El arte y los derechos humanos

Publicado el 9 de marzo de 2021


Guillermo José Mañón Garibay

Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM,
email guillermomanon@gmx.de

Consecuencia de la Segunda Guerra Mundial fue la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la nueva concepción del arte extremo (shock art). La primera intentó crear de nueva cuenta una organización mundial armónica a través de un mínimo de derechos fundamentales. La segunda procuró demostrar que ese mundo armónico era imposible desde cualquier punto de vista: judicial, político, económico, etcétera. Derecho y arte marchan desde entonces en direcciones opuestas: uno, procurando insuflar vida a la nueva utopía (derecho aspiracional); el otro, mostrando que es imposible recuperar el paraíso perdido. Debido a esto, no es casual que hoy día los juristas carezcan de gusto artístico tanto como los artistas de respeto por la legalidad.

Para entender mejor esta desavenencia entre dos esferas del quehacer humano es necesario echar un vistazo al desarrollo del arte y de la utopía social.

Comenzando por la utopía social, ésta tuvo su arranque en las elucidaciones mítico-fantasiosas del espíritu religioso del hombre. En un intento de aclarar por qué sufre tanto el hombre en su supervivencia diaria se propuso un estado idílico previo al pecado donde el hombre armonizaba con su entorno y creador. Pero su desobediencia a la voluntad divina desencadenó una serie de desgracias que le condenaron a ganarse el alimento con el sudor de su frente, a parir con dolor y a esperar como destino inexorable la muerte. Pero no sólo pervirtió la relación con su Dios, sino también entre los hombres; desde entonces, la convivencia humana adoleció de disarmonía, y no por la escasez de recursos, sino por la envidia que corrompe la naturaleza humana y convierte al hermano en un asesino del hermano. La animadversión entre Abel y Caín procuró dar cuenta de la discordia prevaleciente en la convivencia social. Para completar las facetas de la interacción humana, el Antiguo Testamento imaginó en el libro del patriarca Noe la hostilidad dentro del entorno natural y el diluvio universal como la única posibilidad de recuperar la concordia desde un nuevo comienzo con unos pocos ejemplares elegidos (de cada especie, incluyendo al hombre mismo).

Pese a todo (i. e., a la triple ruptura con Dios, el hombre y el entorno) nunca se ha abandonado la esperanza de restituir algún día la disposición armónica original, sea mediante la ayuda de un mesías, el contrato social justo o el socialismo científico. La ilusión en mejores mundos posibles acompaña al hombre siempre y desde siempre, porque para él no es posible existir sin esperanza. No obstante, el arte extremo o shock art se erige en un mentís a esta propensión a soñar con un mundo mejor.

¿Cómo fue que se gestó el pesimismo radical del shock art si comparte el mismo antecedente histórico con la carta universal de los derechos humanos y su espíritu renovador? La dificultad para responder a esta pregunta reside en que después de la Segunda Guerra Mundial se multiplicaron los enfoques teóricos dentro de las ciencias sociales y las humanidades, sea por la secularización del orden nomotético, el cambio de categorías científicas o la polisemia de los lenguajes artísticos. La posmodernidad se presenta ahora como un discurso de muchas caras que impide, primero, ejecutar un mapa completo del espectro cultural y, segundo, facilitar la convergencia en un enfoque unitario. Esto debido principalmente a que las distintas interpretaciones se descalifican mutuamente. Sin embargo, después de la desintegración del mundo de ayer, persiste la conciencia en busca de contenido.

Primero, es menester decir que el shock art actual es un depurado del dadaísmo y del avant-garde de principios de siglo XX, un auténtico heredero de la catástrofe causada por la Segunda Guerra Mundial, que terminó con la fe en un futuro racional y sosegado. Para sus integrantes es incomprensible que la cultura occidental se haya elevado tanto solamente para producir devastación y tristeza. Después de las dos grandes guerras mundiales (y las lindantes a la guerra fría), la ilusión de continuar construyendo un mundo armónico resulta ser un prurito cínico y desvergonzado. La saña belicosa mostrada exterminó también a todos aquellos grandes anhelos del pasado que perseguían un arte perenne o valores morales universales (como los de la carta universal de los derechos humanos), porque frente al espíritu bélico del hombre se erigen la esperanza como algo absurdo y fuera de significado.

El shock art profundiza el movimiento iniciado por el avant-garde y por el dadaísmo, que se empeñaron en la desintegración de todos los mitos de la razón ilustrada. Si antes de ellos el expresionismo, cubismo y simbolismo, etcétera, creyeron aún en la existencia del arte como disciplina independiente y privilegiada, el shock art rechazó de entrada esta concepción, porque considera que el “arte” es una manifestación social más, equiparable a un pensamiento banal, emoción espontánea o espasmo reflejo.

El shock art, a semejanza del dadaísmo, también se ha presentado como un movimiento anti-artístico, anti-poético, antí-literario, con un ánimo destructivo de lo bello eterno y la perennidad de los principios, las leyes de la lógica o rigidez del pensamiento. En contraste con las escuelas mencionadas de los “ismos” (como del cubismo, futurismo, expresionismo, abstraccionismo), el shock art ha propugnado por la libertad desenfrenada, la espontaneidad de lo inmediato y actual, pero también por lo aleatorio y contradictorio. Ha defendido el No allí donde se asiente ciegamente, ha propuesto el caos frente al orden alienante, ha elegido la imperfección sobre la imposición de lo bello y la supuesta perfección del canon.

Es así como el shock art salvaguarda su principal postulado, a saber: la libertad sin cortapisas. Por eso, no se deja reducir a ningún “ismo”, porque éstos aprisionan la creatividad humana y se juzgan la única expresión legítima del espíritu.

Si hoy día no existe algo como el ARTE, entonces lo importante para el shock art es crear algo que provoque excitación y escándalo, que contravenga al buen sentido, a la obediencia al mando y sus lineamientos. Lo que dirige al arte shock no es la razón armonizadora, sino la arbitrariedad irreverente y el carácter provisional y sucedáneo de todas las experiencias mundanas.

¿Puede haber algo más opuesto al derecho y su anhelo esperanzador en un mundo mejor de derechos humanos universales?


Formación electrónica: Yuri López Bustillos, BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ignacio Trujillo Guerrero