Héctor Fix-Zamudio: un clásico del derecho procesal

Publicado el 18 de febrero de 2021

Julio César Medina Rodríguez
Profesor de la Universidad Autónoma del Estado de México, UAP Chimalhuacán
email jcmedinar@uaemex.mx

En el epílogo a sus memorias, Héctor Fix-Zamudio escribió una reflexión sobre su pasado: “Yo he podido gozar los momentos que me han tocado vivir, pero la pérdida de algunos de mis seres más queridos me ha hecho apegarme cada vez más a los recuerdos de los tiempos que pasamos juntos y que ya no regresarán”. Y así como lo hiciera el maestro, el tiempo ha transcurrido para ubicarnos desde ahora sólo ante su recuerdo.

No extraña que tan distinguido jurista haya dejado una huella imborrable para quienes tuvieron la fortuna de conocerlo en persona y para otros que sólo pudimos acercarnos a su pensamiento a través de sus obras. El testimonio de sus amigos y estudiantes nos da muestra de su templanza y sencillez. Así lo escribiría Diego Valadés, en el prefacio al Estudio de la defensa de la Constitución en el ordenamiento mexicano, al decir que “la inteligencia y la sapiencia del jurista excepcional y los numerosos reconocimientos de que ha sido objeto no han mellado en su natural sencillez y hermoso y jovial talante, su esencia generosa y afable”.

Y ésta es la percepción general que mantenía Fix-Zamudio en la memoria de quienes tuvieron contacto con él. Una mirada al epistolario que aguarda el homenaje que se editó con motivo de sus 50 años como investigador da constancia de ello. Una muestra de esta contemplación nos la ofrece, precisamente, uno de sus más destacados discípulos y extraordinario jurista. Nos referimos al doctor Eduardo Ferrer Mac-Gregor, quien lo ha considerado “un hombre íntegro, sencillo, apacible, bondadoso, dueño de sí mismo, respetuoso y con fino sentido del humor. Aquel espíritu superior que huye de los reconocimientos y halagos superfluos, prefiriendo el trabajo silencioso, la música clásica y las películas antiguas”.

Pero no sólo la personalidad del maestro era digna de admiración, sino también, y ante todo, por la innovación de sus ideas. Desde su tesis de licenciatura, a su perspectiva procesal del amparo, se percibe el valor de una obra profunda y adelantada a su tiempo. Pues no se limitaba a reivindicar la revisión de este instrumento de control de constitucionalidad en la perspectiva del procesalismo científico, sino además dirigía su mirada hacia su mejora y perfeccionamiento constante, siempre bajo la guía del derecho comparado.

Era tal su filosofía como investigador, que en una entrevista que le hiciera José Palonimo no dudaba en responder, a la pregunta si el investigador nace o se hace, que era una combinación de ambos. Pues para Héctor Fix-Zamudio la investigación comprendería una vocación y un ejercicio de constante meditación que lo ponía en estrecha conexión con las necesidades del sistema jurídico. Por eso, su visión transitaba desde la valoración de las condiciones que imperaban en el ejercicio profesional del derecho para, sin titubeos, proponer sus reformas o adiciones. Nunca tuvo reticencias para exponer sus puntos de vista, y esto lo llevó, en muchas ocasiones, a navegar a contracorriente de doctrinas consagradas. El mérito de la obra, por este motivo, sintetiza su disposición didáctica con un excepcional sentido práctico.

Tal vez por ello el maestro haya servido de influencia para los más destacados juristas de nuestro país y de otras latitudes del mundo, quienes han desarrollado sus trabajos desde esta visión orientadora de su labor académica. Sus aportaciones, por esta razón, se extienden a los más diversos campos del conocimiento jurídico. Pero en particular, se debe a Héctor Fix-Zamudio, bajo la influencia de juristas como Eduardo J. Couture, Piero Calamandrei, Mauro Cappelletti y Niceto Alcalá-Zamora, haber construido la concepción del derecho procesal constitucional como disciplina autónoma. La lectura atenta de sus obras reunidas en la memoria de El Colegio Nacional es indicativa no sólo de sus múltiples intereses académicos, sino también lo hace partícipe del proceso científico de configuración de esta materia. De hecho, se le atribuye dentro de las facetas por las que ha atravesado dicha disciplina (precursora, descubridora, de desarrollo dogmático-procesal y conceptualización sistemática) ser el protagonista de la última etapa.

Pero, además, sus méritos académicos le han servido para reconocerlo como un pionero en el estudio de la interpretación constitucional, así como un precursor importante para la adopción de diversas figuras jurídicas en nuestro país (como el ombudsman), y uno de los promotores más autorizados de la nueva Ley de Amparo. Su influencia es tal que no se limita al justo reconocimiento que tuvo en su vida, sino que habrá de transcender al tiempo; quizá, como suelen decir los filósofos, su obra está destinada a convertirse en un autentico clásico del derecho procesal constitucional, es decir, que a pesar del paso de los años, se seguirá leyendo como un jurista contemporáneo.


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