La disidencia política organizada en las elecciones presidenciales en México (segunda parte)

Publicado el 11 de mayo de 2022

Alfonso Guillén Vicente
Profesor-investigador en la Universidad Autónoma de Baja California Sur
emailaguillenvic@gmail.com

Las organizaciones políticas que impulsan las candidaturas disidentes en México parecen corresponder a la categoría de “partidos transitorios”. Octavio Rodríguez Araujo apunta que “los transitorios son definidos por Padgett como aquellos que surgen y desaparecen en función de una elección presidencial, pero que deben su existencia y orientación a un líder retirado de lo que él llama coalición revolucionaria”.

Para el profesor emérito de la Universidad Nacional, éstos no deben ser confundidos con los electoralistas, “que si bien son transitorios no surgieron en torno a un miembro de la familia revolucionaria”. El caso del Frente Democrático Nacional, de Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez, también puede apegarse a la definición de partido transitorio porque al siguiente año, 1989, se transforma en Partido de la Revolución Democrática; el cual, desde mi punto de vista, ya no reúne ciertas virtudes del FDN y sí algunas de las inercias de un partido sujeto a lo que Michaels llamó: “la ley de hierro de las oligarquías”. Aunque mi opinión puede dejarse llevar por lo que sucedió a lo largo de más de tres décadas.

El Partido Democrático Mexicano fue la organización creada por Ezequiel Padilla una vez que tomó la decisión de caminar por la ruta disidente en 1945. Sobre el significado de su candidatura, Rodríguez Araujo, en su trabajo citado sobre Miguel Henríquez Guzmán —quien, por cierto, también sonó en la coyuntura electoral para sustituir al presidente Ávila Camacho— afirma que en 1946 el canciller Padilla “era la oposición de derecha, más a la derecha que la candidatura del PRI”.

En el volumen Civilismo y modernización del autoritarismo, de la colección de El Colegio de México “Historia de la Revolución mexicana, periodo 1940-1952”, Luis Medina se refiere a lo que perjudicó a Ezequiel Padilla, el secretario de Relaciones Exteriores de México durante la Segunda Guerra Mundial, el “futurismo temprano”.

Ya que, por razones de política interna, su popularidad ante el gobierno y la opinión pública norteamericana daba motivos a las fuerzas conservadoras para atacar al gobierno mexicano, a las cuales preocupaba sobremanera que … se pudiera menoscabar la soberanía nacional, los valores culturales tradicionales o los intereses de la nación (p. 17).

Padilla quiso entonces evaluar sus posibilidades reales y aprovechó una estancia en la Unión Americana para sondear a un importante personaje: Nelson Rockefeller, quien ocupaba un cargo en la oficina encargada de Asuntos Latinoamericanos. Rockefeller le relató al embajador estadounidense en México que le había manifestado a don Ezequiel que el gobierno norteamericano se mantendría neutral. 1

Seguramente ahí supo Padilla que no iba a ganar.

En su texto ya citado, Luis Medina escribe que ya desde septiembre de 1945 “se vio con claridad que Padilla, a pesar de todo, no podía formar un frente de disidentes, descontentos y opositores tan amplio como el que había logrado formar Almazán … el Movimiento Nacional Unificador recordaba a los católicos que Padilla había sido el fiscal en el caso de León Toral”. 2

Mientras Almazán recogía el importante apoyo de los católicos, incluyendo el de Acción Nacional y el de militares de alto rango, como el general Jesús Sánchez Herrera, de Coahuila, 3 el PAN apoyó a Luis Cabrera en 1946 y postuló a uno de sus más grandes ideólogos, Efraín González Luna, en las elecciones presidenciales de 1952. 4

En realidad, la aventura política del Miguel Henríquez Guzmán en los comicios presidenciales comenzó desde 1945, cuando sus partidarios constituyeron la Federación de Partidos del Pueblo Mexicano, en octubre de ese año. Por sus nexos con grupos campesinos y por el apoyo de cardenistas, “se trató de impedir, por varios medios, que el general Henríquez se postulara como candidato presidencial. Ni contra Padilla hubo tantos ataques, siendo que él ya se había postulado” —como afirma el académico y periodista Octavio Rodríguez Araujo—. El profesor emérito de la UNAM afirma que el presidente Ávila Camacho consideró que la candidatura henriquista era más riesgosa que el padillismo “porque participando podría restarle votos al partido gubernamental”. 5

Para la sucesión presidencial de 1952, la Federación de Partidos del Pueblo Mexicano figuró, al lado del Partido Popular, de Vicente Lombardo Toledano, del Partido Comunista Mexicano y del Partido Obrero Campesino, como la oposición a la candidatura oficial de Adolfo Ruiz Cortines. También aparecieron los revolucionarios Cándido Aguilar y Francisco J. Múgica con sus organizaciones: Partido de la Revolución y Partido Constitucionalista Mexicano, respectivamente.

Ya que “la campaña de Henríquez estuvo siempre dirigida a atraer el voto de los inconformes, no del sistema económico político, sino de la manera, la forma en que venía ejerciéndose el poder en México”, 6 lo que más puede llamar la atención de esos comicios presidenciales fue la posibilidad real de que cristalizara una coalición que uniera a toda la oposición. A finales de 1951, los jefes revolucionarios ya mencionados formularon una invitación a los partidos de izquierda que participaban en la contienda para conformar una coalición política, y para marzo de 1952 “ya existía un Pacto de Solidaridad Fraternal auspiciado por Cándido Aguilar y que incluía principalmente a la Federación de Partidos del Pueblo y al Partido Popular”. 7 Se pensó entonces que el día último de abril de ese año fuera el plazo para proponer un programa único y un candidato común. Al final, Lombardo Toledano decidió continuar solo y Henríquez Guzmán, por su parte, registró su candidatura ante la autoridad electoral gubernamental.


NOTAS:
1 Medina, Luis, “Civilismo y modernización del autoritarismo”, Historia de la Revolución mexicana, periodo 1940-1952, Colección de El Colegio de México, 1979, p. 48.
2Ibidem, p. 50.
3Santos, Gonzalo N., Memorias, Grijalbo, 1984, p. 671.
4Rodríguez Araujo, Octavio, La reforma política y los partidos en México, Siglo XXI Editores, 1979, pp. 126 y 127.
5“El henriquismo: última disidencia política organizada en México”, Estudios Políticos, vol. I, núms. 3 y 4, UNAM, Centro de Estudios Políticos, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, 1975, pp. 108 y 109.
6Ibidem, p. 118.
7Idem.


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