Derecho y medio ambiente: proferencia y prospectiva

Publicado el 11 de marzo de 2022

Héctor Fernández
Posgrado en Daño y Delito Ecológico, Obras Civiles, Riesgos de Trabajo y
Seguridad e Higiene en el Trabajo, de la Universidad de Buenos Aires y
abogado en Relaciones Laborales por la Universidad Nacional de Lomas de Zamora
dochectorfer@yahoo.com.ar
interhttps://orcid.org/0000-0002-2892-9845
Con la colaboración de:

David Alejandro Fernández
Especialista en Ciencia de Datos, Universidad Nacional Guillermo Brown,
Provincia de Buenos Aires
rpctmp@gmail.com
interhttps://orcid.org/0000-0002-4320-288X

Martín Eduardo Fernández
Técnico Superior en Higiene y Seguridad en el Trabajo, Instituto Superior Perito Moreno,
Ciudad Autónoma de Buenos Aires
tecsupfernandez@gmail.com
interhttps://orcid.org/0000-0002-2489-0920

Podemos expresar que el ser humano nunca ha desarrollado su existencia y vivido tan unido a su entorno (vital), hasta podríamos mencionar con Sehiller (1932: 144), que se encontraba esclavo de la naturaleza, pues ésta le permitía los recursos para su subsistencia y evolución planetaria. Después de un tiempo de nomadismo en el que vive de la caza, la pesca y la recolección de productos vegetales pasa, de tal modo, al sedentarismo, ocupándose de los trabajos agrícolas y ganaderos. Con la unión de algunas familias se formarían las tribus que serían el origen de las comunidades, luego las ciudades. Conservaba el equilibrio en el medio rural, evitando el agotamiento del suelo con la rotación de los cultivos, también entre la agricultura y la ganadería.

En cuanto a la educación ambiental (su historia), podemos mencionar que “si tenemos en cuenta que la educación existe desde que hay hombres sobre la tierra (Luzuriaga, 1982: 21) no podemos olvidar la Prehistoria que, con sus 2.940 siglos, es la etapa más larga de la Historia”. 1

Recordemos que Hipócrates, Galeno y Dioscórides, famosos médicos griegos, viajaron a Egipto para nutrir sus conocimientos, y el historiador griego Heródoto nos dice que los egipcios fueron los primeros que, observando los astros, dividieron el año en 365 días, 12 meses y tres estaciones, según la marcha de las aguas del Nilo: inundación, por el desbordamiento; invierno, cuando volvían a su cauce, y verano, con la escasez. A los antiguos griegos debemos los orígenes de nuestra cultura occidental. Grecia estaba dividida en pequeñas ciudades-Estado de las que sobresalieron Atenas y Esparta. Ante la necesidad de defenderse de los ataques de los agresores externos, los griegos se convirtieron en guerreros, como podemos comprobar en los poemas homéricos del siglo VIII A. C., que tuvieron notable repercusión en la educación griega, la cual no tuvo igual desarrollo en todos ellos, sino que presenta grandes diversidades a causa del efecto del medio ambiente:

Dos aspectos principales podemos distinguir en el pensamiento griego: la primera es naturalista, ya que el hombre siente contentamiento por las cosas que le rodean; y la segunda es humanista, habida cuenta que el hombre acapara la máxima atención. El problema del mundo fue por tanto anterior al problema del hombre: antes vino el naturalismo y después el humanismo (Agazzi, 1971: 15).

Es en esta inteligencia, la importancia de la ética y la deontología, como vector conductor del equilibrio ambiental en todos los aspectos decisorios de la comunidad toda (empresaria, industrial, servicios, urbanística, salud pública y gubernamental). Asimismo, no es menor la reingeniería que nos brinda —como modelo anticipatorio— la prospectiva que, claramente, no es futurología, sino un abordaje hacia la acción y la anticrisis.

Ahora bien, con relación a la problemática salud-ambiente, podemos consignar que es un producto del desarrollo; por ende, todo deterioro del ambiente trae resultados negativos a la salud, por lo que debe destacarse, dentro de los aspectos que afectan al mantenimiento de la salud —y su posible mejora continua—, la importancia del medio ambiente. La salud humana debe recibir, sin dudas, más atención en el discurso y la pragmática sobre la política ambiental. A la luz de lo consignado, la salud, la higiene, la seguridad y la medicina exigen un fuerte componente ecológico en la actualidad, y como resultante de ello, emerge la bioética, en su actual expresión y concepción, entre otras ciencias y disciplinas concordantes.

En este orden de ideas, debemos citar, según la OMS (2015), que el cambio climático, en gran medida, influye de forma negativa en los indicadores sociales y medioambientales de la salud, como son el aire limpio, el agua potable, los alimentos adecuados y accesibles, la calidad geológica y las viviendas seguras, por lo que causara defunciones por la desnutrición, el paludismo, las enfermedades diarreicas y el estrés calórico. Todo lo antes expuesto debido a las emisiones de gases de efecto invernadero producidas por las personas y, principalmente, por los países desarrollados. Pudiéndose afectar de manera indirecta, al menos, tres clases de problemas de salud generalizados: aumento de la incidencia de enfermedades transmitidas por vectores, mayor presencia de organismos que transmiten enfermedades por el agua y aumento de la contaminación fotoquímica del aire.

En tal orden de pensamiento, nos parece relevante citar la problemática que nos trae los residuos y desechos electrónicos (Martínez y Porcelli, 2015), habida cuenta que en la actualidad tanto el sistema de cómputo como sus componentes contienen materiales agresivos al entorno natural y los consumidores se deshacen de los viejos CPUs, monitores u otro equipamiento electrónico dos o tres años después de su compra. En realidad, hace unos años el uso promedio de una computadora era de tres años; actualmente la misma se puede volver obsoleta al año de su compra, y gran cantidad de estos componentes terminan contaminando la tierra y, en muchos casos, el agua.

Toda esta producción tecnológica genera cientos de toneladas de basura electrónica, también denominada internacionalmente E-Waste (del inglés electronic waste). En Europa también es conocida como RAEE (residuos de aparatos electrónicos y eléctricos), incorporando al concepto los residuos eléctricos. El E-Waste se refiere a todo producto o componente que posee un dispositivo electrónico o chip que ha llegado al término de su vida útil y está asociado a aparatos que son utilizados diariamente y en distintos ámbitos (computadores, monitores, mouse, teléfonos móviles, calculadoras, juegos de video o cargadores de teléfonos móviles. Y en el hogar: equipos de fax, impresoras, fotocopiadoras, proyectores, escáner, centrales telefónicas). De acuerdo con la definición de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE, 2001), se considera residuo electrónico “todo aparato que utiliza un suministro de energía eléctrica y que ha llegado al fin de su vida útil”.

En el entendimiento, entonces, sobre informática-ciencia de datos y medio ambiente, contemplándose su impacto negativo y problemática (ambiental, económica, social, salud comunitaria), implica —obviamente— el involucramiento de las organizaciones productivas y de servicios, lo mismo que el colectivo de la sociedad como objetivo del bien común planetario. Asimismo, debemos reparar en toda intensificación, no sólo de la participación de los actores independientes especializados (reparaciones y otras actividades), sino fundamentalmente las instituciones educativas y empresarias, donde tienen una acabada intervención idónea el servicio de higiene y seguridad, medio ambiente y ciencia de datos sobre el particular en cuanto a su gestión y recomendaciones en tal sentido, volcando las ideas —entre otras— de sustitución, recuperación y reciclados de los elementos y materiales en general constitutivos (Fernández, D. A. y Fernández, M. E., 2021).

Para finalizar, y en el camino conducente hacia el debido esclarecimiento de los aspectos integrativos de la problemática en la naturaleza y salud ambiental, propiciamos, como ciencia mayor idónea de aplicación pluridisciplinar, el Paradigma y Doctrina (NUPAR-TAR), base rectora de sustentación del modelo planetario del Dodecaedro del riesgo laboral y ambiental; donde su visión rectora avanza —y conduce a análisis, evaluaciones, diagnósticos, acciones preventivas-anticipatorias, soluciones y mejoras continuas— hacia toda revaloración, revitalización y enriquecimiento conceptual de la salud, higiene y seguridad, bioética y ciencia de datos ambiental, entre otras consideradas y asimiladas.

Paradigma y Doctrina del “Dodecaedro del riesgo laboral y ambiental”

Fernández, D. A., Fernández, M. E. y Fernández, Héctor (24 marzo de 2021, Buenos Aires). A los efectos pedagógicos y didácticos-poliedro de doce caras (pentágonos). Los autores desarrollaron una visión más comprensible, reforzando las bondades del saber y fundamentos de la cara nuclear y estructural científica del “NUPAR-TAR” (Nuevo paradigma en administración de riesgos “NUPAR”-Tetraedro de la administración de riesgos “TAR”).

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Figura: Fernández, Héctor (2008). El Nuevo paradigma de la administración de riesgos (NUPAR-TAR). Publicación original: Fundación MAPFRE, Gerencia de Riesgos y Seguros, Instituto de Ciencias del Seguro, Madrid, España, núm. 100 (2008). Autorización: Fundación MAPFRE.org, 09/12/2021.

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NOTAS:
1 Canes Garrido, Francisco, “Antecedentes históricos de la educación ambiental: la antigüedad clásica”, Revista Complutense de Educación, vol. 6, núm. 2. 1995, citando a Luzuriaga, 1982.


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Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ignacio Trujillo Guerrero