La globalización

Publicado el 5 de abril de 2022

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Eduardo Daniel Vázquez Pérez
Licenciado en Sociología por la Facultad de Estudios Superiores Acatlán, UNAM;
estancia en MacEwan University, Alberta, Canadá; investigador certificado por el
Vicerrectorado de Política Científica, Investigación y Doctorado de la Universidad
Complutense de Madrid, España; investigador y miembro del personal docente de
la Universidad Carlos III de Madrid, España, y maestrando del posgrado en
Derecho de la UNAM
email vazquezdaniel252@gmail.com

La era de la globalización —como complejidad económica, cultural, política y tecnológica— está presente en todos los países del globo y puede verse materializada mediante la configuración de sus políticas económicas internas. Sin embargo, es importante mencionar que, en esta modernidad, las interconexiones entre los países son cada vez más marcadas; con esto pretendo decir que hay países ganadores (hegemónicos y globales) y otros perdedores (subdesarrollados y catalogados como “locales”) de los beneficios que brinda el sistema capitalista a escala global.

Los procesos globalizadores incluyen una segregación, separación y marginación social progresiva. Las tendencias neotribales y fundamentalistas, que reflejan y articulan las vivencias de los beneficiarios de la globalización, son hijos tan legítimos de ésta como la tan festejada “hibridación” de la cultura superior, es decir, la cultura cima globalizada. Causa especial preocupación la interrupción progresiva de las comunicaciones entre las elites cada vez más globales y extraterritoriales y el resto de la población, que está “localizada”. En la actualidad, los centros de producción de significados y valores son extraterritoriales, están emancipados de las restricciones locales; no obstante, esto no se aplica a la condición humana que esos valores y significados deben ilustrar y desentrañar (Bauman, 2015, p. 9).

Entonces, la interdependencia de los países subdesarrollados con los desarrollados devela la posición en la que se encuentran cada uno en el plano del juego económico a escala global. Esta razón vincula forzosamente a los países hegemónicos y a los que viven en la pobreza y la miseria —pues se precisan dimensiones entre ellos—, al ser estos últimos incompetentes para las dinámicas del ejercicio del poder económico trasnacional.

En el sinóptico, los locales observan a los globales. La autoridad de estos últimos está asegurada por su misma lejanía; los globales están literalmente “fuera de este mundo”, pero revolotean sobre los mundos de los locales de modo mucho más visible, constante y llamativo que los ángeles sobre el antiguo mundo cristiano: simultáneamente visibles e inaccesibles; excelsos y mundanos; muy superiores pero dejando un ejemplo luminoso para que los inferiores lo sigan o sueñen con conseguirlo; admirados y codiciados; en fin, son una realeza que guía en lugar de gobernar (Bauman, 2015, p. 73).

También agrega segregados y separados sobre la Tierra; los locales conocen a los globales a través de las transmisiones televisadas desde el cielo. Los ecos del encuentro reverberan globalmente, y ahogan todos los sonidos locales, a la vez que se reflejan en las paredes locales, cuya solidez impenetrable, semejante a la de una prisión, queda con ello revelada y reforzada (Bauman, 2015, p. 73).

Con lo anteriormente citado, el sociólogo polaco intenta decir que la globalización no es otra cosa que la desaparición y construcción de las fronteras entre países en un espacio-tiempo determinado; es decir, mientras que los países dominantes —los pocos y que vigilan el mundo— mantienen su lideresa, se benefician de los frutos del capitalismo y determinan cuáles son las reglas del juego económico, lo característico en ellos es que existe una porosidad entre sus fronteras —prácticamente no existen—, en tanto que en los países en vías de desarrollo —los muchos— no pasa lo mismo, porque para ellos se marcan fronteras, pero al mismo tiempo se van creando lazos de hermandad, cuyo fin pretende ser la creación de bloques económicos para ser competitivos en el campo económico internacional.

Por otro lado, para el sociólogo alemán Ulrich Beck, la globalización es la constante y radical transformación del mundo a partir de los avances científicos, tecnológicos y comunicacionales que dan la pauta para llevar a cabo la transformación de la política y, a su vez, sirva ésta como justificadora en la globalización para perpetuar nuevas formar de exclusión entre los países que integran el globo.

Ulrich Beck, inspirado en las ideas de Bauman, menciona lo siguiente: “la globalización y la localización no son dos momentos o caras de la misma moneda; son al mismo tiempo fuerzas impulsoras y formas de expresión de una nueva polarización y estratificación de la población mundial en ricos globalizados y pobres localizados” (Beck, 2006, p. 118).

Es por ello que la modernidad en comento también podría ser entendida como un concepto de carácter político, pues la globalización no es algo novedoso, sino un proceso histórico que se ha ido transformando continuamente y que ha marcado, por supuesto, dicotomías en el mercado económico mundial. Por un lado, se tienen los problemas de las grandes potencias globales y, por el otro, están los problemas de los diversos locales, a los cuales se les pretende dar solución como si fueran los primeros.

En la globalización, el intercambio de mercancías y el pluralismo universal del sistema económico han superado las actividades de los Estados para atender cuestiones de índole económica a nivel internacional. Por lo tanto, la globalización es, sin lugar a dudas, el proceso mediante el cual se estructuran múltiples conexiones internacionales de poder, tanto de carácter político como económico, cuyo objetivo consiste en mantener vigentes sus interacciones —de lo global con lo local— para impulsar la segregación entre los países del mundo.


Formación electrónica: Yuri López Bustillos, BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ignacio Trujillo Guerrero