Pedro Páramo y Juan Preciado

Publicado el 23 de mayo de 2022


Jorge Alberto González Galván

Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM,
email jagg@unam.mx


CARTA A UN TAL JUAN PRECIADO

Dicen que me andas buscando. ¿Que eres mi hijo? ¿Andas a pie? No entiendo, no concibo a un hijo mío sin caballo.
Sólo te pido que no te creas de los chismes, cuando la gente no tiene nada por hacer se la pasa inventado cosas. Por cierto, ¿quién es tu madre? Dices que te dijo que me cobrarías lo que le debo, lo que les prometí y no cumplí. La vida no fue seria conmigo como para tomar en serio todo lo que hice y dije. Todo lo que tuve, incluyendo a tu madre, lo tomé a la fuerza o con engaños.
¿Para qué desenterrar el pasado? Lo hecho, hecho está. Viví un tiempo sin ley y sin Dios. Amé como loco a una loca y así me fue. Te desilusionaría conocer la casa en ruinas donde vivo. Este pueblo miserable fue abandonado hace mucho tiempo. Yo ya no tengo a quien mandar. Sólo conservo los recuerdos, los buenos, los que tienen que ver con el río donde me bañaba con mis amigos después de salir de la escuela. ¿Tú tienes amigos?
Espero que no sólo sepas hablar y que hayas aprendido a leer y escribir. De algo te servirá. No me busques, ¿de qué te puedo ayudar? No tengo nada, todo lo perdí. Por eso te escribo. Hablar con un muerto no tiene caso. Yo también hubiera querido hablar con mi padre en sueños, pero los muertos no soñamos.
Busca mejor una mujer y quiéranse mucho para que tengan hijos. No te metas en problemas como yo. No pienses que las personas te pertenecen. Mira el sol de tus días sin resentimientos.
No sé qué edad tengas, pero no te pierdas. Y no te fatigues buscándome. Por eso te escribo. No me guardes rencor, no tiene caso. Estuve acostumbrado a dar órdenes, no consejos. Me arrepiento de muchas cosas, yo también sufrí.
Sé que no merezco el perdón de nadie.
Sólo te pido que cuides tus pasos, tus palabras, lo que haces; no hagas daño, te quedarás solo, como yo.
No te preocupes por mí, ya no puedo causar ningún mal.
Cuando tengas hijos diles que te quise, aunque no sea cierto. Los niños creemos todo a los padres si son cosas buenas. Prométeme que lo harás, hijo.

NO TE CREO, PEDRO PÁRAMO

Dices que te quiera, pero no me buscaste.
Dices que viva sin resentimiento, aunque eras un “rencor vivo”.
Dices que no deje de estudiar y nunca me llevaste a la escuela.
Dices que todo lo tomaste a la fuerza, pero no tuviste las ganas de conocerme.
Te asombra que no tenga caballo, si no me diste siquiera para gastar un domingo.
Te arrepientes del daño que causaste, pero mi corazón es una piedra a la deriva en la corriente de un río.
Te portas como un padre comprensivo, pero necesito verte la cara, ver tus gestos, escuchar el tono de tu voz, oler tus palabras.
No te busco por tus riquezas, que dicen las tuviste, sólo cumplo con la promesa que le hice a una moribunda: mi madre. ¿Sabías que pronunciaba tu nombre mientras dormía?
Es inútil escribirle a un muerto que no conocí. Me consuelo creyendo que eras como todos, una persona que nació, creció, sufrió y se fue.
No tengo novia, trabajo ni parientes, es por eso que mi edad me permite perder el tiempo en estas fantasías contigo.
Hubiera querido haberte presentado a mis amigos y festejado mis cumpleaños juntos.
Yo no entiendo de adultos y sus errores; me siento uno de éstos. Me guía solamente el latir de mi sangre por las venas.
Cómo me hubiera gustado platicar con la “loca” que amaste como un loco. Susana San Juan, dicen que se llamaba.
Tus tiempos sin ley y sin Dios no te justifican, ¿acaso no tuviste padres, maestros, confesores?
Cuando me preguntaban por ti sólo les decía que vivías en Comala, que allá trabajabas.
Sigo sin creer, padre… me cuesta llamarte así, pero me alienta comparar tus palabras con mis sentimientos. Ojalá me contestes.

LAMENTO NO PODER CONVENCERTE

Fui un nopal con muchas tunas; ahora soy milpa seca.
Donde estoy el tiempo no existe, me cuesta verte, no alcanzo a escucharme a mí mismo.
Me complace saber que me lees, aunque no me creas; no fui alguien de muchas palabras.
Quiero que me perdones, si no me comprendes; vive con corazón sano, las arrugas del pasado no tienes por qué cargarlas.
Extraño de Comala sus casas olorosas a tortillas y frijoles.
No te metas en política, nada ganarás. Te pido hacer sólo el bien, es lo mejor. La vida es dura, se necesitan personas fuertes de principios. Los que utilizan la fuerza para imponerse somos débiles mentales.
Me desconozco dando consejos porque nadie me los pedía.
Háblame de lo que te gustaría ser, recuérdame lo que se siente esperar algo, querer a alguien… Por cierto, quiero contarte un secreto: la mayor esperanza que debes cultivar es amar a una mujer. No actúes impulsivamente, no te impongas, como yo, como hacen por instinto los animales, no; observa, admira, espera, imagina, desnuda, reconoce, respeta (sobre todo). La victoria no está en poseer su cuerpo cualquiera, está en que te ofrezca sus ojos sin manchas, su cara sin nubes, su alma única. Cuando veas que su cuerpo tiembla, no de temor sino de deseo, no la toques, mira sus pies, sus piernas, su vientre, sus senos, su espalda. La mujer no fue hecha para nosotros; la vida la hizo para crear vida.
No sé de dónde me vienen estas palabras. Me siento culpable de haberte dejado ir, de no haberte buscado, de no haberte acompañado, como me pides, en tus cumpleaños.
Sígueme contando de la vida: ¿qué fruta te gusta?, ¿qué sientes cuando te metes a bañar en el río? Dime si tienes ya novia.
Yo también me acompaño con tus palabras en estos mis días sin viento, silenciosos, sin caras. No te olvides de mí, te necesito… aunque no me creas.

YO TAMBIÉN TE NECESITO

No tengo tiempo ni edad para andar con novia.
Me consuela caminar por este pueblo en ruinas sabiendo que aquí estuviste con mi madre.
Cómo me gustaría no sólo encontrarme con personas que te conocieron y me hablan de ti, sino que me enseñaran algún retrato de ellos contigo. Pero sólo me dirigen palabras sueltas y no entiendo, dime tú, explícame tú. Me estoy volviendo loco porque unos dicen una cosa y otros dicen otra. Hablan de personas muertas, “en pena”, dicen, como si existieran, y desaparecen luego ellas también.

YO TAMPOCO ENTENDÍA NADA

Cuando nací, hijo, era pobre, quizá como tú ahora.
Tuve que trabajar y darme cuenta de que iba a ser pobre de todos modos.
Te explotan, se aprovechan, nadie te defiende. Unos cuantos son los que mandan… hasta que dije: “voy a ser como ellos, haciendo como ellos y viviendo como ellos”.
Me hice de tierras y personas despojando y a veces comprándolas. La autoridad sólo el dinero la crea y la destruye.
No sé si me estoy explicando, hijo.
Estoy tratando de dar respuesta a tu carta.
Hubo momentos en que también yo no entendía nada y me dejé llevar por la ambición… la soledad. ¿Ya te contaron que mataron a mi padre? ¿Te dijeron que a mí también me mataron?

¿Y SABES QUIÉN MATÓ A MI MADRE?

No te hagas la víctima. No quiero sermones. Dicen que te agarraste del pretexto que mi madre quería ver a mi tía para deshacerte de nosotros, ¿es cierto? Que te casaste con ella sólo para quedarte con sus propiedades. No es fácil andar arrastrando la cobija de tu recuerdo.
La vida aquí sigue siendo miserable, padre. Los pocos siguen abusando de los muchos, pero no por eso voy a hacer tonterías, no te preocupes.
La gente está abandonando sus pueblos para irse al norte. Los que se quedan roban lo que pueden, secuestran y matan por dos pesos.
Sé que no puedes hacer nada por mí.
Si mataron a mi abuelo y te mataron a ti, no ha de haber sido de a gratis, ¿o sí? “El que siembra lluvias, cosecha tempestades”, decía mi madre.

A LOS HECHOS ME REMITO

A mi padre lo mataron por un pleito de linderos; a mí me mató Abundio Martínez, por negarle un dinero; a tu madre no sé quién la mató, ¿cómo voy a saberlo si vivían lejos?
Cuando nacemos uno quisiera tener el mapa de nuestra vida en las manos para irse derechos, seguros, pero no existe. La única brújula que tenemos nos la dan nuestros padres, por eso lamento no habértela dado, y estas palabras, espero, te sostengan.
Hablarte ahora con la verdad es mi consuelo, hijo, porque las mentiras aquí ya no me sirven.


Formación electrónica: Yuri López Bustillos, BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ignacio Trujillo Guerrero