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Mujer, vida, libertad1

Publicado el 3 de octubre de 2022

Santiago Nieto Castillo
Doctor en Derecho, profesor del Posgrado en Derecho, UNAM
twitter@SNietoCastillo

El estallido de protestas en Irán tras la muerte de una mujer kurda de 22 años durante su detención por no traer bien puesto el hiyab (velo) es el desafío más serio al que se enfrentan los gobernantes de esa nación, y la misma sociedad iraní, el cual se ha mantenido durante 12 días y está lejos de detenerse.

Aunque las autoridades adujeron que Mahsa Amini murió por complicaciones de salud ajenas a su arresto, su familia y muchos otros iraníes creen que fue asesinada a golpes por la policía religiosa.

Los manifestantes expresan que si no actúan ahora también podrían ser víctimas del Estado teocrático del Islam. Iran Human Rights denuncia que al menos 76 personas han muerto y alrededor de mil 200 han sido arrestadas durante las protestas, por lo que hace un llamado a la comunidad internacional para que intervengan y detengan el asesinato y la tortura de los manifestantes.

Los problemas que aquejan a esa nación en buena medida son compartidos en otras regiones del mundo: la corrupción sistemática de la élite política, la pobreza y altas tasas de inflación, la pérdida de empleos, las conversaciones de paz ante amenazas nucleares, pero especialmente la falta de derechos y libertades de las mujeres, en una clara desventaja estructural y cultural de la sociedad iraní, que ha sumido en el hartazgo a buena parte de la población en Irán dispuesta a generar un cambio social profundo.

Organizaciones defensoras de las libertades civiles destacan la sistemática represión de las mujeres en Irán, quienes representan la mitad de la sociedad y han sido las más perjudicadas por la revolución islámica de 1979. Las iraníes fueron obligadas a usar el hiyab poco después de esta revolución y sufren a diario la violación de sus derechos.

Lo más interesante es la participación de muchos hombres en estas protestas, lo cual indica que la sociedad está cambiando y se orienta más hacia una postura progresista e incluyente en el reclamo a sus demandas. Mujer, vida, libertad es el principal lema de las manifestaciones y un llamado a la igualdad, así como un posicionamiento contra el fundamentalismo religioso. Y aunque no es la primera vez que surgen reclamos de la población –recordemos, por ejemplo, el llamado Movimiento Verde de 2009, con el que las clases medias protestaron contra un presunto fraude electoral–, en esta ocasión sí son más inclusivos. Las protestas se han generalizando y en éstas participan todos los estratos sociales.

Un informe reciente de Amnistía Internacional señala que miles de personas han sido interrogadas, enjuiciadas injustamente o sometidas a detención arbitraria sólo por ejercer pacíficamente los derechos humanos. Las fuerzas de seguridad han hecho un uso ilegítimo de medios letales y de perdigones para sofocar las movilizaciones. Las mujeres, las personas LGBT y las minorías étnicas y religiosas sufren violencia y discriminación arraigada. Hubo novedades legislativas que menoscabaron aún más los derechos sexuales y reproductivos, el derecho a la libertad de religión o de creencias y el acceso a Internet, además de persistir una impunidad sistémica de crímenes de lesa humanidad y que continúan perpetrándose en relación con otros crímenes de derecho internacional.

Debemos estar atentos a lo que sucede en tiempo real en Irán y sumarnos solidariamente a un movimiento feminista que cada vez cobra más fuerza en beneficio de las mujeres iraníes y de la región. Ahora la sociedad es más consciente y está dispuesta a luchar por sus derechos y libertades inherentes frente a un gobierno que no por mucho se podrá mantener sólo al ejercer el uso de la violencia.


NOTAS:
1 Se reproduce con autorización de el autor, publicado en La Jornada, el 27 de septiembre de 2022.


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