La deuda como tecnología de dominación

Publicado el 10 de marzo de 2021

Andrea Lorena Rodríguez González
Licenciada en Derecho por la Universidad Autónoma
del Estado de México (UAEM) y estudiante de la Maestría
en Derecho por la UNAM
emailabg.rodriguez@live.com.mx

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Eduardo Daniel Vázquez Pérez
Sociólogo, por la FES Acatlán, UNAM,
Investigador visitante por la Universidad Complutense de Madrid, España, y
maestrando en el Posgrado en Derecho de la UNAM
email vazquezdaniel252@gmail.com
twitter@EdanielVPmx
interhttps://www.instagram.com/edanielvpmx/

Las autoridades mexicanas, desde el 2020, declararon la emergencia sanitaria como consecuencia de la pandemia por SARS-CoV-2, ergo, millones de empresas micro, pequeñas y medianas tuvieron que cerrar definitivamente, pues las medidas que se implementaron para evitar la propagación del virus impidieron que éstas pudieran seguir operando con normalidad.

Como consecuencia de ello, para finales de 2020 se registró una disminución del 8.1% de las empresas con respecto al censo económico realizado en 2019. Esto favoreció la disminución de la generación de empleos y fuentes de trabajo hasta en 20%, condición que a su vez pone en duda la situación económica de las personas y de sus respectivas deudas. Sin fuentes formales de ingresos, se presume que la morosidad crediticia de las personas aumentó considerablemente durante la pandemia y la fuerte crisis económica que sigue azotando al país.

Por lo ya referido, es fundamental entender el fenómeno del endeudamiento como una tecnología de control, la cual tiene por objetivo aprehender a las y los individuos dentro del sistema, para efecto de cumplir las demandas del ejercicio del poder económico y, de esta manera, poder llevar a cabo las actividades sistémicas que coadyuven a la acumulación incesante de capital en beneficio de la oligarquía global.

No obstante, tanto a nivel interno como externo los procesos de endeudamiento no son exclusivos de la sociedad posmoderna, sino un producto que deviene desde tiempos ancestrales. En cuanto al primero, se da con el nacimiento de las instituciones de crédito y los mercados de capital del siglo XIX en México, entre las cuales se pueden resaltar el Banco de Londres y México, Banco Santa Eulalia, Banco Nacional Mexicano, Banco Mercantil Mexicano, el Código de Comercio de 1884, el Banco Nacional de México, Banco Minero de Chihuahua y Banco Porfirista.

Por otro lado, en cuanto al plano internacional, el endeudamiento de México nos remonta al año de 1823, donde el gobierno mexicano solicitó un préstamo económico con Inglaterra, situación que permitió que el país anglosajón se convirtiera en el principal acreedor, mientras que el Estado mexicano se sometió como deudor para cumplir su obligación de carácter económico.

En las sociedades hipermodernas, la búsqueda por el bienestar de la población ha permitido que los individuos estén sujetos a las necesidades del sistema económico, esto quiere decir que los individuos no son dueños de sí y por sí mismos, sino que están estrechamente vinculados a dicho sistema con el único objetivo de desempeñar diversos roles dentro del mismo, y de esta manera se dé la posibilidad de la existencia del llamado hombre unidimensional; aquel que, según el sociólogo alemán Herbert Marcuse, se acopla al sistema y no el sistema a él.

En ese orden de ideas, Maurizio Lazzarato refiere al respecto lo siguiente:

El crédito es uno de los mejores instrumentos de explotación que el hombre haya sabido establecer, porque algunos individuos, fabricando papel, pueden apropiarse del trabajo y riqueza de otros. Si bien es cierto que los bancos son una herramienta para la realización de proyectos de carácter personal, quien pide el préstamo para realizar sus sueños personales termina aceptando las condiciones de inequidad impuestos por la entidad financiera como las únicas posibles (La fábrica del hombre endeudado, Argentina, Amorrortu, 2011, p. 25).

Entonces, se puede decir que los derechos sociales como el acceso a la educación y al patrimonio digno y decoroso, según lo establecido en la carta magna, específicamente en los artículos 3° y 4°, respectivamente, se han convertido en un objetivo que deviene forzosamente del endeudamiento, esto quiere decir que se produce una conversión de un derecho social en deuda, pues para lograr dichos beneficios en la mayoría de los casos se necesita de la ayuda de un préstamo que condena indefinidamente al acreditado a un trabajo.

En la actualidad, cada sujeto posee libertad para decidir con quién desea laborar, sin embargo, son las condiciones externas a éste —las estatuidas por el sistema más importante de todos: el económico— las que condicionan cómo los sujetos sociales pueden aspirar a mejores condiciones de vida.

Finalmente, surge una relación recursiva entre acreedor-deudor, esto significa que el acreedor está en el deudor, tanto cuanto el deudor está en el acreedor, la cual se institucionaliza a través de las tecnologías del endeudamiento. En palabras del filósofo italiano Maurizio Lazzarato, “el sujeto compromete en todas sus actividades los recursos inmateriales, efectivos y cognitivos de sí mismo, y, por otro lado, el empresario de sí mismo es simultáneamente patrón de sí mismo y esclavo de sí mismo” (idem).

Referencias

Cosso, Melina, Poder y resistencia en la relación entre acreedor y deudor (Michel Foucault, Derecho y poder), Buenos Aires, Ediciones Didot, 2017.


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