La disidencia política organizada en las elecciones presidenciales en México:
Almazán, Padilla, Henríquez y el Frente Democrático Nacional de 1988 (primera parte)

Publicado el 11 de mayo de 2022

Alfonso Guillén Vicente
Profesor-investigador en la Universidad Autónoma de Baja California Sur
emailaguillenvic@gmail.com

En los comicios presidenciales mexicanos contemporáneos sobresalen cuatro procesos porque, según el profesor emérito de la UNAM, Octavio Rodríguez Araujo, en ellos “ha surgido una forma de oposición distinta, que llamaremos disidente, y que por ello mismo, se ha considerado como la única importante, por ser la única real en los términos del bloque en el poder”. 1

“La oposición disidente —sigue diciendo el catedrático de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional— encierra un peligro para la elite política: pone en peligro su estabilidad … y se ha expresado, en México, a través de la figura de personalidades políticas … los ejemplos más evidentes de esta oposición fueron el almazanismo (1940), el padillismo (1946) y el henriquismo (1952)”. Y nosotros pudiéramos agregar, por el momento, otro: el que encabezaron Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez, en 1988.

La violencia con que fueron tratadas las disidencias por el gobierno federal dependió del grado militar de esas personalidades políticas. Más el almazanismo y el henriquismo que el padillismo.

Habría que decir, en el caso del Frente Democrático Nacional, que la disidencia organizada no se expresó en un solo partido, como el PRUN, de Almazán; el Partido Democrático, de Padilla, y la Federación de Partidos del Pueblo, de Miguel Henríquez Guzmán. Para que Cuauhtémoc Cárdenas pudiera ser candidato presidencial en 1988, tuvo que ser postulado por organizaciones políticas que ya contaban con registro legal, como el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM) y el Partido Popular Socialista (PPS), entre otros.

Gonzalo N. Santos, el revolucionario y cacique potosino, dedicó muchas páginas de sus Memorias 2 a la disidencia almazanista, en parte porque era el líder del Senado en 1940, y también porque se consideraba que “era el que más sabía de la Revolución, de los revolucionarios, de los enemigos y de los traidores”. 3 Y es que fueron varios los jefes revolucionarios que se sumaron a la campaña de Juan Andrew Almazán; habían combatido con él o estado bajo sus órdenes, y unos cuantos, además, tenían alguna afrenta con el gobierno del general Lázaro Cárdenas. Principalmente gente del norte: de Monterrey y de ciudades fronterizas como Reynosa y Matamoros.

Para neutralizar la fuerza de Almazán, desde la Comisión Permanente del Congreso de la Unión se orquestó una campaña para dar a conocer el pasado del militar disidente. El senador Gonzalo N. Santos se encargó de recordar que “Almazán fue Jefe Político en la ciudad de San Luis Potosí en el gobierno usurpador de Victoriano Huerta y su «valiente actuación» consistió en echar levas entre la gente humilde del proletariado de San Luis Potosí y mandarlos de «carne de cañón» contra los revolucionarios”. 4 El candidato opositor se quejó ante el presidente Cárdenas, pero éste nunca le contestó.

El riesgo que representaba la disidencia organizada que encabezaba Almazán para la hegemonía de la clase dirigente siempre fue acertadamente calculado por el candidato priísta, el general Manuel Ávila Camacho, y por algunos de los políticos que estuvieron cerca de su campaña presidencial.

Cuenta Gonzalo N. Santos que “el primero de septiembre [1939] por la mañana, se levantó el general Ávila Camacho … muy alborozado … y con un periódico en la mano, agitándolo, me dijo: Compadre, ya ganamos, acaba de estallar la guerra [Segunda Guerra Mundial]”. “Compadre —le dije al general … después de leer la noticia— la desgracia de unos es la felicidad de otros, ¡pobres polacos!; pero a Almazán con esto se lo llevó la chin..., pues sin la guerra, los norteamericanos y las compañías petroleras no hubieran capitulado en lo de la expropiación y Almazán hubiera gozado del apoyo de los Estados Unidos”. 5

Y frente a la gran entrada de Almazán como candidato a la capital del país, calificada por el propio Santos como “espectacular” (montado en un caballo blanco y sin sombrero; no menos de 100 mil personas lo recibieron), el comité de campaña ávila-camachista preparó una manifestación de réplica que fue calculada en 300 mil por el gobierno. Sin embargo, para Gonzalo N. Santos, la batalla crucial iba a estar en la toma de las casillas y en la actividad el propio día de la jornada electoral. 6 Y así se lo manifestó al candidato oficial para que se prepararan los cuadros que iban a operar esa importante tarea.

En efecto, la ley para la elección de los poderes federales del 2 de julio de 1918, vigente para las elecciones presidenciales de 1940, señalaba que el primer domingo de julio del día de los comicios se instalarán las casillas electorales con una mesa elegida de entre los electores presentes, integrada de la siguiente forma: un presidente, dos secretarios y dos escrutadores. Y eso significaba que los adeptos del candidato que arribaran primero a las casillas controlarían la votación y, en muchos casos, cada fuerza política instalara su casilla para recibir los sufragios de sus partidarios. La violencia electoral era el pan de cada día. Y eso marcó los comicios presidenciales de 1940.

Y aquí una muestra: escribe el general oriundo de la Huasteca Potosina, que el 7 de julio, día de las elecciones, en la capital de la república

…como a las seis de la mañana arribamos a la Plaza Miravalle —donde a Santos le tocaba votar— y la casilla ya estaba instalada con personal almazanista —a pesar de que la votación se recibiría a partir de las ocho— “Flanqueaban al personal de la casilla los generales dados de baja Emilio Madero, Jacinto B. Treviño y al centro una señorita enarbolando una bandera mexicana. Cuando los vi, bajé acompañado de mis gargaleotes y nos abalanzamos a la casilla dando alaridos. En seguida, mis hombres, sin necesidad de instrucciones, se abalanzaron sobre la casilla y empezaron a golpearlos con sus pistolas. Ellos huyeron como gamos…”. 7

Los graves incidentes que se observaron en 1940 entre los partidarios del candidato oficial y los que apoyaron al general disidente influyeron, sin duda, en la decisión tomada por el gobierno de Ávila Camacho, a fines de 1945 y principios de 1946, de hacer una reforma profunda de la legislación electoral federal que centralizara el proceso y asegurara que las casillas receptoras no estuvieran sujetas a estira y afloja de los contendientes y sus grupos de choque. Iniciativa de ley diseñada por Miguel Alemán Valdés, el secretario de Gobernación y jefe de la campaña de Ávila Camacho en 1940.

Existe la convicción de que el general Almazán contempló la posibilidad de un levantamiento armado en caso de que el resultado le fuera adverso. Así lo confirma Gonzalo N. Santos por una conversación que tuvo en la frontera tamaulipeca con el coronel Erón Ramírez, quien en la época revolucionaria había combatido al lado del disidente “con la bandera felicista [de Félix Díaz] contra el constitucionalismo”. En la página 668 de sus Memorias (1984) apunta:

…quedamos en que Erón Ramírez había dado su palabra a Juan Andrew Almazán de estar con él, pero nos juró que antes de tomar cualquier actitud contra el gobierno pediría su baja por telégrafo y por teléfono; lo que quería decir que sí se iba a levantar en armas si Almazán se levantaba, pero antes iba a cubrir una fórmula de honor.

NOTAS:
1 “El henriquismo: última disidencia política organizada en México”, Estudios Políticos, vol. 1, núms. 3 y 4, 1975, p. 104, disponible en: repositorio.unam.mx.
2Grijalbo, 1984.
3Ibidem, p. 656.
4Idem.
5Ibidem, p. 661.
6Ibidem, p. 664.
7Ibidem, p. 709.


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