Alianza1

Publicado el 9 de febrero de 2021


Luis de la Barreda Solórzano

Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM,
email lbarreda@unam.mx

No nos une el amor, sino el espanto.

Jorge Luis Borges

Sólo desde el más impúdico cinismo se puede descalificar desde las trincheras de los adeptos al gobierno federal la alianza entre el PRI, el PAN y el PRD con el señalamiento de que esos partidos no comparten principios ideológicos sino que, por el contrario, sus respectivas banderas políticas los obligan a combatirse entre sí.

Esa condena soslaya que Morena, el partido en el poder, se ha aliado con Encuentro Social, un partido homofóbico y antifeminista, a cuya derecha no hay más que el abismo; el Partido del Trabajo, cuyos líderes proclaman, sin rubor, su admiración por dictadores criminales como los gobernantes de Corea del Norte y Venezuela, y el Partido Verde, que propugna el restablecimiento de la pena de muerte en nuestro país.

Otra descalificación a la alianza entre los partidos de oposición es la que resume Mario Delgado, presidente de Morena: “La alianza #PRIANPRD termina dando la razón a la advertencia que ha hecho el presidente López Obrador desde hace años sobre ellos: son lo mismo, son la mafia en el poder”. ¿La mafia en el poder? ¡Pero si desde hace dos años es Morena el partido que, desde la Presidencia de la República y la sumisa mayoría parlamentaria, gobierna al país! Si a alguien le queda el saco de mafia en el poder, es a ellos. Por otra parte, no hay dirigente morenista que no provenga de las filas del PRI, el PAN o el PRD. Hoy, travestidos, dicen reprobar lo mismo que ayer aplaudieron.

La alianza PRI-PAN-PRD, a la que probablemente se sumen Movimiento Ciudadano y diversas organizaciones sociales, responde a la situación que vive el país. Por distintas que sean sus doctrinas, los tres partidos y millones de ciudadanos coinciden en un punto fundamental: es preciso frenar la devastación del país que está llevando a cabo el gobierno federal, detener la deriva autoritaria y lograr que nuevamente el parlamento sea un contrapeso al poder presidencial.

Ahora el país está mucho peor que cuando, hace dos años, Andrés Manuel López Obrador asumió la Presidencia de la República. Se ha deteriorado gravemente el sistema de salud. Por falta de medicamentos contra el cáncer han muerto pacientes, niños incluidos. La respuesta ante la pandemia ha sido negligente. Se eliminó el Seguro Popular con su fondo de gastos catastróficos. Se desprecia la energía limpia. Se cancelaron de facto derechos laborales de los servidores públicos federales. Se eliminaron las estancias infantiles. Se rompió el récord de homicidios dolosos. Se multiplicaron los desempleados y los que están en situación de pobreza y de pobreza extrema. Se ha tolerado la corrupción cuando los corruptos son del propio rebaño.

Se ha intimidado a jueces, magistrados y ministros. Se ha vulnerado a los organismos autónomos. Se capturó a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos mediante un fraude electoral grotesco. La legislación penal ha adoptado figuras propias de una tiranía. Desde el púlpito presidencial se satanizan las posturas críticas del gobierno y se fomenta la polarización del país: los que apoyan al Presidente son el pueblo bueno; el resto de la población es de corruptos y conservadores.

Más allá de sus diferencias doctrinarias, los partidos de oposición que han convenido en aliarse coincidieron en asumir la agenda de Sí por México: democracia plena; seguridad, justicia y combate a la corrupción; salud y educación universales de calidad; economía inclusiva que combata la pobreza y la desigualdad; igualdad sustantiva y combate a la violencia contra las mujeres; medio ambiente sano y sustentable.

En muchas ocasiones los postulados ideológicos son envolturas retóricas. La agenda asumida por los partidos de oposición contiene puntos indudablemente progresistas. El verdadero dilema no es izquierda o derecha —sólo desde las posturas más dogmáticas se sigue creyendo eso—, sino progreso civilizatorio o populismo autoritario y retardatario.

Quienes estamos convencidos de que hay que vencer en las urnas al partido en el poder no proponemos ninguna clase de conservadurismo sino objetivos dignos de ser alcanzados y conservados. Para eso es la alianza. No siempre se puede defender lo justo solamente con los amigos que queremos. Contra el autoritarismo y el hundimiento del país estoy dispuesto a unir fuerzas con gente con la que no me encantaría tomar una copa.


NOTAS:
1 Se reproduce con autorización del autor, publicado en Excelsior, el 10 de diciembre de 2020: https://www.excelsior.com.mx/opinion/luis-de-la-barreda-solorzano/alianza/1421482

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