logo logo





Entre el pasado y el futuro: el puente ominoso1

Publicado el 17 de enero de 2023


Sergio García Ramírez

Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM,
email sgriijunam@gmail.com

Cuando comienza un año en el hogar de la familia--que lo es, ampliamente, el pueblo de México--, entre cantos y clamores de campana, conviene exaltar el amor, los proyectos y las esperanzas. Así lo sugiere el instinto y lo recomienda la razón. Abrimos el 2023 con buena voluntad, empeñados en alimentar expectativas y formular promesas. Ya germinarán. Decimos que el 23 será mejor que el 22, concluido con problemas y desatinos. En el nuevo año habrá otros rendimientos, fruto de nuestro esfuerzo. Lo creo, lo quiero y lo deseo, como millones de personas a lo largo y ancho del mundo entero: este nuevo año traerá soluciones y novedades que reanimarán nuestra vida. Sea.

Ahora bien, en esta feria de buenos propósitos, en México y dondequiera (pero especialmente en México, entre nosotros, pueblo batallador y dolido) solemos olvidar los días que pasaron y el bagaje que nos han dejado. En el torrente festivo, tendemos a ignorar el pasado inmediato y concentrarnos en el brindis por el futuro. Ponemos a un lado la experiencia del pretérito--que fue ayer, apenas--y sus dolencias. Lo razonable sería que hiciéramos ambas cosas: festejar los días que se avecinan--si los hacemos festejables--y mantener la memoria de los que han pasado. En otras palabras, actuar como si tuviéramos la cabeza de Jano, la deidad romana, que poseía dos rostros, en uno los ojos que miran el pretérito, y en otro, los que observan el futuro. Esto “documenta y racionaliza” el optimismo.

En suma, no quitemos el dedo de la raya ni perdamos de vista la circunstancia en que nos estamos moviendo, que no se ha modificado. Perdura intacta. Cuando desprendemos páginas del calendario no derogamos los hechos--con sus efectos--que constan en aquellas páginas y persisten. En la Revista “Siempre!”, a la que saludo por su hospitalidad amistosa y su ánimo de batalla, se figura la denuncia--que también es condición de vida futura--de los males que nos aquejan. No se han ocultado las llamas de muchas contiendas ni se ha ignorado la amenaza--siempre cumplida--de males futuros. Los hay en otros Continentes, pero también--con absoluta evidencia--en nuestra propia tierra, a la vuelta de la esquina. ¿Podemos ignorarlo, omitirlo en la reflexión cotidiana y en el discurso civil que la recoge? ¿Podemos suponer que cesará porque arrancamos una hoja del calendario y celebramos el primer día de un nuevo año?

Pongamos en nuestras cartas y en nuestras ilusiones las referencias cronológicas que corresponden a un nuevo año, pero mantengamos la palabra constante y la mirada alerta sobre la herencia que recibimos del 22 y lo que ésta significa para los trescientos y tantos días del año desafiante que ha comenzado. Entre el 31 de diciembre que se nos escurrió entre las manos y el 1º de enero que festejamos clamorosamente, hay un puente por el que los problemas de aquel año transitaron a éste, sin alteración alguna, como no sea el agravamiento que acarrea la persistencia misma de los males y la falta de soluciones que los moderen o resuelvan.

En esta primera colaboración del 2023 para la revista “Siempre!” volveré a mencionar dos temas centrales para la vida de México, de los que esta publicación --y ciento veinte millones de mexicanos--se ha ocupado con perseverancia. Uno: la democracia, oscurecida; otro, la violencia y la inseguridad que campean. Hay más, por supuesto--¡mucho más!--,que recogeré en otras líneas, pero ahora, al abrir el año, reitero la profunda preocupación sobre esas dos cuestiones que nos tienen en vela. Con ellas abrimos el año y transitaremos los meses siguientes, en que pudieran agravarse--y todo hace suponer que así será--,tanto el declive de la democracia como el incremento de la violencia. Aquel declive se alimenta desde la cumbre del poder político; y ese incremento avanza a falta de estrategias que lo detengan.

En 2022 renació nuestra conciencia democrática, alentada por el creciente temor de perderla. El renacimiento se mostró en la marcha popular del 13 de noviembre. Ésta fue una gran novedad de nuestra vida política. Infundió nuevos ánimos a muchos mexicanos y encendió luces de alarma en los indicadores del gobierno, cada vez más distante de una genuina democracia. El caudillo arremetió contra los ciudadanos y convocó a una contramarcha pocos días más tarde. Para ello puso en movimiento todos los recursos que se hallan en manos del gobierno. Sin embargo, el mensaje elocuente del 13 de noviembre perdura. Hoy sabemos, merced a esa marcha, que una creciente mayoría de ciudadanos hartos de la impostura y anhelantes de una verdadera democracia podrían lograr ésta a través de las urnas.

Empero--y es aquí donde se debe revisar el tránsito entre el 2022 y el 2023--, aquello no ha sido suficiente. Corremos el riesgo de que se fatigue el ánimo que movió al pueblo, vencido por la persistente fuerza autoritaria de quien dispone de los instrumentos de gobierno para mantener el impulso y lograr la victoria de su proyecto autoritario. Habrá que acreditar una vez más--y constantemente--el nervio democrático de los ciudadanos. Esto podrá y deberá mostrarse en sucesos políticos que se avecinan y que serán decisivos para los que luego vengan: las elecciones en los estados de Coahuila y México, preludio de las de 2024. En ambas entidades, la moneda está en el aire. Caerá en favor de México si mantenemos la lucidez y la voluntad solidaria que sustentó la marcha del 13 de noviembre.

Una visión realista de esa posibilidad, que asestaría un duro golpe al autoritarismo del caudillo, permite asegurar que la recuperación de la democracia depende en buena medida de la alianza entre los partidos políticos tradicionales--una vez que éstos hayan removido las piedras que han surgido en sus propios caminos--y de la concurrencia copiosa de la sociedad civil--la gran mayoría, generalmente silenciosa, salvo en charlas de sobremesa--que inclinará la balanza y rescatará la democracia.

Pero para que esto ocurra necesitamos dos cosas, de complejo cumplimiento: una, que los partidos dejen de lado sus querellas internas, dispongan de liderazgos limpios y creíbles y mantengan en serio la coalición que concertaron; y otra, que la sociedad civil, movida por el instinto y la lucidez, recupere la confianza en sí misma y en esos partidos y sufrague caudalosamente en las urnas abiertas para elegir a los gobernantes de Coahuila y del Estado de México. La crítica--incluso la más justa y mejor fundada--no basta; necesitamos el sufragio. Si esto no sucede, habremos perdido una preciosa oportunidad histórica de reconducir la vida de México.

El otro tema de este artículo inicial del 2023, es la seguridad pública. Nadie duda (salvo los oradores oficiales, encabezados por el más conspicuo, abismado en su propia versión de la realidad) que desde hace algunos años la violencia se apoderó de grandes espacios de nuestro país y ha establecido en ellos una suerte de gobierno paralelo. La paz y la seguridad se ensombrecieron. Ese poder, que salió de las tinieblas y domina a la luz del día, impide la paz, merma la libertad y afecta la justicia. En este sector es flagrante, como en ningún otro (con excepción de la salud pública, donde ha sido devastadora la acción del actual gobierno) el incumplimiento de las promesas de quien gobernaría a México a partir de 2018.

Los planes y estrategias y las reformas constitucionales emprendidas o alentadas por el caudillo a propósito de la seguridad pública no han dado los frutos ofrecidos. En 2018 se dijo que el nuevo gobierno recibiría a un país convertido en panteón (por el número de las tumbas, no por el número de los dioses) y se insistió en que el principal deber de un gobierno es dotar de paz y seguridad a los ciudadanos, obligación radical del pacto que existe entre la sociedad y el gobierno. Nuestra situación actual dista, abismalmente, del paraíso prometido. Lo prueban las cifras crecientes de la criminalidad más temible y lesiva y los números de la impunidad imperante.

En Hallazgos 2021, la organización social “México Evalúa”, que ha realizado excelentes trabajos de investigación sobre seguridad y justicia, apunta que la cifra negra de la criminalidad fue de 91.8%. A escala nacional, la impunidad en homicidio doloso fue de 96.9%; en desaparición forzada, 98.9%; en extorsión, 98.2%; en violencia familiar, 97.1%, y en robo simple, 97%. En el mismo informe, México Evalúa señala –tomando en cuenta fuentes oficiales-- que en 2021 hubo 22.1 millones de víctimas (número mayor a 21.2, que corresponde a 2020), y que en 10.8 millones de hogares (que son el 29% del total) se presentó al menos una víctima.

Por su parte, la organización “Impunidad Cero”, que también cuenta con investigaciones confiables, menciona que se cometieron 27 homicidios intencionales por cada 100,000 habitantes (diariamente, 94 víctimas de homicidio doloso; 10 mujeres asesinadas); y en los últimos seis años la tasa de feminicidios registrados en México aumentó en 125%. Menos de la mitad de los procedimientos penales por feminicidio han culminado en sentencia condenatoria. En seis años sólo se ha esclarecido uno de cada diez homicidios dolosos. Los Estados con mayor índice de impunidad en este sector fueron Oaxaca (100%), Morelos (99.8%), Tlaxcala (99.5%), Colima (99.3%), Guerrero (98.5%) y Chihuahua (98.2%).

En el alba del 2023, es preciso insistir en la necesidad de tener conciencia de que persisten--e incluso crecen--los problemas que nos aquejaron en el ocaso del 2022. Debemos advertir una realidad que se halla a la vista: el ominoso puente por el que han transitado esos problemas, que sigue abierto y muy transitado. Esto implica señalar sin pausa ni desmayo las características de estos males que gravitan sobre México y el gran riesgo de que crezcan y dominen la vida de la nación en los próximos meses.

Aquel riesgo se convertirá en una realidad dolorosa--más todavía-- si carecemos de conciencia sobre la naturaleza y efectos de los problemas, bajamos la voz y cesamos de exigir soluciones de fondo. La democracia sigue en peligro, dañada y asediada, y la seguridad se ha desvanecido. Estos son los hechos que nadie ignora, a pesar de los dichos que escuchamos en matinées ensordecedoras que nos apartan de la realidad y comprometen el porvenir de México, como ensombrecieron el pasado.


NOTAS:
1 Se reproduce con la autorización del autor, publicado en la revista Siempre, el 7 de enero de 2023.


Formación electrónica: Yuri López Bustillos, BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ignacio Trujillo Guerrero