Transformación educativa pos-pandemia: humanismo versus tecnología

Publicado el 30 de abril de 2021

Hernán Alejandro Olano García
Institución Universitaria Colegios de Colombia, UNICOC
emailrectoria@unicoc.edu.co

Según la UNESCO, 24 millones de estudiantes de educación superior y un millón y medio de docentes universitarios se han visto afectados directamente por el cierre temporal e indefinido de las instituciones de educación superior, urgida por el principio de salvaguarda de la salud de la comunidad universitaria, a causa de la pandemia de la coronavirus tipo Covid-19, lo cual ha propiciado una revolución significativa en la forma que hacemos y entendemos la educación superior, donde lo más importante ha sido la habilidad para reaccionar, gracias a la formación en ambientes virtuales de aprendizaje (AVA) para nuestros profesores, tan solo con la actualización del manejo de las plataformas Zoom y Moodle, en el marco de mejorar la calidad educativa.

En la Edad Media, tras la desaparición de las escuelas clásicas y su metodología de la enseñanza, las artes liberales, arte del griego “areté” que significa “virtud” y “liberal”, porque su finalidad era la de formar “hombres libres”, surgieron siete artes, denominadas trivium y quadrivium. El trivium comprendía la gramática, la retórica (y la poesía) y la dialéctica. El quadrivium abrazaba la aritmética, la geometría, la astronomía y la música.

Hoy en día, las instituciones educativas están volcadas sobre la innovación de la educación STEM, que no es más que el regreso a las raíces clásicas de las artes liberales. STEM, por sus siglas en inglés, significa Science, Technology, Engineering and Mathematics (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), algo novedoso, pero incompleto. ¿La razón? Le falta al STEM corazón, es decir arte, le falta retórica y le falta el sonido de la música.

Crear, capturar y generar valor, que son los elementos de los modelos de negocio, también son parte del modelo educativo, porque se requiere ser innovadores, enamorar a los estudiantes y potenciales estudiantes con los planes de estudio y mostrar los factores diferenciales de los proyectos educativos. Ahí viene el conflicto, ¿latín o inglés? Claro, para muchos un término en latín es arcaico y uno en inglés, novedoso.

En la revolución educativa actual se requieren la digitalización de los materiales, el crecimiento experiencias y la combinación de lo clásico con lo moderno. Nada distinto a lo que en otra época fue la difusión de la imprenta, la democratización educativa y la combinación de lo que para ellos era clásico, con sus propias innovaciones. Pero nada hay nuevo bajo el sol, únicamente falta de memoria.

La lógica dominante parecería haber sido evolucionar del idealismo al realismo, a lo que hoy son los estilos de vida, propuestas de valor que satisfagan necesidades específicas, pero ¿la propuesta de valor puede desconocer la formación clásica?

Según la European Round Table (ERT), la baja natalidad y el escaso número de estudiantes que eligen carreras STEM suponen un desafío para la selección de recursos humanos en la mayoría de los países europeos. Los cambios previstos en la economía y en el mercado laboral en los próximos diez años afectarán a la demanda de profesionales STEM, que va a crecer en mayor medida que la de profesionales de otros sectores que los que no optan por estudios científico-tecnológicos como una opción. Sin embargo, como lo señala el Observatorio de la Universidad Colombiana, “el sacrificio social que se ha pagado a cambio ha sido enorme y la degradación está servida: las humanidades ya no pueden constituirse en el fondo sobre el que construir una sociedad libre y crítica”. Qué pesar, ¿la técnica se impone al humanismo?

Las humanidades han de ayudar a los estudiantes a discutir, pensar, razonar, a no conformarse, a llegar a convicciones más profundas de la vida y su dignidad como ser humano y su papel en la sociedad, las humanidades son parte de la verdad y “la verdad nos hará libres”.

El documento CONPES 3988 del 31 de marzo de 2020 fue premonitorio en cuanto a la transformación de la educación y lo que vendría con la pandemia, puesto que en Colombia, por más de dos décadas, se ha apostado por la integración de las TIC en los procesos educativos y las universidades no ha sido ajenas a ello, tanto que los avances de la cuarta revolución industrial nos permiten continuar con la creación de tecnologías digitales emergentes como la realidad virtual, computación en la nube, realidad aumentada, libros digitales, entre otros, que habilitan la transformación de las prácticas de aprendizaje y sobre los cuales esperamos fortalecer nuestra oferta este mismo año.

Otro aspecto importante es que, en algunas universidades, no todos los estudiantes tienen acceso a un equipo de cómputo, que la mayoría de las veces comparten los padres y varios hermanos para el seguimiento de las clases virtuales, razón por la cual es inminente implementar subsidios dirigidos a la comunidad universitaria económicamente vulnerable para facilitar el acceso a equipos de cómputo y a la Internet como servicio básico de la canasta familiar, exonerándolo del pago del IVA.

Los líderes de gestión hemos tenido que enfrentarnos a la presión de modificar la estructura presencial a virtual o apoyo en línea para el complemento del aprendizaje y de los recursos educativos más modernos y renovados para una transformación educativa radical.

Las tecnologías digitales facilitan la conformación de entornos que permiten desarrollar experiencias significativas de aprendizaje. Para muchos, la primera dificultad fue someterse a la presencialidad asistida por virtualidad, a las extensas jornadas frente a la computador —cuando se tenía—, a la “caída” de la Internet, al cúmulo de tareas que los docentes asignaban durante la sesión sincrónica para desarrollar en la sesión asincrónica, así como en las horas de trabajo independiente que definen los créditos de cada asignatura, pero, ante los reclamos, la realidad y finalmente las nuevas perspectivas de una mediación virtual, la alternancia de la presencialidad —blended learning— y la renovación de los materiales de las asignaturas por los docentes, pues en bastantes instituciones se ha generado lo que se ha dado en llamar corona teaching, que no es otra cosa que la expresión aplicable a estudiantes y docentes de sentirse abrumados con el nuevo sistema, así como con la utilización de los recursos tecnológicos disponibles para recibir o dictar sus cursos, como si siguieran en situación de aula física.

Hace un año, el Papa Francisco se reunió con un grupo de docentes y habló de la importancia de la educación como gestora de la creatividad de los estudiantes y como lugar desde el cual se logra la madurez del actuar del futuro profesional. Precisamente, de ese discurso, me gustó esta frase: “Para educar hay que buscar integrar el lenguaje de la cabeza con el lenguaje del corazón y el lenguaje de las manos. Que un educando piense lo que siente y lo que hace, sienta lo que piensa y lo que hace, haga lo que siente y lo que piensa”.

Esto tiene que ver con el apoyo del humanismo como eje transversal en la formación de los universitarios. Pensando en estos temas, encontré que acaba de ser publicado el cuarto libro de Iván Duque Márquez, El humanismo importa; tuve la duda de comprarlo, ya que la mayoría de políticos lanzan sus obras sólo como objetivo propagandístico, pero en las primeras páginas aparece el compromiso de entregar las regalías de esta obra a la Corporación Matamoros, así que lo adquirí y me sorprendió encontrar aquí una selección de columnas publicadas por Duque entre 2009 y 2013, cuando tenía mucho más tiempo e idealizaba lo que ahora debe enfrentar a diario, entre ello, las distintas coyunturas sociales, económicas, políticas y culturales de un país tan complejo como Colombia.

La obra del actual presidente colombiano aborda desde un hilo común la importancia del humanismo en la cultura de un país, en la vida política de una nación, en la defensa de la democracia, así como de la verdad y de las libertades, que requieren poner en el centro de cada uno de los debates al ser humano, con el desafío de tener la capacidad de ser empático con el otro, algo que hoy en día le es difícil al autor, no obstante el mandato constitucional según el cual el presidente es el símbolo de la unidad de la nación.

Duque efectúa una reflexión, expresando que no podemos solamente educar para hacer inmersiones en tecnología y utilización de lo digital, sin que hagamos una conexión estrecha con el humanismo, lo cual es la verdadera garantía para hacer una innovación social, equitativa, que busque el crecimiento económico para cerrar brechas y que fortalezca nuestro sentido de lo humano y nuestra capacidad de reunir conocimientos para el beneficio de la sociedad y el crecimiento de las comunidades.

Así, el humanismo importa porque únicamente desde una reflexión centrada en el ser humano se puede valorar el poder transformador del poder de la cultura, e incluso del diálogo interreligioso, como el que Duque, en el capítulo 71 de su libro, narra, en lo referente al libro Sobre el cielo y la tierra, que contiene los diálogos entre el, por entonces, Cardenal arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio y el rabino Abraham Skorka, para mostrarnos la importancia del consenso entre los seres humanos, incluso entre quienes poseen diferencias y convicciones distintas.

En realidad, el humanismo sí importa, ya que con él podemos entrar en un diálogo constructivo, respetuoso y sincero, para poder edificar de esa forma los principios éticos que ojalá distingan a la sociedad colombiana en las próximas décadas.

Somos ahora una sociedad digital, que se define como la sociedad moderna que integra y adopta las tecnologías de la información y las comunicaciones en el hogar, el trabajo, la educación, la política y la recreación.


Formación electrónica: Yuri López Bustillos, BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ignacio Trujillo Guerrero