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¡DEMOStremos el valor de elegir!

Publicado el 14 de noviembre de 2022

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Diego Saucedo Portillo
Egresado de la Licenciatura en Derecho en la UNAM, Facultad de Estudios Superiores Acatlán.
Cuenta con estudios en la Universidad de Leiden, Países Bajos, en materias como derechos humanos, migración, integración y no discriminación; derecho cibernético; políticas de impuestos corporativos; comercio y finanzas en la economía global, al igual que en emprendedurismo e innovación.
Colaboró en la Oficina Verde de dicha universidad (Leiden University Green Office) como columnista internacional en tópicos de derecho comparado mexicano-europeo con énfasis en la materia medioambiental.
Realizó una estancia en la UNAM Canadá en su sede en Ottawa
emaildiegosauport@gmail.com

Sin pretender que las presentes líneas sean un tratado o un documento explicativo de la teoría de la democracia o versar en qué opinan y consideran diversas escuelas y corrientes que estudian a ésta. Debe señalarse que el enfoque versará principalmente en consideraciones y la óptica de quien escribe el presente artículo, mismo que pretende ser breve, más sustancial y de relevancia, con sus respectivos fundamentos y justificaciones.

La labor que tenemos como ciudadanos con derecho al voto (siendo a la vez una obligación, como es señalado en los artículos 34, 35 y 36 constitucionales, así como diversos dispositivos en materia electoral), en sus sentidos activo y pasivo, es decir, el votar y ser votado, como hemos venido observando en los diversos acontecimientos internacionales, pero, sobre todo nacionales, que se reflejan en nuestra vida diaria, el participar en la vida democrática no sólo ocurre cuando solicitamos o mostramos nuestra credencial de elector, seleccionamos a una opción de nuestra preferencia que aparezca en la boleta y que, tras depositarla, nuestra obligación desaparezca y nuestro derecho se adormezca, sino que a pesar de ser dicho derecho, comúnmente concebido como tal, se hace hincapié en que no debiera ser de tal manera.

La ocurrencia del fenómeno democrático se suscita en acontecimientos tan normales y rutinarios, resaltando así la suma utilidad, omnipresencia y lo dada por sentada que se tiene en nuestro contexto, pues es precisamente cuando no se distingue o no se necesita mencionar, que así de importante e intrínseca en cada uno de nosotros resulta.

Cabe aquí el ejemplo ilustrativo de la analogía que guarda con la salud de una persona; se disfruta, se piensa fuerte y asegurada e inclusive se descuida, pero es cuando aparecen síntomas de enfermedad, de debilidad o anormalidades, que damos cuenta de lo esencial y meticulosos que debemos ser con ésta. Tal cual debiera ser con la democracia, todos cuidar de ella, y más importante aún, llevarla a todo lugar, promoverla, difundirla y defenderla.

Ahora bien, respecto de la opinión que quien escribe guarda en cuanto a la democracia concierne, estima en considerarla no como un mero mecanismo que permite esa constante renovación y alternancia entre actores políticos, donde en la realidad mexicana poco pareciera importar las siglas o ideales que se enarbolan o, peor aún, el poder elegir al "más rescatable" o al menos peor, sino como el deber de cuestionar, criticar pero, sobre todo, de informarnos a detalle y con total apertura sobre las razones, fines, expectativas y prioridades que tienen cada uno de los candidatos.

En el supuesto de que la voluntad popular les favorezca, nuestros representantes, al decidir respecto de aquello que estos mejor estimen, no sólo se manifestará en su dimensión personal, sino en la colectiva, ya sea local o nacional (según el tipo y naturaleza del cargo al que sean electos), pues serán estas personas en quienes deleguemos nuestra voz, poder de acción y de decisión, en donde sus actos y elecciones tomadas (independientemente de todo adjetivo que se les pueda atribuir, según venga de simpatizantes o detractores), habrán de redundar ya en beneficio, ya en perjuicio, no sólo de quienes válida y efectivamente les votaron, sino también de aquellos que se decantaron por otras opciones, o quien, lisa y llanamente prefirió no externar su opinión ni escoger de entre las opciones legalmente aprobadas para competir.

Las tentaciones de deriva autoritaria, de desacato o impulsos destructivos de los “kakistócratas” siempre existirán y serán constantes, pudiendo emanar de cualquiera de los lados del espectro político. Tarea de la ciudadanía responsable e informada es el defender y resistir los embates hechos a la institución responsable de la organización, vigilancia y celebración de elecciones con las que contamos, cual si fuesen sufridos por cada uno en lo personal, ello mediante una protección proveniente de conocimientos, datos y estadísticas verídicos y comprobables; institución que se ha originado y consolidado con sangre, desvelos, luchas y protestas de aquellos que han sido férreos opositores del gobierno y que han combatido la centralización y manipulación de la voluntad popular.

Resulta evidente que este socioconstructo, por emanar de seres humanos, tiene ciertas deficiencias y cuestiones a modificar o implementar, pero siempre que se le considere como un producto perfectible y optimizable, donde autoridades, electores, ganadores y, sobre todo, perdedores (pudiendo decir que en mi experiencia personal, me he encontrado en supuestos diversos donde he sido alguno de los últimos tres señalados) tengan esa ferviente convicción y voluntad de continuar participando, proponiendo y señalando aquello que consideren importante, dentro de un marco armónico, de respecto, equidad, visibilidad y apego a las reglas del juego, mismo que es decidido por el electorado y que es sabido que, si bien sólo unos cuantos pueden ganar, no obstante, desafortunadamente de ser decisiones temerarias y desatinadas, alejadas de la realidad y sus necesidades, la mayoría podría perder.

Si le consideramos no sólo como una forma de gobierno, sino de vida, donde la democracia tiene incidencia en prácticamente todo aspecto de nuestras realidades, por ejemplo, en el someter a voto qué se desea comer o dónde se desea vacacionar, sólo por referir cuestiones del día a día. Si tomamos conciencia de que gran parte de las veces, a pesar de discrepar en los métodos, medios y maneras de tildar una cuestión, es en lo medular, en los fines, en aquello que todos deseamos modificar y conseguir para mejorar y dignificar nuestras vidas, en lo verdaderamente importante donde coincidimos, se torna así posible el robustecer a la democracia, para vivir en compañía y respaldo de ésta.

En estos momentos se vuelve esencial demostrar que, en conjunto, habremos de defender nuestra forma de gobierno y a aquellos derechos, garantías e instituciones construidas no desde el poder, sino de las luchas, afrontas y deseos civiles de todos los activistas y defensores de la transparencia y certeza en lo concerniente a la elección de nuestros portavoces, para evitar que, inesperadamente, la vox nihilisea quien proponga candidatos y estos dispongan de nuestros futuros.


Formación electrónica: Yuri López Bustillos, BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ignacio Trujillo Guerrero