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Las tres pasiones del presidente1

Publicado el 17 de enero de 2023


Luis de la Barreda Solórzano

Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM,
email lbarreda@unam.mx

A Guillermo Sheridan.

Sin ser experto en ciencias de la conducta, sospecho que muchos actos de gobierno de Andrés Manuel López Obrador están motivados, en buena medida, por tres pasiones que parecen dominarlo: la codicia de poder absoluto e irrefutable, el resentimiento y la envidia. Mencionaré sólo algunos ejemplos, los que caben en estas breves líneas.

Entre los ejemplos de codicia de poder absoluto e irrefutable, recordemos la captura de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos mediante un fraude sin precedentes en el Senado; los ataques a los órganos autónomos; los amagos a jueces, magistrados y ministros, al extremo de que el Presidente solicitó una investigación contra el juez Juan Pablo Gómez Fierro por haber dictado suspensiones en juicios de amparo, y se coaccionó al ministro Eduardo Medina Mora orillándolo a dimitir; la tentativa de apoderarse de la Suprema Corte de Justicia colocando en la presidencia del alto tribunal a una ministra incondicional (tentativa frustrada gracias a Guillermo Sheridan); las injurias y calumnias contra periodistas y académicos críticos de la política gubernamental.

Otro: la confesión del propio Presidente de que los programas sociales son una estrategia para que los pobres apoyen a su gobierno, de la que se desprende que no quiere abatir la pobreza sino que los pobres lo sigan siendo ad infinitum y se incremente su número, como ya está ocurriendo, para que ese apoyo no le falte. Por eso el odio a las clases medias y a los aspiracionistas.

Y, claro, la obsesión por destruir al Instituto Nacional Electoral (INE) y demás organismos electorales para contar con dados cargados en las próximas elecciones.

Entre los ejemplos de resentimiento —desazón rencorosa que parece provenir de la derrota electoral de 2006, que el Presidente atribuye a un fraude sin que se hayan probado las supuestas maniobras fraudulentas— rememoremos la hostilidad volcada principalmente contra el INE (lo que también, como ya apunté, ejemplifica su afán de poder absoluto e incontestable), a pesar de que él mismo ganó la Presidencia y varios de sus correligionarios han ganado gubernaturas y alcaldías en elecciones a cargo de ese instituto.

Pero los actos de odio no sólo han sido contra el INE, sino contra todo lo que no es obra suya, especialmente contra las cosas buenas del país. Fue inaudita la destrucción del nuevo aeropuerto internacional, el cual traería progreso, conectividad, decenas de miles de empleos, comodidad, pistas suficientes. En su lugar, un parche a un aeropuerto lejano e inaccesible, en el que sólo vuelan algunas moscas (Biden tuvo la cortesía de aterrizar allí; ¡pero su esposa no lo acompañó en ese vuelo!).

Se excluyó del servicio médico, al cancelarse el Seguro Popular, a 15.6 millones de personas, se disminuyeron los recursos para combatir el VIH/sida y el cáncer, retrocedió el esquema nacional de vacunación, se relegó a los médicos de hospitales privados de las vacunas contra el coronavirus. Se cancelaron las estancias infantiles y el programa de Escuelas de Tiempo Completo. Se pretende deteriorar aún más la educación básica. Se han omitido las manifestaciones de impacto ambiental en obras de infraestructura y se ha apostado por energías fósiles y combustibles no renovables.

La envidia —pesar que devora a quien lo padece— la suscitan las actividades académicas o profesionales, o los ingresos económicos, de quienes han mostrado aptitud para realizar esas actividades y/o han conquistado prestigio para obtener tales ingresos. La Fiscalía de la República persiguió penalmente, con saña y bajo acusaciones absurdas, a 31 prestigiados científicos. El Presidente insulta a quienes estudian posgrados en el extranjero; se queja con amargura de que algunos periodistas ganan más que él (Loret le quita el sueño); suprimió los estímulos económicos a los investigadores de universidades privadas, y promovió una reforma legislativa que prohibía a los exservidores públicos de alta jerarquía trabajar en empresas privadas durante 10 años (disposición que anuló la Suprema Corte).

Desentrañar la génesis psíquica de esas tres pasiones es tarea, sin duda apasionante, de especialistas. Yo sólo sé que nunca son buenas consejeras, y que en un gobernante suelen dar lugar a decisiones catastróficas.


NOTAS:
1 Se reproduce con autorización del autor, publicado en Excelsior, el 12 de enero de 2023: https://www.excelsior.com.mx/opinion/luis-de-la-barreda-solorzano/tres-pasiones/1563871

Formación electrónica: Yuri López Bustillos, BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ignacio Trujillo Guerrero