La civilización azteca: control social mediante el derecho penal

Publicado el 4 de octubre de 2021

eduardodaniel1.jpg
Eduardo Daniel Vázquez Pérez
Licenciado en Sociología por la Facultad de Estudios Superiores Acatlán,UNAM;
estancia en MacEwan University, Alberta, Canadá; investigadorcertificado por el
Vicerrectorado de Política Científica, Investigación y Doctorado de laUniversidad
Complutense de Madrid, España; investigador y miembro del personal docente de
la Universidad Carlos III de Madrid, España, y maestrando del posgrado en
Derecho de la UNAM
email vazquezdaniel252@gmail.com

“A mi amado México, el país que llevo fuera y dentro de mi piel”

El profesor Augusto Sánchez Sandoval, profesor-investigador del área de Política Criminal del Posgrado en Derecho de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán de la Universidad Nacional Autónoma de México, es un criminólogo reconocido a nivel nacional e internacional. El profesor Sánchez Sandoval, en conjunto con su esposa Alicia González Vidaurri y colegas investigadores, como son Luis González Placencia, Josefina Álvarez Gómez, Eugenio Raúl Zaffaroni, Claudia Campuzano Caballero, Marcia Bullen Navarro y Fernando Tenorio Tagle, realizaron un libro que lleva por nombre El control social económico-penal en México, mediante el cual podemos romper con los esquemas de realidad impuestos por aquellos que han detentado el poder a lo largo de la historia.

A título personal, ofrezco una disculpa a las y los lectores por no abordar los últimos dos capítulos de la obra, pues se pretende describir únicamente a las formidables culturas antiguas de México. Posteriormente, en cuanto a los temas contemporáneos del libro, servirán de objeto de estudio en tiempos venideros.

En esta obra, las y los autores consideran que la cultura azteca conformó una de las civilizaciones más importantes del periodo posclásico que, entre sus principales características, están la organización de sus comunidades y el reparto de estratos sociales. Mesoamérica fue una extensa repartición de tierras y de asentamientos humanos en donde las grandes civilizaciones florecieron y permearon en sus homólogas comunidades.

La civilización azteca tuvo su origen en 1325, al fundar la ciudad de Tenochtitlán en la cuenca del valle de Anáhuac, y por casi dos siglos se mantuvo como la entidad de mayor dominio social, político y económico en la zona centro de la mencionada región de Mesoamérica. Para los aztecas, la realidad que percibían era producto de una formación única y especial a la que denominaron cosmogénesis, que no es otra cosa sino una perspectiva del origen y creación del universo y de todo lo que lo compone.

El universo fue una creación que dentro de la mitología azteca recobraba un significado de vital importancia, pues para ellos todo se originaba con Cipactli, un ser femenino sinfín y con iluminados ojos que veían todo. De ella, y por conspiración directa de Quetzalcóatl y de Tezcatilipoca, se concibió a Anáhuac; es decir, la Tierra.

Recordando el sistema de creencias, no sólo de la civilización azteca, sino de todas las culturas predominantes durante los periodos preclásico, clásico y postclásico, su fijación no recaía sobre un sólo dios o sobre una sola deidad, ya que este sistema politeísta tomaba en cuenta elementos de la naturaleza que conformaban un equilibrio entre el todo y sus partes.

Por ello, la conformación del universo azteca requirió de la ayuda de los ometeotl, seres con características o con potencias humanas de ambos géneros: la omezihuatl, o la parte femenina, y la omeotecutli, o la parte respectiva masculina. Estos seres, junto con Quetzalcóatl y Tezcatilipoca, entraron por los cuatro puntos cardinales y ayudaron a que Anáhuac fuera desprendida del vientre de Cipactli. Todos juntos empezaron a edificar el universo, aportando cualidades específicas y divinas que no sólo quedaban supeditadas a las deidades.

La concepción universal de los aztecas era especial en el sentido de la unificación, pues para ellos el universo fue consecuencia de dioses y de personas humanas. Dicha construcción fue materializada en un plano terrenal, en lo que llamaron Cohuayotl. La Cohuayotl era la comunidad social en donde interactuaban vivos y muertos, ya que para los aztecas, una vez que se llegaba a la muerte, las personas pasaban a ser dioses y el ciclo de la vida podía ser retomado de nueva cuenta.

La Cohuayotl, como sistema o comunidad social, se conformaba de la siguiente manera:

Tameme. Los encargados de realizar los trabajos de fuerza y carga, pues no contaban con animales de carga.
Tlamatimine. Los intelectuales.
Tlacuilo. Los encargados de dibujar y documentar todo lo que sucedía.
Pochteca. Los encargados de cuidar los almacenes.
Piltin. Los encargados de coordinar las acciones del Tlatoani y de informar al reino.
Tlatoani. Conjunto de cuatro personas encargadas de vigilar el funcionamiento del gobierno.
Caballeros Águila. Los encargados de cuidar el territorio.

En la Cohuayotl imperó un sistema de que se construía todos los días y a lo largo de la vida mediante instrucciones que se aprendían en los diferentes lugares de aprendizaje. A pesar de que los aztecas tuvieron un sistema social marcado por las nulas posibilidades de “salir” de un estatus definido, la realidad es que el sistema colaborativo permitió que cada engrane pusiera en marcha la maquinaria social sin represalias ni segmentaciones pautadas.

Para la época en que se desarrolló esta importante civilización, analizar y revisar su comportamiento social posibilita vislumbrar lo avanzados que estaban respecto a otras civilizaciones. Los aztecas, es decir, las personas miembros de esta cultura, eran el complemento de un rostro exteriorizado y proyectado hacia los demás, o in ixtli, y de una consciencia individualizada y armónicamente constituida, o in yolotl.

Lo anterior era el reflejo del constante y continuo trabajo que los aztecas tenían para sí mismos, pues su construcción versaba sobre sí mismos, para sí mismos y, por sí mismos. Esto permitió que la cadena de producción social y económica no tuviera complicaciones importantes, ya que nadie laboraba para nadie, sino para sí mismos, lo cual, a su vez, permitía que la Cohuayotl fuera una unión de todos juntos. Este sistema social, cuya jerarquía era más de iure, o de derecho que de facto, representaba una organización más institucionalizada y de carácter ontológico.

Como ejemplo de lo anterior estaba el sistema educativo o de enseñanza, en donde existía una figura llamada tea, que en el calmécatl era el profesor cuyo propósito era “iluminar pero no ahumar”. La construcción de ser sí mismos se debía, en gran medida, a que los tea compartían e instruían el conocimiento de la vida y del saber, pero sin llegar a imponer dicho discernimiento como único y absoluto.

Los aztecas de igual forma, se caracterizaron por contar con un sistema de control social a base de la imposición de penas que castigaban o reconocían las diferentes conductas de aquéllos tenían en sociedad. El sistema de justicia azteca se constituía de una serie de tribunales, en donde cada uno revisaba diferentes materias e imponía diferentes penas según el tipo de delito. Éstos eran:

 Tribunal Tlacutlatoque  También denominado como ‘El Consejo de Doce Jueces’, se conformaba por cinco personas del Tlatoani y del consejo de ancianos.
 Tribunal Cihuacoatl  Se conformaba por tres jueces y por un miembro del Tlatoani. Conocían en materias de Gobierno, de Hacienda y de Justicia.
 Tribunal Tlacatecatl  Lo presidía el Cihuacoatl. Era el tribunal de apelación.
 Tribunal Teuctli  Era convocado por el Cihuacoatl. Conocía en materia civil y penal.
 Tribunal Teopical-li  Era el encargado de llevar a cabo los asuntos de los Tlatoanis o temas relacionados con la guerra.

Adicionalmente a lo anterior, existía el juez teuctli, quien era elegido cada año para solucionar conflictos menores entre los vecinos.

Los aztecas contaban con un muy desarrollado sistema social y de justicia. No fue hasta la invasión y posterior colonización española que estas prácticas fueron desapareciendo y poco a poco fueron sustituidas por un imperialismo latente por parte de la corona española.

Desde la llegada de Hernán Cortés en 1519, las instrucciones fueron rápidamente dadas a conocer y éste no hizo más que seguir las órdenes de los reyes de España. Maravillados por la riqueza desconocida de los aztecas, Cortés notificaba constantemente a su gran superior sobre los hallazgos invaluables que yacían en territorio inexplorado. No obstante, la tarea de Cortés no se limitó a notificar y a saquear, sino que al encontrarse con personas que carecían de elementos propios de los españoles, y auspiciado por el poder de la Iglesia y por el Clero, empezó a ordenar que se castellanizara el dialecto de los aztecas y a que se cristianizaran conforme a la religión católica.

Con la Inquisición de la Nueva España, que duró prácticamente lo mismo que la época colonial, empezó una travesía a lo largo del territorio por castellanizar a todo aquel ser humano que fuera encontrado. Verbigracia, el obispo Zumárraga fue nombrado, en 1535, inquisidor apostólico, y con ello comenzó la llamada Inquisición episcopal, cuyo foco de atención fue evitar y prohibir que los indios regresaran a sus antiguas creencias, castigando y condenando a quienes lo hicieran como herejes.

Para 1571 se instauró el Tribunal del Santo Oficio con la llega del general Pedro de Contreras. Éste dependía directamente del Tribunal de la Inquisición en España. Durante su gestión, las represalias fueron amplias y prácticamente discrecionales. Paralelamente, se estableció una organización de justicia denominada Santa Hermandad, en 1609, en donde los terratenientes y los caciques locales contaban con un poderío desmedido que colapsaba con el del gobierno central.

El procedimiento de la inquisición era arbitrario, imperante de impunidad y de corrupción por parte del fiscal, quien en últimas instancias tenía que, valga la redundancia, acusar a los acusados como herejes, aunado al delito en particular, que eran, principalmente:

 Decir misa sin estar ordenado.
 Contraer matrimonio por segunda vez estando la primera mujer viva.
 Contraer matrimonio siendo sacerdote.
 Celebrar pacto con el demonio.
 Ocultar algún delito.
 La idolatría.

Existían también una serie de mecanismos de tortura para obtener confesiones, cuyas penas consistían en castigos corporales, patrimoniales, pecuniarios, privativos de la libertad y de encomienda.

Con esto, la obra coordinada por Sánchez Sandoval no sólo nos describe las formas de vivir y concebir la vida de las sociedades antiguas, sino superar aquellas conciencias de realidad impuestas a lo largo de la historia por los poderosos, para efecto de develar que la vida social de las antiguas civilizaciones estaba orientada hacia un sistema de reproducción de poder-solidaridad, a diferencia de la cultura española que, como poder dominante, ejerció su poder y llevó a cabo exterminios a través de una de sus instituciones, como fue la Iglesia, para con los habitantes durante varios siglos en el territorio de la Nueva España, legitimado por medio del superior español.


Formación electrónica: Yuri López Bustillos, BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ignacio Trujillo Guerrero