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La estética de lo raro y lo grotesco en Pinocho

Publicado el 13 de diciembre de 2022


Guillermo José Mañón Garibay

Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM,
email guillermomanon@gmx.de

A finales de 1881 se publica la primera entrega de Las aventuras de Pinocho (o Pinocho, historia de una marioneta) en el recién fundado periódico para niños Giornale per i bambini, con la finalidad de renovar la literatura infantil a través de lecturas didácticas escritas por autores consagrados en el oficio literario. Pinocho fue publicada a lo largo de 9 meses por Carlo Collodi, un periodista borracho y jugador endeudado, a pocos años de su muerte acaecida en 1890.

En este 2022, Guillermo del Toro ofrece su versión fílmica, dentro del género de la fantasía oscura, no sólo para revivir el clásico de la literatura italiana, sino también la añeja polémica entre cine y literatura: ¿puede haber fidelidad entre ambas o supera una a la otra por imaginación y realización, o son completamente ajenas e independientes y no hay que esperar que una sea el reflejo de la otra?

En el presente texto se propone que Pinocho es un ejemplo de la estética de lo raro y lo grotesco, porque configura un mundo al revés que conecta con lo carnavalesco y la pantomima. Como en cualquier otra obra de este tipo, el protagonista es lo prohibido por cuanto grotesco o indecoroso. Por eso, siempre que esta estética (re)surge se le interpreta como una contrapropuesta a la estética clásica de la cultura grecorromana y sus afines (i. e., las neoclásicas).

¿A qué se debe la impertinencia artística de recrearse con la visión grotesca de la realidad, tendiente a lo deforme y lo vulgar? La primera respuesta está en la obra paradigmática de Fraçois Rabelais Gargantúa y Pantagruel (1534) y la segunda en la de Carlo Collodi, Pinocho.

Primero, a partir del Cinquecento se consuma un cambio de orden no sólo en el plano político-humano sino, sobre todo, en el sagrado-religioso: es la ruptura del Renacimiento frente al Medioevo, la desaparición de los valores y autoridades de antaño que da lugar a la incertidumbre, pero también a la permisión incontrolable donde todo vale. En la obra de Rabelais, lo grotesco se halla en las figuras, pero también en el comportamiento del padre y del hijo; ciertamente en los aspectos de sus cuerpos, en sus risas, alimentación y digestión, así como también en cualquier alusión al sexo y la procreación; en suma, en la referencia a cualquier manifestación natural de la existencia humana considerada indecente por estar alejada de su divinización.

En el caso de Pinocho, lo grotesco se encuentra obviamente en la enorme nariz (como consecuencia del mentir), aunque también en los monólogos de la marioneta y la miseria de su padre putativo, Geppetto. Nuevamente, todo alude a un mundo alternativo por invertido, especie de contracultura del siglo XIX europeo, donde persisten los ideales de la Ilustración, pero envilecidos por las injusticias sociales del capitalismo salvaje, sobre todo respecto a la niñez.

La Italia (Europa) de Collodi tiene que prepararse para la embestida del capitalismo salvaje, en plena contradicción con los ideales revolucionarios de igualdad, libertad y fraternidad. Para ello se empeña en (re)educar a la niñez para hacerla apta para el trabajo en fábricas y oficinas, desacreditando la cultura oral frente a la escrita, la convivencia rural frente a la vida urbana, el campesino analfabeta frente al letrado, en otras palabras: desacreditando a las clases bajas frente a las dominantes. Y por si fuera poco, Collodi presenta en Pinocho la oposición entre la sociedad de adultos y la realidad infantil a través de una marioneta que no es plenamente una cosa, pero tampoco una persona (un niño no es ni bebé ni adulto: está en la transición de dejar de depender y pasar a ser responsable de sí mismo). De ahí que la estética de Pinocho sea un espejo de la realidad que no termina de cuajar y se debata entre los ideales humanistas y las injusticias capitalistas. En el siglo XIX resurge nuevamente la incertidumbre, ¿ahora sobre qué prevalecerá?, competencia descarnada o solidaridad. Y aunque la incertidumbre no sea mentira descarada, sí lo es el presentar una cosa para justificar otra: los ideales sociales para acoger un sistema económico. Entonces, ¿quién miente, los niños o los adultos?

Retomar a Pinocho en el 2022 puede explicarse simplemente por las buenas expectativas económicas que depara la nueva versión cinematográfica para el director y sus productores. Sin embargo, esta explicación resulta insuficiente, porque cualquier tema sería apropiado para el lucro. ¿Por qué entonces nuevamente Pinocho? si la estética de lo grotesco surge en momentos de cambio cultural e inestabilidad social, retomar a Pinocho tiene que ver con la coyuntura presente de incertidumbre y desvalorización. Por un lado, hoy día todo vale y es imposible operar con valores universales; por otro lado, lo grotesco de la realidad mexicana aparece en forma de violencia exacerbada. Esto sí nos es más familiar, porque la violencia exacerbada del país adquiere matices de ficción o pesadilla.

En el caso de la película de Guillermo del Toro, la fantasía oscura, como su nombre lo indica, transcurre en la sombra y oscuridad de los personajes, con el fin de crear una atmósfera de terror. El Pinocho de del Toro opera como el Paraíso perdido (1667) de John Milton, como un aviso de la inocencia irremediablemente perdida. Sólo el mal sueño resultado de una indigestión es comparable con la violencia que tiene lugar en este México de finales del 2022. Y no es necesario recordar que entre las victimas de esta violencia exacerbada están sobre todo las jóvenes mujeres y las niñas.


Formación electrónica: Yuri López Bustillos, BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ignacio Trujillo Guerrero