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Los Juicios de Salem: aspectos históricos, jurídicos y sociales

Publicado el 21 de febrero de 2023

Odette Mendoza Becerril
Profesora-investigadora del Departamento de Derecho, Universidad Autónoma
Metropolitana Azcapotzalco
emailomebe@azc.uam.mx

Diana Laura Morales Gutiérrez
estudiante de licenciatura en Derecho, Universidad Autónoma Metropolitana Azcapotzalco
emailal2202041425@azc.uam.mx

Alejandro Ortiz García
estudiante de licenciatura en Derecho, Universidad Autónoma Metropolitana Azcapotzalco
emailalejandrortizgarcia26@gmail.com

Antecedentes históricos

Las brujas se han negado a desaparecer tras siglos de brutal e intensa persecución, en cambio se han instalado en nuestra cultura popular, son innumerables los productos culturales que hacen referencia a “ellas”, se les retrata como mujeres de mediana o avanzada edad, solitarias, rencorosas, de mal aspecto, con visibles defectos físicos, acompañadas de gatos e indumentarias de color negro.

Cabe reconocer que en años más próximos las brujas han sido reivindicadas en series y películas como mujeres elegantes y atractivas que gozan de cierto reconocimiento social y poder adquisitivo. Lo que tienen en común estos dos arquetipos es que para ambos casos se reconoce en las brujas una sabiduría especial, un conocimiento elevado sobre la naturaleza y sus leyes; sabiduría por la que se les estigmatiza, a diferencia de los varones, que son percibidos como grandes alquimistas y hombres sabios.

Pero entonces, ¿qué es una bruja? Debemos atender a esta pregunta de manera histórica para intentar comprender de mejor forma su origen y significado. El Diccionario de la lengua española advierte en la definición de “bruja” un listado de acepciones como: “En los cuentos infantiles o relatos folclóricos, mujer fea y malvada, que tiene poderes mágicos y que, generalmente, puede volar montada en una escoba”, y de adjetivos negativos que directamente hace eco de su aspecto: “Mujer de aspecto repulsivo”, “Mujer malvada”, entre otras definiciones.

Con el propósito de comprender lo que por bruja se entendía durante los Juicios de Salem, así como de abordar a las brujas desde su historicidad, volteamos nuestra mirada a dos principales fuentes de diferente temporalidad, una de ellas proviene del medievo, la última de finales de la modernidad. Se comenzará con aquella a la que mayor cercanía temporal guardamos:

De acuerdo con el historiador francés Jules Michelet, la bruja es la médico de la Edad media, comadronas que atendían a personas con pocos recursos y asistían a las madres al dar a luz, bruja era entonces la mujer que curaba, la mujer que poseía conocimiento. Se le hallaba en lugares aislados y sombríos, lugares de mala fama; imaginemos por un momento el ambiente boscoso y supersticioso de la Edad Media de la Europa occidental, en palabras del célebre historiador francés, las brujas a cambio de todas esas labores recibieron:

(…) Se les pagó con torturas, con hogueras. Se descubrieron suplicios especiales, se inventaron dolores para ellas. Se las juzgaba en masa, se las condenaba por una palabra. Nunca hubo tanta prodigalidad de vidas humanas. Sin hablar de España, tierra clásica de hogueras, en que el moro y el judío no dejan jamás de acompañar a la bruja, se quemaron siete mil en Traveris, no sé cuántas en Tolosa: en tres meses, quinientas en Ginebra (1513), ochocientas en Wurtzburg, casi en una horneada; mil quinientas en Bamberg dos pequeños obispados (Michelet, 2004, p. 2).

Para Michelet la bruja es el producto resultante de la escasez del medievo y del oscurantismo de la iglesia, quien por siglos rechazo la razón libre y desconfió de la naturaleza. Sobre la primera, la escasez, vemos referencias en películas como en The Witch de Robert Eggers, cuando la protagonista es tentada por medio de una mantequilla para introducirse en el aquelarre; sobre la segunda, la Iglesia, no escasean testimonios inquisitoriales que dan cuenta de su rechazo a la razón, como fue el martirio de Galileo Galilei.

Jules Michelet en su mencionada obra La bruja, dedica un capítulo para hablar acerca del Malleus Maleficarum o Martillo de la Brujas, tratado escrito por dos clérigos pertenecientes a la Orden de Santo Domingo a finales del siglo XV en la hoy Alemania.

El Malleus Maleficarum fue elaborado con el supuesto propósito de probar la existencia de las brujas y servir como guía sobre la forma en que debían ser combatidas. Sobre la fecha exacta del año de su publicación no existe acuerdo unánime, sin embargo, se presume ocurrió entre 1486 y 1487, poco después de que Gutenberg desarrollara la imprenta, acontecimiento que favorecería su circulación por toda Europa.

La lectura y difusión del texto escrito por los inquisidores dominicos Jacob Sprenger y Heinrich Kramer, tiene como telón de fondo el movimiento de la Reforma Protestante, iniciado por Martin Lutero en 1517; los luteranos cuestionaban a la iglesia católica por acciones como la venta de indulgencias y promoción de la lectura individual de la Biblia; en respuesta a tales cuestionamientos, la iglesia encabezada por el Papado comenzaría un movimiento conocido como Contrarreforma, con el objetivo de combatir la “brujería” y las “herejías” protestantes o no, así como, el reforzar el poder de la Iglesia católica.

Si bien la Reforma y Contrarreforma acontecieron muchos años después de la publicación del Martillo de las Brujas, sirvieron como escenario perfecto para que su influencia se extendiera por toda Europa y sus colonias en América, lo cual nos regresa de nuevo a Salem, sin embargo, antes de abordar el contexto de los Juicios de Salem, revisemos brevemente lo que el Martillo nos dice acerca de las brujas.

De acuerdo con el Malleus Maleficarum, la mujer es el sexo más débil de voluntad y por lo tanto más susceptible a la herejía, entre las razones que encuentra para afirmar lo anterior están que les considera más crédulas que el varón y de lengua móvil que les facilitaría el compartir sus conocimientos “paganos”, lo cual a decir de los autores se traduce en una aparición de brujería preponderantemente en género femenino. Siguiendo lo escrito por los dominicos Jacob Sprenger y Heinrich Kramer, las mujeres que eran más propensas en convertirse en brujas poseían alguno o varios de estos tres vicios: infidelidad, ambición y lujuria, en suma, podía llegarse a la brujería por medio de prácticas como el aborto o el ofrecer a los demonios a los niños recién nacidos cuando la mujer fungía como comadrona.

El Martillo de las Brujas atribuye para las mujeres acusadas de brujería la capacidad para invocar demonios, convertir a los humanos en bestias o animales, inducir abortos, dañar el cuerpo y la razón de los hombres, realizar pactos con demonios, la adivinación e inducir enfermedades (Kramer y Sprenger, s/f, p. 56). Cabe decir, que El Martillo poco advierte de la apariencia física de las brujas, no obstante, les adjudica a estas la capacidad para engañar y seducir a los hombres, primordialmente a aquellos cuyo poder podría servirles de protección, por lo que podemos suponer que las identifica en ocasiones como mujeres excepcionalmente bellas. Finalmente quisiéramos aquí señalar que según los clérigos Kramer y Sprenger existen diferentes de tipos de brujas, sobre esto mismo El Martillo reza lo siguiente:

Y para entender esto debe señalarse, ante todo, que existen, como se mostró en la Primera Parte de este Tratado, tres tipos de brujas, a saber: las que dañan, pero no pueden curar; las que curan, pero, por algún extraño pacto con el diablo, no pueden dañar; y las que dañan y curan (Kramer y Sprenger, s/f, p. 96).

Una vez examinada la concepción que predominó en Europa sobre las brujas durante siglos desde la aparición del Martillo de las Brujas, corresponde volver nuestra a mirada hacia la ciudad costera de Salem, perteneciente al hoy estado de Massachusetts, anteriormente una de las Trece Colonias bajo el dominio de la Gran Bretaña, donde entre el año de 1691 y 1692 tuvieron lugar los tristemente conocidos Juicios de Salem, los cuales consistieron en el enjuiciamiento, condena, castigo y asesinato de decenas de mujeres acusadas de ejercer la brujería.

Cuando sucedieron dichos juicios, la iglesia oficial en Inglaterra y por lo tanto en sus colonias era la Iglesia anglicana, fundada en 1534 por el Rey Enrique VIII; tuvo clara controversia con la iglesia católica con sede en Roma, no obstante a sus diferencias, El Martillo de las Brujas sería ampliamente aceptado y adoptado por las dos iglesias, fundamentalmente porque ambas profesaban igualmente la fe católica y por este, El Martillo, les permitiría aumentar su control sobre sus territorios.

Cabe recordar que el movimiento Contrarreforma confió en la iglesia católica la facultad de impartir justicia con el propósito de defender la fe de las herejías, escenario que imitarían los tribunales de Salem a finales del siglo XVII, apoyándose en textos como El Martillo y en los prejuicios racistas que predominaban en las Trece Colonias.

Recordemos brevemente que durante la época de dominio inglés sobre el hoy territorio de Estados Unidos, las ciudades con costa al Atlántico, como es Salem, contaban con una abundante población de origen africano que había llegado al continente americano por vía de la esclavitud y que aún conservaban algunos rituales o creencias de sus naciones de origen, que rápidamente eran calificadas como herejías y a sus practicantes como brujos o brujas, lo que alentaría la represión y el miedo sobre las mujeres acusadas de ejercer la brujería.

Como hemos revisado hasta ahora, intentar abordar todos los posibles acontecimientos y obras que anteceden y explican los Juicios de Salem es una tarea infructuosa por la bastedad de estos, sin embargo, creemos que las obras mencionadas y los hechos históricos a los que hemos referido permiten al lector hacerse de un panorama general que le permita comprender de mejor forma lo sucedido en la conocida como “Ciudad de las Brujas”.

El proceso jurídico

Los oscuros acontecimientos ocurridos durante 1692 en la aldea de Salem, Nueva Inglaterra, cuando los puritanos consideraban Norteamérica como territorio del demonio. El tribunal de Salem era corrupto, pues a las mujeres se les persuadía de declararse culpables de actos de brujería y mentían diciendo que si éstas lo hacían, se les perdonaría la vida.

En octubre de 1692, los habitantes de la Bahía de Massachussets creen ser víctimas de una conspiración orquestada por brujas, se inicia una cacería con el fin de erradicar a las fuerzas del mal, en el pueblo de Salem se organizaron juicios, se ejecutaron a 20 personas y otras cien fueron encarceladas acusadas de brujería. Se creía que el demonio había reclutado a personas, especialmente a mujeres, para llevar a cabo una maliciosa tarea.

La brujería era una realidad aceptada en la Nueva Inglaterra del siglo XVII, el mundo invisible, lleno de brujas y maliciosos espectros, eran una realidad para los puritanos como los árboles, el viento o los animales. Anteriormente las brujas eran seres repugnantes, grotescos y horribles que deambulaban en las aldeas echando maldiciones y pidiendo cosas con la amenaza de que si la gente no les obedecía, realizarían embrujos en contra de las familias, las tierras y el ganado.

La brujería era recogida dentro del marco del derecho consuetudinario como un delito y también un pecado penado con la muerte; por ejemplo, si una persona no podía recitar de manera clara un padre nuestro se le acusaba de brujería.

En la última década del siglo XV los gobiernos controlados por iglesias iniciaron en Europa una campaña para destruir todo resquicio de paganismo, se ha calculado que durante 150 años, cincuenta mil personas murieron en la hoguera o la horca. Sin embargo, para 1610 el mundo empieza a adquirir un carácter científico, pero a pesar de esto, los puritanos migran a la Bahía de Massachusetts en 1628, donde le adjudican el nombre de “Ciudad resplandeciente sobre la colina”, un asentamiento fronterizo gobernado por estrictos principios religiosos.

A los 29 años, Cotton Mather fue requerido por el gobernador de la colonia para que dejara constancia escrita de la crisis, donde escribió los “Hechos confesados por las brujas y el sufrimiento de otras personas”, la crisis se había originado en una aldea de Boston, donde los pobladores se enfrentaban por la economía, tierras y religión. La construcción de lo que iba a ser la nueva iglesia trajo consigo un conflicto sobre el salario del pastor: Samuel Parris, reprendía de manera constante a los feligreses para que sintieran vergüenza de sus pecados y así contribuyeran con donativos para pagar su salario.

En enero de 1692, Samuel Parris tenía una hija, Betty Parris y una sobrina, Abigail Williams, que estaban siendo víctimas de un padecimiento desconocido en el que presentaban síntomas de pellizcos y mordeduras en sus brazos, cuello y espalda; se retorcían de un lugar a otro, pareciendo imposible que lo hicieran por ellas mismas, en algunas ocasiones no podían hablar, dormir, ni comer, por lo que acudió el médico de la aldea; sin embargo, cuando el médico no comprendía el origen de la sintomatología, el diagnostico era brujería. Las niñas se comportaban como si fueran golpeadas por fuerzas invisibles, por lo que se empieza a creer que estaban embrujadas pero la pregunta era ¿Quién las estaba embrujando? La cacería de brujas estaba a punto de comenzar, por lo que un vecino propone un método popular para dar con la bruja, la esclava de los Parris Tituba sigue las instrucciones del vecino, pero más adelante la esclava declara en la audiencia que había recogido orina de personas enfermas y tras mezclarla con harina realizó un pastel para averiguar quien era la bruja; este pastel se le daba a un perro, al comerlo, el perro conforme a la sabiduría popular guiaba hasta el culpable, esta práctica provenía de la cultura de la magia popular, algo que era claro que los puritanos estaban intentando erradicar.

El reverendo Parris indignado por los acontecimientos de su hija y su sobrina, ordena rezo y ayuno para contrarrestar la brujería, pero el extraño comportamiento de las niñas no cesaba, continuó por semanas, había personas que no les parecía coherente tachar de culpables de los síntomas a las brujas, sino que le adjudicaban la agonía de las menores a un veneno (hongo de cornezuelo), que ingirieron por centeno contaminado, el cual provocaba alucinaciones y sintomatología física por disfunciones en el sistema nervioso central.

Mientras los ciudadanos eran presionados por el reverendo Parris para identificar a la bruja, la hija y la sobrina del reverendo señalan a la esclava india que era originaria de Barbados, Tituba; sin embargo, en un tribunal las acusaciones de las niñas no podían ser tomadas a consideración por ser menores de edad.

Por otro lado, al escuchar noticias de ataques indios, unas jóvenes de Salem: Mercy Lewis comienza a sufrir ataques al igual que Betty y Abigail, y pronto se suma más gente, los Putnam y Walcott. Este mal se extendía en Salem, niñas, adolescentes, mujeres casadas estaban afectadas, al preguntarles quienes las estaban afectando acusaban sin dudarlo a Tituba, la esclava del pastor, por lo que estas acusaciones emitidas por personas adultas ya podían ser tomadas en consideración, en consecuencia, ya era posible procesar a Tituba, donde se acaba de apertura un juicio que llevara a veinte personas a la tumba, donde se presentan quejas formales que convierten las delirantes acusaciones en el proceso legal, un proceso que se desarrollo en el salón de juntas de la aldea de Salem hace más de 210 años.

Dos magistrados: John Hathorne y Jonathan Corwin acuden a la aldea de Salem para realizar un examen preliminar del caso y comprobar si el juicio estaba justificado; se pidió a los acusadores que señalaran a la bruja que los atormenta, lo que aconteció en ese momento quedo registrado en la historia en las transcripciones oficiales, donde se le pregunta a Tituba cuál era el espíritu maligno con el cual tenía relación, a lo que ella contestó que con ninguno, el interrogatorio continuó para preguntarle ¿Por qué le hacía daño a las niñas y mujeres? A lo que ella respondía que ella no había hecho daño.

Hathorne era un magistrado experimentado, y lo que quería obtener era la confesión de Tituba, ya que para obtener la condena capital se necesitaban tener testigos del propio acto, por lo que la manera más sencilla de obtener una condena era la confesión.

Tituba confiesa que habló con un hombre con ropas negras y pelo oscuro, que se le aparecía en forma de puerco o perro negro, también confesaba visiones. Desde el punto de vista jurídico, al confesar se estaba declarando culpable de haber realizado los actos de brujería y hechicería; por lo que el delito de brujería se hace una realidad en Salem. Tituba no se limita al confesar a sus compañeras brujas: Sarah Good, y Sarah Osborne, al igual que la mención que había visto el libro del diablo con las firmas de sangre de muchas otras personas, por lo que los magistrados decidieron continuar la investigación, ya que no poseían la autoridad legal para declarar sentencias ni resoluciones de ningún tipo, sin embargo, tenían la potestad de detener a sospechosos por lo que detienen a Tituba junto a Sarah Good, y Sarah Osborne, donde ambas niegan ser brujas.

La cacería comienza. Martha Carrier, de aproximadamente 60 años, es una respetable feligresa de la iglesia de Salem acusada de brujería, ya que las jóvenes con las sintomatologías y visiones veían que Carrier las perseguía, por lo que Hothorme, basándose en las pruebas espectrales detiene a Martha acusada de brujería. La locura se apodera de la aldea, cualquier cosa extraña e historias disparatada se considera brujería, se abrió una caja de pandora donde habían más personas acusadas no sólo de Salem, sino de comunidades vecinas.

Lo peor de ser acusado de brujería era el que la acusación era extensiva para toda la familia; por ejemplo, Sarah Good y su hija de cuatro años detenidas en la cárcel de Salem por brujería, ya que el principio general de aquella época era “La persona es culpable hasta que se demuestre lo contrario” muy diferente al principio de presunción de inocencia de la actualidad.

Las acusadas de brujería eran interrogadas estando en prisión, también se les desnudaba para que los investigadores pudieran hallar unas marcas en sus cuerpos llamadas “tetillas”, ya que la teoría era que el diablo se comunicaba con las brujas a través de los animales que pudieran tener en sus casas, por lo que les daban de comer, y estos animales les podían dejar marcas en las tetillas. Por si fuera poco, las acusadas en prisión tenían que pagar su habitación y comida mientras permanecían resguardadas.

La caza de brujas reportaba enormes cantidades de dinero, dicho dinero iba a parar al sheriff George Corwin, sobrino de uno de los magistrados ya mencionados. El sheriff confisca los bienes muebles e inmuebles de las acusadas de brujería, por lo que es claro que los Corwin estaban llenando sus bolsillos con el fenómeno de cacería de brujas en Salem.

Las cárceles locales se abarrotaron de hombres y mujeres acusados de brujería esperando su juicio. El 27 de mayo de 1692 el gobernador pide que se convoque un tribunal especial en el pueblo de Salem, el jurado estuvo compuesto por hombres de todo el condado y el tribunal por distinguidos jueces, donde hay que destacar que los elegidos no contaban con formación jurídica, unos eran comerciantes y otros líderes de la colonia.

El presidente del tribunal, William Stoughton, lugar-teniente del gobernador de la colonia, era un puritano con fama de estricto y dogmático. Este tribunal especial se diferenciaba de los demás en que el acusado no tenía derecho de un abogado, no había abogados de la defensa en el derecho inglés del siglo XVII, por lo que las acusadas de brujería debían defenderse por sí mismas, una tarea compleja para hacer frente a las pruebas espectrales.

El 10 de junio de 1692 se dicta la primera sentencia de brujería, llevando a la ahorca a Bridget Bishop, donde muere ahogada por función del peso, indignado por el ahorcamiento, uno de los jueces renuncia en señal de protesta, los juicios a brujas prosiguen sin interrupción. Nueve días después del ahorcamiento de Bridget Bishop, cinco mujeres más son ejecutadas porque se niegan a confesar y acusar a más “servidoras del diablo”. En los juicios surge un patrón, las mujeres que declaran quienes son brujas se salvan de la pena de muerte como fue caso de Tituba, lo que quería el tribunal eran confesiones para que no hubiera ejecución, pero no todo el mundo quería realizar esta acción de señalar a personas e iban a la hoguera u horca.

Siguiendo con las ejecuciones, septiembre de 1692 fue el último y más sangriento capítulo de los Juicios de Salem, para finales de ese mes murieron nueve personas, más las que sometieron a tortura para confesar actos de brujería, donde acababan muriendo, ya que se negaban a aceptar delitos que no habían cometido y señalar a sus vecinos. Son mártires por una resistencia a la caza de brujas.

Derivado de estos actos, muchas personas empiezan a criticar a este tribunal especial y comienzan a salir a la luz las declaraciones falsas de mujeres señalando a otras mujeres para no ir a la horca o ser quemadas en la hoguera, por esta situación los jueces empiezan a condenar a mujeres que cooperaban señalando a otras, por lo que al final de este oscuro pasaje se concluye que “Es mejor perdonar a diez personas por actos de brujería a que muera una sola persona”.

A finales de octubre de 1692, el gobernador disuelve el tribunal, cuando se reanudan los juicios en tribunales ordinarios, las pruebas espectrales ya no estaban permitidas, sin embargo, debían de celebrarse más juicios porque seguía habiendo mucha gente en la cárcel, estas personas no podían ser liberadas, sino que tenían que ser procesadas, por lo que se condenó a tres personas más, pero el gobernador las indultó.

Mujeres: ¿libres o pecadoras?

En relación a la idea de que las mujeres, por el hecho conocer sobre herbolaria, tener libertad sexual o saber realizar un aborto, era motivo suficiente para poder apuntarlas con el dedo señalándolas de brujas ¿Cuántas mujeres en la actualidad podríamos ser acusadas de tal hecho? El Malleus Maleficarum fue la piedra angular de muchos feminicidios que carecían de justicia, defensa, y de un trato justo y digno para las mujeres en el siglo XVII, durante la época de los Juicios de Salem.

El contexto social de la época era el control total de la sociedad a través de la iglesia. La caza de brujas comienza en 1450 en Europa, las víctimas fueron mayormente mujeres, las acusadas eran consideradas “rebeldes” que cuestionaban costumbres y vivían en plena libertad, podríamos decir entonces que las persecuciones se volvieron una guerra contra la mujer.

En cuanto a los Juicios de Salem, no se tiene un registro de cuántas mujeres fueron ejecutadas, ni se cuenta con testimonios, el simple hecho de que alguien te apuntara con el dedo acusándote de bruja o de tener alguna relación con las personas que llevaban a cabo practicas consideradas como “brujería” era motivo suficiente para morir quemado en la hoguera.

No hace mucho tiempo algunos de los motivos por los cuales podías ser acusada de bruja dejaron de ser un tabú, como el derecho al aborto y poder elegir sobre nuestro propio cuerpo. En la Ciudad de México, el aborto se volvió legal en abril de 2007, permitiendo ser realizado hasta las 12 semanas de gestación, comenzando a ofrecer el servicio en hospitales públicos e instituciones de salud para llevar acabo dicho procedimiento (Martha Lamas, “La despenalización del aborto en México”, Nueva sociedad, México, núm. 220, marzo-abril, 2009, disponible en: https://nuso.org/articulo/la-despenalizacion-del-aborto-en-mexico/).

Otro ”pecado” por el cual estaríamos siendo torturadas, sería la libertad sexual de la cual muchas mujeres gozamos, pero que sigue siendo algo mal visto en la sociedad, y si bien, ya no somos ejecutadas, somos criticadas y señaladas; sin embargo, ahora los derechos sexuales son considerados derechos humanos universales, teniendo el derecho de disfrutar nuestra sexualidad de manera libre, en la forma que queramos, como nos haga sentir mejor y sin que nadie se aproveche, explote o abuse de nosotros (Gobierno de España “Derecho a la libertad sexual”, Consejería de Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación, diciembre 2019, disponible en: https://www.juntadeandalucia.es/iamfiles/adaptaciones/11.%20Derecho%20a%20la%20libertad%20sexual.pdf).

Aquí nos encantaría decir que todo ha cambiado, pero si le damos la vuelta al mundo podemos darnos cuenta que las atrocidades contra las mujeres sólo cambiaron su justificación, pero el problema sigue siendo el mismo, miles de mujeres consideradas “rebeldes” en su sociedad son ejecutadas todos los días, como la muerte de Mahsa Amini por llevar el velo islámico mal puesto, “Nos matan solo por ser mujeres” fueron las palabras de Mahsa en una llamada telefónica que tuvo antes de ser asesinada cuando se encontraba arrestada en una comisaría islámica (Zahida Membrado “La muerte de la chica detenida por no llevar bien el velo enciende la protesta en Irán” ARA, 20 de septiembre 2022, disponible en: https://es.ara.cat/internacional/oriente-proximo/muerte-chica-detenida-no-llevar-velo-enciende-protesta-iran_1_4494594.html).

Si bien, han pasado muchísimos años desde que se inició una guerra contra las mujeres disfrazada de persecución a las brujas, la mujer sólo ha ganado unas cuantas batallas, día a día seguimos luchando por nuestros derechos, por vivir de la forma que más nos guste sin sentirnos atacadas, inseguras o con miedo a ser nosotras mismas. Los logros que hemos conseguido a través de los años, como el derecho al voto, el ser consideradas “iguales” ante la leye o cualquier otro derecho, se sienten como pasos gigantes, pero en realidad son sólo pequeños grandes logros de muchos que nos faltan por conseguir, esperando que día a día nos sintamos un poco más orgullosas de ser mujeres, de ser “brujas”.


Formación electrónica: Yuri López Bustillos, BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ignacio Trujillo Guerrero