México unido: de la narrativa histórica a la ecológica

Publicado el 23 de agosto de 2021


Jorge Alberto González Galván

Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM,
email jagg@unam.mx


Más allá de los “dimes y diretes”, “mitos y verdades”, “realidades y mentiras” sobre la derrota de los mexicas por los españoles y sus aliados mesoamericanos hace 500 años, se impone la pregunta siguiente: ¿debemos seguir “fundando” nuestro “ser” y “deber ser” con base en la narrativa histórica? Me parece que ya no. Ésta se justificó en los siglos XIX y XX como tendencia mundial por la creación de los nuevos Estados “nacionales”. La unidad de sus pobladores se justificó —legitimó o manipuló, como se quiera ver— utilizando la metáfora del árbol con sus raíces y evolución basada en sus “héroes” —sobre todo— y “heroínas” —pocas—.

Así, se hicieron “himnos y banderas”, “plazas y monumentos”, “escuelas y calles” recordándonos todos los días nuestro “origen común”, del que se debería estar orgullosos y dispuestos a dar la vida. Este nacionalismo histórico-centrista ha moldeado nuestra conciencia y nos obliga a valorar sólo lo “propio” e ignorar o desechar lo “extraño”.

En un documental sobre el descubrimiento de un barco funerario vikingo por un antropólogo sueco en Noruega, menciona que nunca se sintió a gusto, a pesar de haberse casado con una nativa y tener hijos. Murió en Noruega y nunca volvió a Suecia, por ello no podemos saber si sus compatriotas suecos lo hubieran considerado, quizá, un “traidor”. En México hay personas que todavía ven mal que jugadores de futbol nacionalizados formen parte de la selección nacional. Botones como éstos son muchos en todos los países.

Las leyes de memoria histórica nos deben ir limpiando la conciencia llevando las estatuas de las plazas a los museos e identificando a nuestras calles y ciudades con nombres de plantas, minerales y animales propios de cada lugar. La memoria de nuestros hijos y de las generaciones del siglo XXI deben estar unidas por el respeto a la naturaleza.

El culto a la guerra que los himnos nacionales motivan, y el culto a la personalidad que las historias bélicas de “héroes” celebran deben ser sólo “temas” de reflexión, discusión, debate, en los espacios propios de la historia; es decir, en los espacios de formación ciudadana: los escolares, los universitarios. Y la divulgación crítica de estos temas debe ser constante en, sobre todo, medios de comunicación masiva pública (radio y televisión) y en revistas y libros de editoriales del Estado —su descarga gratuita en formato digital es una herramienta poderosa—.

La discusión está abierta, no se trata de incendiar la pradera, sino de convocar a las masas encefálicas interesadas para que se movilicen exponiendo sus puntos de vista de manera informada, respetuosa, responsable, honesta, de buena fe.


Formación electrónica: Yuri López Bustillos, BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ignacio Trujillo Guerrero