El encriptamiento intelectual

Publicado el 26 de abril de 2021

Andrea Lorena Rodríguez González
Licenciada en Derecho por la Universidad Autónoma del Estado de México
(UAEM) y estudiante de la maestría en Derecho por la UNAM
emailabg.rodriguez@live.com.mx

Eduardo Daniel Vázquez Pérez
Sociólogo, por la FES Acatlán, UNAM,
Investigador visitante por la Universidad Complutense de Madrid, España, y
maestrando en el Posgrado en Derecho de la UNAM
email vazquezdaniel252@gmail.com

twitter@EdanielVPmx
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En la actualidad, y gracias a los avances de la tecnología, es posible el acceso a las diversas fuentes de información; sin embargo, también es posible encontrarnos con datos no verídicos, o como coloquialmente se les conoce, con contenido basura, tal y como lo señala Enrique Serna en la Genealogía de la soberbia intelectual: “Las toneladas de chatarra que las televisoras fabrican a diario embotan la sensibilidad del público y le cierran camino para escapar de la masificación”.

Hoy en día lo único que se ha reemplazado han sido las pantallas, pero no se ha logrado una selectividad en cuanto a los contenidos. Ahora bien, cabe mencionar que la capacidad de elección está supeditada al nivel de conciencia de cada persona, pero ¿cómo lograr que el público que a diario se sumerge en las redes sociales logre tener una capacidad selectiva? Está claro que no se puede obligar a nadie a culturizarse, y mucho menos a sugerir que el tiempo libre se ocupe para consumir contenidos de mayor provecho intelectual.

Llegados a este punto, parte del tedio de los estudiantes y los consumidores, en general, de contenidos, surge porque mucha de la información académica se muestra de forma casi inaccesible para el entendimiento secular; es decir, sólo quienes gozan de un grado de especialidad en temas avanzados son capaces de desmenuzar información técnica —queda claro que cada área de conocimiento posee su propio lenguaje—, sin embargo, también es posible trasformar las formalidades para enviar un mensaje simple y claro, para que el conocimiento sea asequible.

Avanzando en este razonamiento, el miedo a perder el carácter autoritario —en el caso de los instructores— ha invitado a formar un clan de personajes que se jactan de doctos, como dueños de un saber incomunicable, que de aplicar alguna técnica pedagógica diferente tendrían que suplir esa incapacidad de transmitir conocimiento con ingenio y talento. No obstante, no todo le concierne a los educadores, sino que también se puede observar este tipo de encriptamiento de la información en los poderes del Estado. Por ejemplo, el Poder Legislativo, quienes usan un lenguaje incomprensible para la mayoría de la población al redactar los ordenamientos jurídicos, o de los operadores derechos al dictar sentencias que sólo pueden ser traducidas por un abogado. Entonces, ¿dónde queda el derecho a la conciencia?

Ahora veamos, la raíz etimológica de la palabra conciencia viene del latín conscientia, que alude al conocimiento compartido y a la capacidad de discernir; es decir, esta capacidad biológica propia del ser humano cae en detrimento si la información que recibe es incomprensible, dejando a los sujetos excluidos de un derecho fundamental plasmado en el artículo 24 de nuestra carta magna.

De manera que, no se pretende descalificar a los grandes autores del mundo jurídico ni a los catedráticos, pero sí cabe preguntarse si las técnicas convencionales de aprendizaje, y de cualquier tipo de divulgación jurídica, son suficientes.

En consecuencia, la arrogancia intelectual limita esta apertura e interacción con los pupilos, Platón creía que sin “Participación espontánea del hombre ávido por conocer, no hay arte ni educación posible”, por su parte, Antonio Machado menciona que “Lo aristocrático y verdaderamente hazañoso es hacerse comprender de todo el mundo, sin decir demasiadas tonterías” (Serna, 2015).

Restringir la apertura de nuevos caminos epistemológicos y considerar un único estilo de aprendizaje que deviene del tea (en la cosmogénesis azteca el tea era el profesor que enseñaba los caminos del conocimiento y la vida, sin embargo, no podía imponerlos a sus pupilos, ya que éstos, en algún momento, se convertirían en dioses) significa caer en las ambigüedades de los procesos de enseñanza-aprendizaje, toda vez que cada individuo posee habilidades y formas de ver el mundo diferentes.

Bajo esta perspectiva, romper con el encriptamiento intelectual da la posibilidad de encontrar alternativas innovadoras con contenidos diferentes para efecto de allanar el camino para el nacimiento de nuevos universos posibles, donde las y los profesores, en conjunto con las y los estudiantes, puedan interrelacionar los hechos en el tiempo-espacio donde se suscitan, plasmarlos en un contexto general y analizar el objeto de estudio desde las diferentes aristas de índole político, económico y social, y su impacto en beneficio de la sociedad mexicana.

Lo anterior no es otra cosa que reafirmar el tan marcado compromiso social que tiene la máxima casa de estudios: la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) para con el país y su desarrollo —como promotora de aventuras intelectuales y no de especialistas—. Por ello, las participaciones de las y los aprendices recobran vital importancia al conocer, describir, analizar y reflexionar los hechos históricos y las trasformaciones que ha llevado a cabo la sociedad con el pasar del tiempo.

Basados en lo antes mencionado, la apertura a nuevas concepciones de ver la realidad sin monopolizar el conocimiento científico, no es tarea fácil, porque los conceptos y las variables de investigación no sólo se basan en una rama de las disciplinas científicas, como son la sociología, la antropología, las relaciones internacionales, la historia, la filosofía y el derecho, ya que la ciencia ha sufrido una explosión —podemos encontrar objetos de estudio de las ciencias sociales en el área de las ciencias biológicas y de la salud o de las llamadas ciencias exactas en el derecho—, pero también ha sufrido una implosión, porque para algunos miembros de la élite académica superar las conciencias de realidad, es decir, romper con los límites de una área específica —como productos de la microfísica del poder—, es totalmente absurdo.

Finalmente, la propuesta de romper con el encriptamiento intelectual colabora con la consolidación del derecho a la conciencia al que tenemos derecho todas y todos los seres humanos.


Formación electrónica: Yuri López Bustillos, BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ignacio Trujillo Guerrero