Bioterrorismo: el desdén hacia la humanidad en tiempos actuales

Publicado el 10 de febrero de 2021

Julio César Romero Ferré
Estudiante de maestría en Derecho, Universidad Autónoma de San Luis Potosí
email julio.ferre@hotmail.com

“La guerra microbiológica es indudablemente el arma dada para una nación que
se encuentra indefensa […] todo método es permisible para arruinar al enemigo y
conquistarlo”

Anónimo

En época de conquistas científicas y tecnológicas abundantes encontramos a la fisión nuclear y a la manipulación genética como algo cotidiano, al manejo de microorganismos y la práctica de la nanotecnología como algo que comienza a ser también habitual. Sin embargo, todos esos avances tienen su arista oculta, la que en su teleología no contempla precisamente el bien de la humanidad.

El desarrollo tecnológico actual, y desde luego el biotecnológico en lo específico, hace que no sea descabellado concebir “hipotéticas” situaciones en las que la alta transmisibilidad, una mortalidad creciente, así como la total ausencia de tratamientos que combatan eficazmente a un patógeno creado ex profeso para minar a la humanidad.

Un ejemplo específico es la manipulación genética y microbiana en aras de fortalecer las premisas de corte terrorista, es por lo que en el presente se tocará el tema del bioterrorismo.

Para definir al bioterrorismo strictu sensu, se dice que es “la forma de terrorismo que utiliza tecnologías biológicas y agentes patógenos para propagarlos entre la población”. Ahora bien, en lato sensu tenemos que el bioterrorismo es “el uso ilegal de microorganismos para provocar enfermedades o muerte tanto en seres humanos, como en animales y plantas. Lo anterior, con el objetivo de intimidar a gobiernos o sociedades, y con ello, lograr objetivos ideológicos, políticos, o bien, religiosos”.

Por lo que respecta a su implementación, encontramos que, desafortunadamente, se han suscitado no pocos sucesos a lo largo de la historia (el primer hecho notable se suscitó en pleno siglo XIV, cuya autoría se atribuye a los tártaros) y en varias latitudes del Globo, con el fin único de la destrucción, puesto que se trata de agentes que causan impacto inmediato, además de ser imprevisibles, cuasi imperceptibles e indetectables, y se caracterizan por su durabilidad. Todo lo anterior adquiere mayor efectividad si dichos agentes son diseminados de forma adecuada, ocasionando graves problemas de salud pública en sentido de magnitud y trascendencia, en razón de cantidad de enfermos y cifras de muertos, respectivamente.

En tiempos recientes, los avances en lo que respecta al descubrimiento y desarrollo de patógenos microbianos amplía la oportunidad para la creación de armas biológicas.

Las armas biológicas per se tienen también tres características: la primera es de que no se tratan de armas convencionales; la segunda es que tienen un amplio abanico de efectos, provocando efectos de largo plazo, y la tercera se erige como la capacidad de alterar inclusive la ecología del territorio afectado.

Por su trascendencia, el bioterrorismo es una causa de urgencia de salud pública, por esa razón se implementan medidas propias de un Estado de excepción, en la que entran en juego diversas ponderaciones en la observancia de derechos más elementales.

Amén de lo anterior, el bioterrorismo presenta un gran desafío a cualquier nación, puesto que ningún país cuenta con suficiencia presupuestal para afrontar un ataque de estas características. Asimismo, las directrices de salud pública carecen de información sólida ya no para prevenir, sino siquiera para intentar mitigar los efectos devastadores de este tipo de armas, al ser, en gran medida, de patógenos previamente modificados.

Es importante precisar que al tratarse de patógenos, el impacto directo se refleja en el aparato sanitario, puesto que origina una demanda exacerbada de atención, asimismo, las cantidades de antídotos —si es que se cuenta con tales— son insuficientes. De igual forma, redunda en un impacto inevitable en el aspecto económico.

Es indispensable que los microorganismos cumplan con, al menos, tres características para ser potenciales agentes en las armas utilizadas por el bioterrorismo, a saber: ser fácil su manipulación en laboratorio; que su producción genere muy bajos costos —esto en comparación a sus símiles químicas y armas convencionales—, y que el patógeno sea capaz de sobrevivir durante largo tiempo bajo condiciones adversas, y que sea capaz de diseminarse en forma de aerosoles y distribuirse por medio de alimentos.

En lo atinente al aspecto legal internacional, al día de hoy se cuenta con el Protocolo de Ginebra (1925); las recomendaciones al mismo contenidas en la Resolución emitida por la Asamblea General de las Naciones Unidas (1969), y la Convención Mundial de Armas Biológicas y Toxinas (1972). Todos los anteriores están en contra del uso de agentes biológicos en la belicosidad y, por lo mismo, prohíben el uso de agentes biológicos en detrimento de la vida.

Sin embargo, y como aseveró en su momento el célebre jurista Luigi Ferrajoli: “de nada sirven los aparatos legales, sin el mecanismo idóneo para hacerlos efectivos, pues sin ellos no pasarán de ser un simple oropel inútil”.

Por último, y con la finalidad única de recapacitar, hemos de decir que la humanidad ha estado acompañada de epidemias y, aun así, ha logrado sobrevivir a ellas.

La cultura de la salud, las medidas preventivas, la sanidad del entorno y la atención en las condiciones básicas de la vida de toda persona se ostentan como las armas más efectivas en contra de las enfermedades, y, desde luego, la herramienta más fehaciente para lograr la contención de una epidemia natural o provocada.

Lo anterior, en un ámbito general, y por lo que respecta a los profesionales de la salud, es indispensable la constante capacitación y conocimiento de la epidemiología, sus diagnósticos y tratamientos, así como la prevención y el control de posibles patógenos. Esto con la finalidad específica de crear programas para hacer frente a epidemias emergentes.


Formación electrónica: Yuri López Bustillos, BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ignacio Trujillo Guerrero