son inevitables. Si así pensaran los médicos nadie les entendería tampoco. Dicho lo anterior, un profesor ante sus alumnos tiene la obligación ética de explicar con “peras y manzanas” todos los temas de su materia.

Ciudad de México, a 28 de octubre de 2020


Formación electrónica: Yuri López Bustillos, BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ignacio Trujillo Guerrero