Adolfo de la Huerta: la pieza que completa el triunvirato sonorense

Publicado el 10 de febrero de 2021

Alfonso Guillén Vicente
Profesor-investigador del la Universidad Autónoma de Baja California Sur
email aguillenvic@gmail.com

Mi reconocimiento para América González Cortez, Ana Lucero Gastélum, Ana
María Robles Arballo y todos mis alumnos de la licenciatura en Ciencias Políticas
y Administración Pública que decidieron seguir estudiando en 2020, por encima
del dolor y la dificultad.

Tres presidentes de la República ha dado el estado de Sonora: Álvaro Obregón Salido, Plutarco Elías Calles y Adolfo de la Huerta. Este último fue presidente constitucional sustituto, designado por el Congreso de la Unión para cubrir el semestre que le restaba a Venustiano Carranza, asesinado en mayo de 1920, para completar sus cuatro años de gobierno.

Al momento en que se empezó a mencionar su nombre en las cámaras para reemplazar a don Venustiano, De la Huerta era gobernador de su estado, y le había tocado enfrentar la ofensiva carrancista cuando el ejército federal se propuso ocupar el río Sonora con el argumento de que las aguas de la nación eran ya propiedad federal. Fue entonces de los que encabezaron la rebelión de Agua Prieta, que terminó por derrocar a Carranza.

Originario de Guaymas, con una voz educada para el canto que mostraba en el carnaval del puerto, había sido agente de ventas en el noroeste mexicano. En la media península bajacaliforniana se le recordaba como promotor de las máquinas de coser Singer, allá por el rumbo del mineral de Santa Rosalía.

El señor Adolfo de la Hueta recuerda en sus Memorias que cuando arribó al Poder Ejecutivo Federal encontró en la Tesorería de la Federación únicamente un billete de cinco pesos, en ese tiempo donde el papel moneda valía poco y era convertible a los metales preciosos. Las barras de oro de las arcas nacionales habían sido embarcadas en los trenes que acompañaron al presidente Carranza hasta la estación de Aljibes, donde el ejército federal dio alcance a la comitiva y los obligó a internarse en la sierra poblana. Nunca se supo el destino de esa importante riqueza nacional.

Se dice que el presidente sustituto tenía una rara virtud: la honestidad; y por eso presumió, al final de los seis meses de su gestión, un superávit y el pago de las deudas a proveedores.

A lo mejor fue por ello que el presidente Obregón lo designó como su secretario de Hacienda. A don Adolfo le tocó pues la renegociación de la deuda externa con los banqueros estadounidenses. Y recordó que en las pláticas los potentados neoyorquinos se burlaban de él porque llegaba solo y su alma. Sin su cauda de asesores.

Firmó el tratado conocido como Lamont-De la Huerta, en 1921, con poca fortuna, porque al año siguiente México no pudo cumplir sus compromisos por la caída del precio del petróleo, la mayor fuente de los ingresos nacionales.

Cuando se presentó el tiempo de la candidatura presidencial en 1923, don Adolfo de la Huerta se opuso a la designación de Calles, y las circunstancias lo colocaron a la cabeza de una rebelión armada que sumó a varios generales prestigiados. La conocida como “rebelión delahuertista” no prosperó porque el caudillo Obregón obtuvo el reconocimiento diplomático de los Estados Unidos de América y el consiguiente apoyo con pertrechos militares.

Los norteamericanos honraban así los compromisos derivados de los llamados “Acuerdos de Bucareli”, las conversaciones protocolizadas que originaron que los amparos promovidos por las compañías petroleras extranjeras, contra la aplicación del artículo 27 constitucional, avanzaran en el Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Cuenta la leyenda que en el momento en que se decidió que don Plutarco sería el elegido, el triunvirato sonorense salió a dar un paseo en automóvil por el Bosque de Chapultepec. Y fue ahí donde el caudillo les dijo: “Tiene que ser Plutarco; al fin y al cabo, tú sabes cantar, estimado Adolfo”.

El comentario resultó profético: Adolfo de la Huerta terminó exiliado, dando clases de canto a varios artistas de Hollywood.


Formación electrónica: Yuri López Bustillos, BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ignacio Trujillo Guerrero