Factores de riesgo en la delincuencia juvenil

Publicado el 6 de junio de 2022

Paulina Loza Rosales
Estudiante de licenciatura en Psicología; Taller de Psicología Jurídica, Universidad
Marista de San Luis Potosí
email29180384@umaslp.maristas.edu.mx


I. INTRODUCCIÓN

Para comenzar es importante entender muy bien la definición sobre lo que es un factor de riesgo y su extensión, ya que en esta investigación se plantea de forma diferente. En términos más específicos, cuando se habla de “factores de riesgo” se hace referencia a la presencia de situaciones contextuales o personales que, al estar presentes, incrementan la probabilidad de desarrollar problemas emocionales, conductuales o de salud. Estos problemas promueven la ocurrencia de desajustes adaptativos que dificultarían el logro del desarrollo esperado para el joven en cuanto a su transición de niño a adulto responsable y capaz de contribuir y participar activamente en la sociedad. Dentro de ésta misma se destaca la palabra riesgo, que es tan antigua como la propia existencia humana. Según el autor Vázquez (2015), se refiere, en este caso, a la posibilidad de perder algo (o alguien) o de tener un resultado no deseado, negativo o peligroso. En fin, es importante tener en cuenta que cada vez que tomamos una decisión, no estamos sino tomando los riesgos que corremos con esa decisión y las ventajas o desventajas que nos pueda traer. Es decir, funcionamos cotidianamente con la noción de riesgos, aunque no seamos conscientes de ello en todo momento.

IV. FACTORES FAMILIARES

Empezaremos con la que es más común: la familia, que para Simons (2009) es la institución básica de la sociedad, y en ella, el padre y la madre juegan un papel significativo para la educación y formación de la persona como sujeto social.

La criminalidad en los padres, el maltrato infantil, las familias disfuncionales, las familias uniparentales, las malas técnicas de crianza, las familias numerosas y la baja cohesión familiar predisponen a los jóvenes a cometer estas acciones violentas; entre tanto, ser testigos de violencia intrafamiliar o de actos violentos por parte de los padres predispone tanto a ser víctima como victimario. Se conoce también que los niños víctima de maltrato infantil tienen 53% más probabilidad de ser arrestados en la juventud, y 38% más de cometer un crimen violento (Sánchez, 2011). Sin embargo, los niños abusados no siempre crecen y repiten el tipo de abuso experimentado, y los adultos violentos no necesariamente han tenido una niñez abusiva; los estudios muestran una relación significativa entre la victimización durante la niñez, tanto los niños que son abusados como los que son testigos del abuso crónico de otros familiares, y la propensión posterior a conductas asociadas con la delincuencia.

V. FACTORES ECONÓMICOS

Otro de los factores son los económicos, que vienen de la falta de oportunidades laborales y educativas, y repercuten en desintegración y violencia familiar. Es muy fácil que los jóvenes ingresen a círculos de violencia, generando frustraciones, soledades y sentimientos de no pertenencia (Olmedo, 2009). Muchos de los jóvenes suelen direccionarse hacia la unión a pandillas, lo cual es un problema social complejo, pero entre sus causas comunes figuran elevados niveles de desempleo y pocas oportunidades de formación para los jóvenes, la fácil obtención de armas de fuego, la disfuncionalidad familiar y niveles elevados de violencia doméstica, así como la presencia de zonas urbanas con una elevada marginación.

En otros términos, altas tasas de desempleo en una región determinada se asocian con un aumento de delitos contra la propiedad. Es decir, un adolescente que se encuentra sin trabajo tiene mayor probabilidad de cometer un delito. Por otro lado, se ha observado que el desarrollo de un estilo de vida delictivo se asocia a los mismos factores de riesgo que predisponen al desempleo. Por ejemplo, niños que presentan comportamientos problemáticos (oposicionistas, desafiantes) tienen una mayor probabilidad de abandonar la escuela, lo que deriva en que sea más probable que se conviertan en trabajadores no calificados o semicalificados, los cuales, a su vez, tienen graves dificultades para encontrar trabajos estables (Rutter, Giller y Hagell, 2018).

VI. VIOLENCIA

Violencia es un término que la OMS (2021) define como “El uso intencional de la fuerza o el poder físico, de hecho, o como amenaza, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones”.

Asimismo, para Hirschi (2003), en el caso de estos jóvenes, además de la frase “uso intencional de la fuerza física”, que amplía la naturaleza del acto violento a otros que son el resultado de una relación de poder, incluidas las amenazas y la intimidación, y se suma el descuido, el abandono y todos los tipos de maltrato físico, sexual y psíquico que no siempre ocasionan lesiones, invalidez o muerte, pero que también pueden tener graves consecuencias psíquicas y sociales.

En este artículo se pueden clasificar cuatro tipos de violencia:

a) Física: uso intencional de fuerza física con el potencial riesgo de causar muerte, inhabilidad, lesión o daño. Como el caso de muchos niños en su infancia siendo abusados físicamente por su familia u otras relaciones interpersonales.

b) Sexual: acto sexual que una persona en relación de poder y por medio de la fuerza física, coerción o intimidación psicológica, obliga a otra persona a ejecutar contra su voluntad.

c) Psíquica: trauma ocasionado a la víctima, ya sea por actos o amenazas de actos de violencia o tácticas de coerción.

d) Abandono y negligencia: involucra la privación de las necesidades básicas, existiendo la posibilidad de brindar esas atenciones. En el caso de varios adolescentes, pudieron haber sufrido abandono por parte de sus padres a muy temprana edad.

VII. CONSUMO DE DROGAS

El consumo de drogas en adolescentes se puede llegar a relacionar con la delincuencia juvenil, generalmente cuando una persona actúa con extrema violencia sin mediar las consecuencias y sin detenerse, muchas veces hasta cometer incluso un asesinato, y es porque está bajo la influencia de las drogas.

Según algunas investigaciones, la relación entre drogas y homicidio arroja evidencia contundente de la magnitud del uso y abuso de drogas entre quienes cometen delitos y las probabilidades de riesgo delictual que traen consigo las drogas. Las estadísticas también muestran que la probabilidad de cometer un delito es entre 2.8 y 3.8 veces mayor entre quienes han usado drogas que entre quienes no lo han hecho.

Las drogas en un adolescente, más comúnmente asociadas con la delincuencia juvenil (Garrido y Redondo, 2017) son: crack, heroína, cristal y cocaína. La marihuana también tiene una relación significativa con la delincuencia, aunque en montos menores, alrededor de 1.5 veces. En cambio, el crack tiene mayor incidencia en la probabilidad de delinquir, pudiendo aumentar hasta seis veces. La heroína tiene un incremento que fluctúa entre tres y cinco veces. La cocaína alrededor de 2.5 veces. Cuando la droga está relacionada con el delito toma un significado diferente porque el consumo ya no es por placer, sino por satisfacer el vicio a cualquier precio, o simplemente por el hecho de cometer ese delito bajo la influencia de las drogas, incluyendo el alcohol.

En fin, como ya hemos mencionado en apartados anteriores, muchas veces los adolescentes con factores de riesgo, incluso acumulados, corren el riesgo de volverse delincuentes, esto se ha apropiado de la resiliencia; es decir, la capacidad de un individuo de reaccionar y recuperarse ante las adversidades.

VIII. CONCLUSIÓN

A pesar de que esta delincuencia juvenil entre adolescentes siempre ha estado presente en la historia humana, no tenemos por qué aceptarla como una parte de nuestra sociedad. El adolescente delincuente se puede prevenir. Esta afirmación está fundamentada en experiencias exitosas en muchos lugares del mundo, donde se trabaja desde acciones individuales y comunitarias a pequeña escala, hasta las iniciativas nacionales que proponen el mejoramiento de los factores sociales, económicos, políticos y culturales. Las más eficaces se dirigen a crear habilidades de comunicación, vigilancia de conducta y disciplina. Se enseña a los padres a tener interacciones con su adolescente y a favorecer conducta prosocial para disminuir la conducta inadecuada. Programas centrados en la juventud también son efectivos, ya que se utiliza psicoterapia individual y de grupo, terapia conductual y cognoscitiva; sin embargo, estas dos herramientas no son las únicas que existen para prevenir.

Por eso considero la importancia de este artículo, para así informar a la sociedad y prevenir de futuros adolescentes asociados a la delincuencia. Por esto mismo hoy en día la combinación de los términos delincuencia y juventud nos produce una sensación relativamente incómoda, pues pensamos, casi automáticamente, que los jóvenes cada día son más violentos que los adultos debido a los diferentes factores que éstos mismos conllevan. Estos pensamientos nos intranquilizan, más si consideramos que los jóvenes de hoy serán los adultos del mañana.

Hasta aquí probablemente se habrán preguntado por qué se debe considerar que los niños sean estudiados. Esto es debido a los diferentes factores de riesgo ya mencionados que pueden influir de modo directo o indirecto en el desarrollo de conductas problemáticas. De esta forma, pueden actuar de modo instante o distante en el tiempo, pero siguen siendo advertencias que debemos tener en cuenta; que algo va mal en el desarrollo psíquico o social del niño. Para eso existen diferentes pruebas que se pueden realizar, entre las más destacadas, las pruebas de personalidad.

Como se ha mencionado en apartados anteriores, la delincuencia juvenil es un gran problema para la sociedad hoy en día. Por lo tanto, el objetivo de este artículo es profundizar en cada uno de los factores que implican que un adolescente llegue a asociarse con la delincuencia para así crear conciencia y ayudar con la prevención de esto mismo.

IX. REFERENCIAS

Acero González, Ángela Rocío et al., “Factores de riesgo para violencia y homicidio juvenil”, Revista Colombiana de Psiquiatría, 2007.

Andrés, A., Violencia juvenil: realidad actual y factores psicológicos implicados, 2004.

Blanco, J., y Varela, J., Delincuencia juvenil, violencia y desafíos para los programas de intervención, 2011.

Buvinic, M., Morrison A, Shifter M., La violencia en América Latina y el Caribe: un marco de referencia para la acción, Washington, Banco Interamericano de Desarrollo, 2002.

Cortés, J., et al., “La figura compleja de Rey para niños: propiedades psicométricas”, Salud Mental, 2006.

Commission for the Prevention of Youth Violence, “Youth and Violence, Medicine, Nursing and Public Health: Connecting the Dots to Prevent Violence”, 2010.

Echeverry-Chabur, J. et al., “Trastorno de personalidad antisocial en condenados por homicidio”, Investigación en Salud, 2014.

Echemendía Tocabens, Belkis, “Definiciones acerca del riesgo y sus implicaciones”, Revista de Higiene y Epidemiología, vol. 49, núm. 3, 2011.

Farrington D. y Loeber, R., “Epidemiology of Juvenile Violence”, Child Adolesc Psychiatr Clin North Am, 2000.


Formación electrónica: Yuri López Bustillos, BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ignacio Trujillo Guerrero