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La crisis de los misiles en Cuba de 1962 y la guerra de Rusia y Ucrania
de 2022: el problema de la percepción

Publicado el 2 de septiembre de 2022

Alfonso Guillén Vicente
Profesor-investigador en la Universidad Autónoma de Baja California Sur
emailaguillenvic@gmail.com

Se cumplen 60 años de la crisis de los misiles de octubre de 1962, el conflicto entre Estados Unidos de América y la entonces Unión Soviética que estuvo a punto de desatar la Tercera Guerra Mundial.

Los misiles nucleares que los rusos lograron llevar a la isla caribeña, emplazados en plataformas de lanzamiento apuntadas a varios objetivos en Norteamérica, provocaron días de seria preocupación entre los ciudadanos norteamericanos que se reunían en los aparadores de las tiendas de electrónicos para ver al presidente John F. Kennedy referirse al hallazgo que su avión espía había documentado como una seria amenaza a escasas 90 millas de su territorio.

Este caso, que fue puesto en las aulas universitarias desde hace medio siglo como material de estudio para aquellos interesados en respuestas a situaciones de crisis, mostró, a la larga, que la prudencia y la astucia, también del lado del líder soviético, Nikita Kruschev, pueden evitar conflictos tan graves que pueden acabar, sin lugar a dudas, con la humanidad, o buena parte de ella.

Hoy, a varios meses de la invasión rusa a Ucrania, a la que Putin no llama guerra sino una operación militar especial, podemos constatar, en ambos lados y en sus aliados, que falta, lamentablemente, el sabio sentido de la prudencia y la astucia. Ausencia que todo el mundo paga, desde ya por lo menos en lo económico.

Y basta revisar los noticieros o la prensa del día para constatar que el conflicto escala con acciones y reacciones —donde están muy metidos europeos y norteamericanos— y las cosas se complican cada vez más.

Los tanques rusos han sido humillados en el frente de guerra ucraniano, y los europeos, víctimas de las represalias de los rusos con el cierre del suministro del gas, están atrapados en un racionamiento en el uso de la energía eléctrica que tiene a los españoles con sus aparatos de aire acondicionado estacionados en los 27º, temperatura que hace a muchas y muchos transpirar, principalmente si se mueven para atender a los clientes de almacenes y bares.

Los únicos que ganan son los fabricantes de armas y sus agentes. Y el disparo del gasto armamentista no tiene para cuando parar. Han salido a relucir los drones y los certeros misiles que dan en un blanco situados a muchos kilómetros. Pero también los millones de refugiados ucranianos que no encuentran un trabajo estable en España porque no dominan el idioma ibérico, y esas niñas, niños y adolescentes que quedan solos, a merced de los traficantes de todo tipo.

Hace algunos años, el capitán de fragata, Álvaro Chiffelle Gómez, profesor de la Academia de Guerra chilena, realizó un análisis conductista de la crisis de los misiles de octubre de 1962 como trabajo final para un curso de relaciones internacionales en el posgrado de Ciencia Política de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

Si dejamos a un lado los límites de ese enfoque, su ensayo tiene el mérito indiscutible de destacar los conceptos de percepción y motivación, teniendo entre ellos una evaluación de las acciones del otro actor en el conflicto. En su reflexión, el militar sudamericano destacó que la percepción implica prever las posibles acciones que efectuará el otro; mientras que la motivación tiene que ver con las actividades que resultan de la evaluación de lo que él denomina el “medio ambiente”.

Es indudable que hoy existen muchas motivaciones ajenas que han afectado tanto la percepción del líder ruso como la del ucraniano Zelensky. Y podemos comenzar con la afirmación de Putin de que su acción militar se dio para adelantarse a la agresión de Europa; y con la intención del líder de Ucrania de entrar a la OTAN, porque ya sabía que tarde o temprano los rusos irían contra sus vecinos para engullirlos y volver a los tiempos gloriosos de los zares.

De aquí en adelante cualquier cosa que suceda, como el atentado del 20 de agosto de 2022, donde perdió la vida la hija de Duguin, un filósofo ruso muy cercano a Putin, será culpa del enemigo, en este caso, Ucrania. Y el peligro real de un accidente en una central nuclear en tierras ucranianas será interpretado como una respuesta de Zelensky a la luz de la guerra.

Y sucede como en todo conflicto: uno sabe cuándo empieza, pero ignora cómo y cuándo acaba. Y para acabarla de fregar, ahí están los chinos y los taiwaneses jugando a que te invado y yo te aviento a los estadounidenses. Uno extraña 1962 y a esos líderes que tenían prudencia y algo de sabiduría, o, por lo menos, poseían más tino en la percepción.


Formación electrónica: Yuri López Bustillos, BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ignacio Trujillo Guerrero