Como las conductas alimentarias de riesgo pueden devenir de un acoso o abuso sexual en la adolescencia
Publicado el 2 de junio de 2022
María José Landaverde García
Estudiante de licenciatura en Psicología; Taller de Psicología Jurídica, Universidad
Marista de San Luis Potosí
mlandaverdeg@gmail.com
En el presente artículo de opinión se revisará la literatura que argumenta la correlación entre el abuso sexual sufrido en la adolescencia y qué tanto propicia el surgimiento de trastornos de la conducta alimentaria (TCA). Así, se explorarán las conductas alimentarias de riesgo (CAR) y si hay algún factor de riesgo determinante que desencadene los previamente mencionados TCA y cuáles podrían ser considerados factores de protección tras un suceso traumático de esta naturaleza para evitar secuelas graves a futuro.
Los TCA son condiciones médicas graves que involucran directamente la alimentación y la forma en que se percibe el cuerpo (siendo los tipos más comunes la anorexia, la bulimia y el trastorno por atracón), afectando a un alto porcentaje de la población mexicana y estando entre la lista de trastornos mentales con más alta letalidad.
La anorexia es un TCA caracterizado por la pérdida de peso y la autoconcepción corporal distorsionada, ocasionando, en la mayoría de los casos, desnutrición, deshidratación, pérdida y adelgazamiento del cabello, amenorrea, etcétera. La bulimia, por su parte, es un poco parecida al trastorno anterior, en el sentido de que se busca una pérdida de peso, pero con este padecimiento se ingieren grandes cantidades de comida, conocidos como “atracones”, para posteriormente realizar una purga usando laxantes, diuréticos, rutinas excesivas de ejercicio, periodos prolongados de ayuno, etcétera. Finalmente, el trastorno por atracón contempla momentos impulsivos en los que se ingieren grandes cantidades de comida sin realizar conductas compensatorias después o previas al episodio.
Aunque existen diversos TCA, nos enfocaremos en los previamente mencionados, ya que se podría decir que son la base para la mayoría de los demás. La gran diferencia para catalogar un comportamiento como TCA o como CAR es la frecuencia con la que se realiza, dependiendo del DSM-V para determinar ese parámetro.
Ahora, yendo al otro lado de la moneda, vamos con el acoso y el abuso sexual. El primero se define como cualquier conducta inapropiada que ofenda o humille a una persona, como insinuaciones sexuales, comentarios sugestivos, actitudes físicas o verbales de esta índole, etcétera; mientras que se considera abuso sexual cuando se ve implicado un acto sexual como tal, llámese coito, felaciones, etcétera. Y aunque es importante hacer la división en términos de definición, se requiere aclarar que el acoso no es más “válido” que el abuso por argumentos como “pudo haber sido mucho peor”, ya que la sociedad mexicana aboga por defender a los perpetradores de este tipo de violencia para encubrir y mantener la cultura machista que la caracteriza.
De acuerdo con un artículo publicado en Chile en 2021 por diversas universidades de dicha región, sí existe una relación entre la aparición de TCA y el trauma que ocasiona un abuso/acoso sexual a temprana edad. Sin embargo, ésta no es la única consecuencia que puede haber, ya que pueden presentarse promiscuidad, vergüenza, consumo y/o dependencia de sustancias, trastornos del sueño, problemas escolares, culpa, ideación suicida, etcétera, lo que nos indica que se trata de una misma raíz para un gran número de situaciones desventajosas. No obstante, si se cuenta con una red de apoyo lo suficientemente sana y estable, las probabilidades de caer en algo de lo previamente mencionado son bajas.
Existen diversos factores para desarrollar cualquier tipo de trastorno, y más si los contemplamos desde el modelo bio-psico-social, que sostiene que el individuo será en la medida de cómo sea su entorno y cómo interactúe con el mismo. Por ejemplo, aunque existe una “vulnerabilidad” para ciertos individuos, como predisposición genética y ambientes poco favorables, si se cuenta con los suficientes factores de protección las probabilidades de sufrir algún trastorno son relativamente bajas. Al menos en el caso del abuso infantil, por ejemplo, se “desgasta” la amígdala, que a grandes rasgos es la encargada de regular las emociones, para interactuar de manera suficiente e inmediata, pero creando daño a largo plazo, y constituye un factor que predispone a los trastornos previamente mencionados.
Incluso durante el año 2022 se sigue creyendo erróneamente que los TCA son producto de la industria de la moda y la belleza y del narcisismo y vanidad de aquellas personas que los padecen, cuando en realidad es todo lo contrario. Aunque es cierto que al no ver una selección realista de los tipos de cuerpos que hay, la presión social y la autoimpuesta juegan un papel importante al momento de tomar decisiones sobre el propio cuerpo, como qué dieta seguir o qué rutina de ejercicio comenzar, lo cual se ha visto exacerbado por la era digital en la que nos encontramos, ya que toda la información necesaria es de muy fácil alcance, y más cuando las figuras públicas promocionan productos o formas de vida milagro que son sumamente difíciles y costosas de mantener.
Todo lo anterior sin tomar en cuenta que el movimiento feminista, y algunos como el “Mee Too”, aún no tienen la fuerza suficiente para quitar el enigma de denunciar a las personas que se aprovechan de manera sexual de aquellos que normalmente no cuentan con una educación satisfactoria en este mismo ámbito, lo que nos lleva a otra vertiente, que es el control religioso y el alto grado de culpabilidad hacia las víctimas, pero eso lo podemos tratar en otra ocasión.
Es muy importante recordar un poco de la teoría psicoanalítica y el término de “catarsis” para el tratamiento de estos trastornos (acompañados del farmacéutico, que no trata el TCA, sino las posibles comorbilidades, como depresión y ansiedad), ya que se busca que al hablar del trauma la persona pueda eximirse de la culpa que siente para evitar que siga “desquitando” con su cuerpo lo que no puede poner en palabras, haciendo memoria de como el cuerpo expresa lo que no se admite por medio de la somatización.
En conclusión, es claro que el abuso y el acoso sexual a temprana edad tienen consecuencias para el desarrollo tanto físico como mental, y es nuestra responsabilidad como profesionales de la salud el abogar por medidas de prevención, como educación sexual satisfactoria y completa desde edades tempranas y desde casa, ya que la mayoría de estas situaciones se dan con miembros de la misma familia, lo que dificulta el proceso de poder denunciar (en caso de que le crean a la víctima y que la familia esté dispuesta a pasar por ese tipo de ”humillación”), así como aprender a identificar las señales de que un suceso de este tipo está ocurriendo, que, por nombrar algunas, son: pesadillas recurrentes, dolor al orinar o defecar, dinero o juguetes nuevos sin explicación, cambios en el apetito, el humor, entre muchas otras, las cuales deben tomarse como verdaderas, ya que el más confundido con todo el asunto va a ser el menor.
Creo que hace falta abrir el debate al respecto porque las generaciones más pequeñas cada vez tienen más acceso a redes sociales sin supervisión, y eso se convierte en otro canal potencial para caer en situaciones que afecten a la larga su salud mental. De manera muy personal, y en una sociedad utópica, me gustaría que hubiera transparencia sobre cómo se llevan estas denuncias, para que así las personas mínimo sepan qué les espera si incurren en estos delitos. Pero de nuevo, el sistema penal de México es deficiente, y si hay algo que aprendí durante la clase de Psicología jurídica durante este semestre, es que pueden pasar años para que te procesen. Puedes estar en el lugar inadecuado en el momento equivocado, o puedes conocer a las personas correctas y salir impune de cualquier delito… ¿así quién querría denunciar?
REFERENCIAS
Behar, R. y Barra, F. de la, “Abuso sexual infantil y adolescente y su relación con trastornos alimentarios”, Revista Chilena de Neuropsiquiatría, 2021.
Child Mind Institute, “En pocas palabras: ¿qué es la anorexia nerviosa?”, 2022, disponible en: https://childmind.org/es/articulo/informacion-basica-sobre-anorexia-nerviosa/.
Gayou-Esteva, U. y Ribeiro-Toral, R., “Identificación de casos de riesgo de trastornos alimentarios entre estudiantes de Querétaro”, Revista Mexicana de Trastornos Alimenticios, 2014, disponible en: http://www.scielo.org.mx/pdf/rmta/v5n2/v5n2a6.pdf.
Formación electrónica: Yuri López Bustillos, BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ignacio Trujillo Guerrero