Los sistemas ideológicos y de control social

Publicado el 12 de marzo de 2021

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Eduardo Daniel Vázquez Pérez
Sociólogo, por la FES Acatlán, UNAM,
Investigador visitante por la Universidad Complutense de Madrid, España, y
maestrando del Posgrado en Derecho de la UNAM
email vazquezdaniel252@gmail.com
twitter@EdanielVPmx
interhttps://www.instagram.com/edanielvpmx/

Dedicado a mis amados padres, Estela y Daniel, por darme el impulso para
alcanzar lo imposible.
¡Gracias por tanto!

I. Introducción

La naturaleza intrínseca del ser humano ha sido relacionarse entre sí con la finalidad de establecer diversos mecanismos de control y vías de acceso al orden y organización social.

Desde tiempos ancestrales, la imperiosa necesidad del hombre de regular y controlar todo a su alrededor, ha establecido una línea diferenciadora entre el orden y control social, y entre la desobediencia, que, a la luz de épocas recientes, podría dividirse como desobediencia o resistencia civil pacífica; que, sin embargo, atiende a la misma problemática que la origina.

Dado que el ser humano se encuentra inmerso en un mar andante de seres iguales, las relaciones entre sí no pueden darse de otra forma que no sea social. En ese sentido, las relaciones sociales que el mismo ser humano establece, define y limita, son las interacciones diarias y cotidianas a las que el hombre en sociedad se obliga a desenvolverse.

Bajo esa perspectiva, las relaciones humanas se establecen en dos principales líneas de acción, la noción del er libre, y la dominación por parte de una o varias personas sobre otra u otras.

Respecto a la primera, recae esencialmente en la idea de que el ser humano es libre por naturaleza, y por ello, no debe quedar sujeto a la voluntad de terceros. Señala Sánchez Sandoval que la autoconciencia es una identidad, que implica de manera innegable que no puede ser de otros ni para otros, pues se adscribe como una característica única del ser humano.

No obstante, la realidad que atañe a las personas, es el hecho de vivir en sociedad, que, como marcaba Aristóteles, la complejidad del ser humano se centraba de manera casi primordial en la verdad fáctica de que aquél es un ser racional, un zoon politikón.

Sin ánimo de entrar al debate de la racionalidad política del animal pensante, la realidad es que el ser humano yace encarcelado en una sociedad que inminentemente basa su organización en un sistema de control y dominio, que atiende el establecimiento de normas encaminadas al ejercicio económico del poder, para satisfacer necesidades de terceros mediante la operacionalización de conductas de otras personas, y así, el sistema se convierte en un bucle interminable de acciones mandatadas por personas, realizadas por personas, para la satisfacción de necesidades económicas de otras personas.

En ese sentido, las relaciones de poder que señala Sánchez Sandoval como las idóneas para el establecimiento humano, son aquéllas en donde se construye, y eventualmente, impera la conciencia de lo real; que es la autopercepción que cada persona tiene de sí mismo y a la vez, constituye una conciencia individual, pero, a sabiendas de que la ola social en la que yacen las personas, las atraen a vivir en un sistema multifactorial que inmiscuye una cantidad determinada o indeterminada de sujetos.

Es decir, la conciencia de lo real que cada persona posee atiende a una perspectiva única e individual, que al momento de desarrollarse en sociedad, se supedita a la conciencia de lo real, pero de aquella persona, o cúmulo de personas, que detentan el poder.

Si bien es cierto que la mejor forma de armonizar el orden social es permitiendo un desarrollo plano u horizontal de conciencias de lo real —tantas como número de personas haya en aquélla—, también lo es que el propio sistema, repleto de ideologías, requiere que una de ellas resalte, y se haga valer para el funcionamiento en masa de dicho sistema; pues las ideologías fundamentan el actuar de las órdenes de obediencia entre el ente dominante y el ente dominado.

II. Desarrollo

En la cosmogénesis de la civilización azteca, la construcción de la autoconciencia se daba en lo que era llamado la cohuayotl —una sociedad de poder de colaboración— en la que se esperaba que sus miembros fueran autoconcientes, es decir, los integrantes tenían que ser en sí mismos, para sí mismos y por sí mismos.

Esto tiene relación con la noción de autoconciencia, en donde las personas son capaces de autopercibirse como seres racionales y funcionales dentro de un sistema social, no necesariamente uno preponderantemente económico, sino un sistema de reparto de roles y funciones a seguir de manera concatenada y sistematizada para la obtención de un fin común.

En la actualidad, el proceso de la autoconciencia es algo similar a la civilización azteca, pues se espera que todas y todos los sujetos sociales puedan construirse de manera autónoma, teniendo como base al Tea (en la civilización azteca el Tea era la luz, el profesor, el sabio), pero diferente a él o ellos para ser un reflejo de “sí” y para “sí” mismos. La función sistemática del orden social se refleja en la labor de ciertos entes sociales para la adecuada estructuración de dicho sistema social.

La edificación del sistema social tiene sus cimientos en las concepciones del mundo de lo concreto y el mundo del lenguaje, aunque la relación es íntima y sirve para sustentar dicho actuar, cada noción opera por separado.

La primera de ellas hace referencia a la materialización fáctica del mundo real que nos rodea, pero que por el dinamismo social y cotidiano, rara vez reparamos en ello. Existe una estrecha relación entre el mundo de lo concreto y la ciencia, pues ésta robustece la conceptualización del mundo de lo concreto como una limitación verídica en todo momento, pues de aquél no pueden desprenderse verdades absolutas.

Por su parte, la noción del mundo del lenguaje se centra más que nada en la construcción sistematizada que las y los individuos de un grupo social atañen a dicha organización social para sentar las bases de su coordinación y manejo operacional, que construye la conciencia de lo real. Con esto, paulatinamente se construye el núcleo social a través de la aceptación colectiva del sistema social, objetivándolo como algo real y sustancial.

Así pues, se establece que la edificación del sistema social tiene sus cimientos en la materialización del mundo del lenguaje, y no en el mundo de lo concreto. La sociedad no se construye en éste, sino a partir del mundo de las palabras, es decir, a partir de un sistema comunicacional que las propias entidades de un grupo social establecen y legitiman como válido para su andar social; en otras palabras, las palabras ya institucionalizadas se consideran como verdades o como algo real, que permite a su vez, la creación de cuerpos legislativos que adquieren el carácter de normas jurídicas, en su sentido ontológico, y que regulan la actuación del hombre y la mujer en sociedad.

Es por ello que, como menciona el citado autor en su obra Epistemologías y sociología jurídica del poder (UNAM, FES-Acatlán, 2012), la creación y estipulación de un sistema de lenguaje o de palabras, se legitima como realidades objetivas, pudiendo autorregenerarse y evolucionar por sí mismo; contrario sensu ocurre en el mundo de lo concreto, que no permite verdades absolutas ni realidades objetivas por su propia naturaleza y dinamismo social.

Se puede concluir el presente apartado, develando la fundamentación del sistema social sobre nociones ideológico-sociales que permiten que asentamientos humanos, en primera instancia, se autorregulen y se autodeterminen, con base en sus creencias y en los sistemas dogmáticos que tengan, sea porque así convengan a sus intereses, o porque fue una herencia generacional que al pasar del tiempo de adoptó como válida.

Ejemplo de este caso era el sistema social que predominó en varias culturas del México pre-colonizado —otro ejemplo del sistema de dominación y de búsqueda, a veces irracional, del poder—, en donde la cohuayotl era la aceptación colectiva del sistema social, en donde todas y todos aceptaban el rol o papel que ellas y ellos mismos se habían autoprescrito, pues la conciencia que predominaba era la propia, de sí mismos, para y por sí mismos.

En segundo lugar, la limitación que conlleva el mundo del lenguaje, basado en nociones ideológicas, sociales, jurídicas, dogmáticas, culturales, etc., pero que en ocasiones se encuentra reducido por la limitante y complejidad de universos —de inclusión y de exclusión— que apareja el sistema comunicacional, y que de éste, como ya se mencionó, se desprenden el resto de los subsistemas.

Ejemplo de esto, es a lo que Niklas Luhmann definió como sistema artificial, es decir, una especie de híbrido entre ambos mundos, de lo concreto y del lenguaje.

III. Resultados

El sistema social se construye de manera cotidiana, pues la ambivalencia del lenguaje hace que éste se enriquezca, modifique, cambie, o incluso altere, de manera diaria; y la sociedad que se halla íntimamente relacionada con el sistema comunicacional, cambia a la par.

Dicha construcción ideológica busca primordialmente que se establezca un sistema de dominio o de control social, que permita la armonización del hombre y la mujer en sociedad, esto quiere decir, se busca que mediante controles sociales se forme un sistema de jerarquización y dominación del poder, que incluso se extrapone a nuestros días.

Pueden coexistir dos formas o medios de control social, el formal y el informal. El primero de ellos hace referencia al subsistema jurídico-social, que enfoca sus estudios en buscar la penalización jurídica de ciertas conductas, y que está socialmente establecido y acatado. Mientras que el segundo de ellos hace referencia a la conciencia que cada persona autopercibe de sí misma, es decir, a través de normas de carácter moral, se establece un sistema de culpabilidad que ciñe primordialmente al o a la responsable de dicha conducta. En otras palabras, el control social informal pugna por que sea la misma persona, consciente de sí mismo, quien se autocalifique y valore sus acciones basadas en lo que está socialmente aceptado y no tanto regulado.

Para ambos casos, se encuentran subclasificados en puros y espurios, y en blandos y duros. Para efectos del presente escrito, se hará una breve mención de cada uno, para efecto de caracterizar la importancia en el sistema social predominante en el mundo actual.

Los controles sociales formales puros son aquellos en donde la norma jurídica positivada es una máxima de cumplimiento obligatorio y coercitivo, que en todo momento debe acatarse. Casi de manera paralela, están los controles sociales formales espurios, los cuales son de igual forma obligatorios y coercitivos, pero no respetan el valor axiológico de los principios jurídicos, o los principios generales del derecho, universalmente establecidos y cumplidos. Esto significa que este control social cumple con una línea discursiva, pero no en la forma de su creación.

Los controles sociales informales puros atienden a su naturaleza de culpabilidad, pues aunque no son jurídicamente coercitivos, si provocan cierto grado de culpabilidad dentro de la persona. Por su parte, los espurios son aquellos que no respetan su propia línea discursiva y pierden sentido de racionalidad.

Cuando alguno de los dos controles sociales ya mencionados está condicionado para su aplicación, se dice que son duros o blandos. Aquéllos, cuando se ejecutan ante personas con dominio y poder dentro de la esfera social, y éstos, cuando se ejecutan ante personas débiles en el sistema social o sin poder.

Lo anterior se relaciona con la noción de los universos de inclusión y de exclusión, pues la reproducción del sistema social, aunque se legitime por el mundo del lenguaje, no se erige en un plano de igualdad.

Partimos de la idea de Occidente de finales del siglo XX, en donde la construcción de un sistema parejo para todos los integrantes de la sociedad no tomó relevancia alrededor del globo, sino hasta finales de la Segunda Guerra Mundial.

La inequidad y la desigualdad que vivió el mundo en cada uno de sus aspectos durante varios siglos, en donde preponderó un sistema de dominación y control económico por grupos sociales selectos, abrió la brecha social para delimitar una clasificación entre dos mundos, donde la discriminación so cualquier característica reinaba en todos los aspectos sociales.

La norma jurídica, como sistema ideológico del derecho, se posicionó como una norma de carácter ontológico y de control social, enfocado en sistemas de inclusión y de exclusión; que permitió un dominio social entre las y los individuos de un grupo social.

La permisibilidad durante varias décadas dio pie a que surgieran nuevas formas de orden social, basado en formas de control social que, a la luz de la modernidad, se traspone como un sistema líquido, entendiéndose éste como aquel mundo cambiante y volátil. Las personas, dentro de un sistema social, y como entes cambiantes, propiciaron una categoría sustentado en un sistema en constante metamorfosis, que responde a factores educativos, culturales y económicos, pero siempre, sociales.

IV. Discusión

La volatilidad que presenta el mundo del lenguaje hoy en día se traduce en un sistema moderno dentro del ámbito de lo social. Al pasar de los años, los sistemas de producción y de dominio social han ido perfeccionándose dentro de los universos de inclusión y de exclusión, que se plasmaron dentro del aspecto jurídico-sancionador, es decir, dentro de la materia penal.

Para el caso concreto de México, el neoliberalismo, plasmado como un eje económico rector durante mediados del siglo pasado, y como parte instrumental del subsistema económico, ha causado gran revuelo en la agenda de la política nacional de los últimos años, y con mayor énfasis, en los últimos meses.

El avance de la modernidad en el aspecto social y jurídico se ha fortalecido dentro de la imposición del orden social, es decir, del control social. Sin embargo, la modernidad del mundo actual ha quedado rebasada en varios aspectos, empleando el término de posmodernidad.

La posmodernidad es la aceptación concatenada y colectiva de las normas o formas de control social, pero en un plano internacional, que son impuestas de manera paralela a otros sistemas, polarizando sus efectos a la soberanía territorial de cada Estado.

La evolución planteada aquí para llegar a un populismo antagónico —como lo refirió en algún momento mi profesora Chantal Mouffe en el verano de 2018 en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Complutense de Madrid, España—, se centra en el dominio de la vida sobre el cual el poder ha establecido su control.

De esto, surge una corriente nueva para el estudio, sobre la tendencia del populismo de izquierda, que a la par, enfoca estudios en el sistema de dominio social entre Estados, aceptado en la cumbre del derecho internacional. Como ideología política, con elementos y retórica propios del populismo, la posmodernidad cuenta con varios postulados o principios que regulan el control social en la competencia jurídica-penal dentro de los Estados jurídicamente establecidos.

Ejemplo de ello se encuentra en la confrontación a la corrupción en México, en donde el neoliberalismo, no como programa intelectual, sino como sistema de ideas —comunicaciones— cuya trama básica es compartida por economistas; pero también como un sistema político: una serie de leyes, arreglos institucionales, criterios de política económica, fiscal, derivados de aquellas ideas, y que tienen el propósito de frenar, y contrarrestar, el colectivismo en aspectos muy concretos.

Del mismo núcleo han surgido estrategias para casi todos los ámbitos: hay una idea neoliberal de la economía, que es acaso lo más conocido, pero hay también una idea neoliberal de la educación, de la atención médica y la administración pública, del desarrollo tecnológico, una idea del derecho y de la política.

V. Conclusiones

La interminable búsqueda del poder, y de los medios necesarios para obtenerlo, y posteriormente, legitimarlo y perpetuarlo, han propiciado que el actuar del ser humano se base en un sistema de dominio, estableciendo todos los mecanismos latentes para alcanzarlo, desde sistemas con penas crueles e inhumanas —a la luz del derecho humanitario y so una perspectiva de derecho comparado de los siglos XX y XXI—, hasta tratos diferenciados, crueles, y de exclusión.

Claro está que esta óptica sale bajo la lupa del derecho posmoderno, como un sistema de control social y de perpetuación económica, pero por ello no deja de ser menos atractivo su estudio y análisis para fines del presente escrito de carácter indagatorio.

El mundo del lenguaje es aquella construcción que yace de manera fáctica e independiente de la construcción del sistema social, pues éste nadie lo ve como algo real o concreto. Así pues, la edificación del sistema social se basa en el mundo de las palabras, como un sistema de control socialmente establecido y permitido.

De esa manera, los sistemas ideológicos de control social, antes expuestos, aplican de manera contundente a la realidad histórico-social de la que México es parte en uno de sus subsistemas, es decir, el jurídico —penal— sancionador.

Para el caso en concreto sobre el derecho penal y el combate a la delincuencia organizada, la aplicabilidad de los sistemas de control social impera de manera coercitiva, tal como lo son los formales, dentro de un sistema sancionador y punitivo, pero de igual forma, las creencias del sistema de control informal adquiere relevancia, pues el cumplimiento de la norma jurídica no se exime por su desconocimiento, ni por la ignorancia de la tipificación que de ella emane, pues el orden de control moral se ha encargado de impregnar en la memoria colectiva las razones justificadas del por qué no cumplir con dichas conductas, no obstante, ello no significa que exista una disminución en el número de casos o que la invidencia delictiva baje.

En ese sentido, se puede establecer que el aumento del cuerpo normativo jurídico-penal, o el aumento en la pena no van de la mano con la disminución de dichos problemas sociales, pero sí atiende, de manera multifactorial, el conglomerado de problemáticas sociales dentro del sistema de orden social.

Ante el aumento de demandas sociales, la norma jurídica se halla en un sinfín de complicaciones al momento de buscar su aplicación para la resolución de conflictos y controversias. Las normas de control social sólo buscan atenuar el número de repeticiones de conductas de tipo penal, mas no eliminar la culpabilidad ni la sanción de aquéllos. Es decir, dentro del ámbito penal, la norma jurídica se posiciona como una norma de carácter sancionador, pero en primera instancia, como una de carácter preventivo.


Formación electrónica: Yuri López Bustillos, BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ignacio Trujillo Guerrero