Los Borbones frente a México: aportaciones del rey Carlos III de España a la
construcción de la nación mexicana

Publicado el 16 de agosto de 2021

Alfonso Guillén Vicente
Profesor-investigador en la Universidad Autónoma de Baja California Sur
emailaguillenvic@gmail.com

De la dinastía borbónica española, Carlos III es, con mucho, el monarca mejor posicionado tanto en el siglo XVIII como en la actualidad. Su reinado abarcó 28 años y fue tenido como un gobernante que siempre se hizo cargo de manera solvente de los asuntos de los ibéricos y de la Nueva España.

El actual rey español, Felipe VI, tiene su pintura en el despacho del Palacio de la Zarzuela. Una de las más prestigiadas universidades públicas españolas lleva el nombre del único rey borbón que no se autoexilió —hasta ahora—. El hit musical de Ana Belén y Víctor Manuel de 1986, “La puerta de Alcalá”, lo tiene en su primera estrofa frente al monumento madrileño que continúa viendo pasar el tiempo. Arturo Pérez Reverte, en su excelente novela Hombres buenos (Alfaguara, 2015), lo ubica conversando con los protagonistas de la Real Academia de la Lengua Española, encargados de cumplir la peligrosa misión de traer a tierras peninsulares un ejemplar de la primera edición de la legendaria Encyclopédie de Diderot y D’Alembert, donde acredita que su rey, además de cazar liebres, también lee.

Las reformas borbónicas es un tema obligado al estudiar el siglo XVIII en las asignaturas de historia. Pero fue Carlos III el encargado de llevarlas a la Nueva España, cuando su dinastía ya llevaba medio siglo de haberlas implantado en la metrópoli, después de haber sucedido a los Austrias al frente de la Corona española. Quizás los españoles se sintieron cómodos con él, pues no era un novato en la administración pública; este monarca ya tenía más de dos décadas de experiencia gubernamental merced a su estancia en Nápoles como rey de las dos Sicilias.

El encargado de llevar a cabo la tarea en tierras novohispanas fue el visitador José de Gálvez, un malagueño que había estudiado derecho en Salamanca y que al ascenso de Carlos III sirvió como secretario particular del secretario de Estado. Traía ese cargo con instrucciones secretas para investigar al virrey en turno y hacer los cambios que considerara necesarios para mejorar el funcionamiento de las posesiones de su soberano en estas tierras. No todas sus medidas funcionaron, muchas ocasionaron importantes resistencias; pero Carlos III quedó satisfecho. Lo nombró ministro de Indias.

Consideramos que una de las reformas políticas instrumentadas por Gálvez en la Nueva España es la primera aportación de Carlos III a lo que hoy conocemos como los Estados Unidos Mexicanos. La implantación del sistema de intendencias para mejorar la administración colonial.

Marco Antonio Landavazo, en su brillante ensayo sobre “El problema de las divisiones territoriales en México durante el siglo XIX”, 1 afirma que de las tres divisiones territoriales que conoció la Nueva España en sus tres siglos “la impuesta por Carlos III con la Real Ordenanza de Intendentes se propuso dotar de cierta uniformidad y racionalidad a la gran variedad de jurisdicciones que habían surgido con el paso de los años, y por esa razón se le tiene como precursora inmediata de la división correspondiente a la primera república federal mexicana”. El mismo especialista en historia regional apunta que las intendencias “después de varios ajustes a las disposiciones en la materia quedaron de esta manera: México, Guadalajara, Puebla, Veracruz, Mérida, Oaxaca, Guanajuato, Valladolid (Morelia), San Luis Potosí, Zacatecas, Durango y Arizpe en Sonora”. 2

La actividad del visitador de Carlos III en la materia se completó con la creación de la Comandancia General de las Provincias Internas, una estructura militar que quiso hacer frente a lo que el rey borbón consideraba su principal enemigo externo: Inglaterra. Ésta finalmente quedó dividida en dos, la de Oriente, que incluyó el gobierno del Nuevo Reino de León, la Colonia del Nuevo Santander (Tamaulipas) y las Provincias de Coahuila y de Texas, y la de Occidente, con el gobierno de Nueva Vizcaya (Durango), la Provincia de Sonora y Sinaloa y la Provincia de Nuevo México. Quedaron sujetas directamente al virrey: Tlaxcala y las dos Californias. 1

En la segunda aportación de Carlos III a la nación mexicana intervino más bien el azar, sin que eso disminuya en nada su valía. Es la designación de un fraile como obispo, primero de Yucatán y después de Guadalajara, Jalisco. Un maestro de la Orden de Predicadores que le cambió la vida a la capital tapatía desde finales del siglo XVIII.

Ya hemos dicho que a Carlos III le gustaba cazar liebres y no por eso desatendía sus altas responsabilidades. Se dice que lo hacía como terapia para combatir los males mentales que habían aquejado a algunos miembros de su familia. Pues bien, en una de sus correrías quiso descansar en el convento de Valverde, cerca de Madrid, aunque hay quien dice que lo tomó por sorpresa un aguacero en campo abierto. Visitó al prior y

…al ver el semblante humilde y venerable del religioso, y su ajuar compuesto de una tarima… una mesa con un tintero y una calavera, es fama que experimentó el monarca una impresión tan profunda, que pocos días después, tratándose el [nombramiento de] la mitra de Yucatán que estaba vacante, dijo a su Ministro: nombre Vd. al fraile de la calavera. 4

Alcalde fue obispo de Yucatán del 18 de septiembre de 1761 al 12 de diciembre de 1771, cuando llegó a la capital tapatía a cubrir la vacante del titular de la Diócesis recién fallecido. Había nacido en 1701 en Cigales, lo que significa que contaba con 70 años cuando arribó a Guadalajara para hacerse cargo de un obispado que entonces abarcaba buena parte del territorio que sería la República mexicana, pues no se habían creado todavía los obispados de Linares, de Sonora y de Nayarit. Visitó todas sus parroquias, construyó el famoso Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe en la capital de Nueva Galicia, promovió el poblamiento de la zona norte tapatía; pero más allá de eso fundó dos instituciones que hoy dan lustre y servicio a México: la Real Universidad de Guadalajara y el Real Hospital de San Miguel de Belén, el afamado Antiguo Hospital Civil de Guadalajara que el propio fraile diseñó y dedicó “A la humanidad doliente”, como está escrito al frente de su entrada principal.

La propia Universidad de Guadalajara lo reconoce como uno de sus fundadores y benefactores. Pero en las actuales circunstancias, vale la pena resaltar a su hospital. La Gaceta de México del 17 de marzo de 1787 afirma que Alcalde está “vivamente condolido” de los males que habían sufrido los tapatíos, pues su hospital estaba en el centro de la ciudad, “principalmente en la epidemia de fiebres [tifo] … el año próximo pasado”

…porque no habiendo suficientes enfermerías para colocar cómodamente el creciente número de enfermos, fue preciso…ocupar algunas celdas de los religiosos (betlemitas), las oficinas destinadas a la escuela y otras… que se infectaron, (entonces) se comunicó la corrupción al resto del lugar y hubo la mortandad que es notoria; (a pesar) del Hospital de San Juan de Dios, del que se estableció en el Hospicio (Cabañas) y el provisional que se puso en el antiguo Colegio de San Juan, aquél que había estado a cargo de los jesuitas. 5

Por eso, el maestro de la Orden de Predicadores, aquel prior que conoció Carlos III en 1760, pensó en remediar las consecuencias de la epidemia, y

…propuso a la Real Audiencia Gobernadora de Nueva Galicia que haría construir a sus expensas y sin perjuicio del Real Patronato, un nuevo Hospital [el hoy conocido como Antiguo Hospital Civil] a extramuros de esta ciudad, más sólido, capaz y bien dispuesto que el actual, en el que pudieran alojarse con más comodidad, más de mil enfermos de ambos sexos”. 6

NOTAS:
1 Landavazo Arias, Marco Antonio, Territorio, frontera y región en la historia de América, Porrúa-Universidad Michoacana, 2005.
2 Ibidem, p. 150.
3 Idem.
4 Don fray Antonio Alcalde, Orden de Predicadores, obispo de Guadalajara, Apuntes Biográficos, Guadalajara, Imprenta del Diario de Jalisco, 1892.
5 Ibidem, Apéndice.
6 Idem.


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