Neoliberalismo narcoeconómico en México
Publicado el 9 de marzo de 2023
Jordan Vladimir Tello Ibarra
candidato a doctor en ciencias sociales, Universidad Autónoma de Nayarit
Vladimir.tello@uan.edu.mx
La reciente declaratoria de culpabilidad de García Luna en Estados Unidos por sus vínculos con el crimen organizado, develó la teatralidad de la guerra con el narcotráfico emprendida por el gobierno federal mexicano en décadas pasadas, una guerra que sembró muerte y exclusión social a lo largo y ancho del país, pronunciándose con mayor intensidad en las juventudes y las poblaciones altamente marginadas.
El fenómeno del narcotráfico en México se puede analizar desde diferentes ópticas disciplinares, particularmente, desde la economía y la fuerza del libre mercado (liberalismo) se gestan preguntas sobre cómo la fuerza del mercado de las drogas puede incidir en el poder político.
La crítica al neoliberalismo apunta a la preponderancia del mercado sobre el poder del Estado, en ese sentido, el neoliberalismo narcoeconómico se ha manifestado en la vinculación directa del poder financiero del narcotráfico para colocar figuras de poder en el ejercicio gubernamental. Si bien la guerra contra el narcotráfico posicionó al Estado como protagonista y a los cárteles de la droga como antagonistas, hoy sabemos que fue el Estado en alianza con y contra otras organizaciones criminales.
Durante la década del 2010, los intentos para unificar los mandos únicos policiales con el fin de combatir la cooptación de los cuerpos policiales municipales por el amedrentamiento o sobornos del narcotráfico, fueron diferentes, también se hicieron reformas en materia electoral para vigilar y fiscalizar el financiamiento de campañas electorales tras las denuncias sobre el lavado de dinero en manos de partidos políticos y equipos de campañas. Alcaldes colocados como peones en un juego de ajedrez entre capos en la lucha por los territorios comerciales.
A nivel municipal, las capacidades de seguridad gubernamental fueron superadas, no sólo por el poder simbólico y económico del narco, sino por el financiamiento de campañas electorales de candidatos y candidatas, que al llegar al poder, se volvían colaboradores desde las esferas de gobierno. Tan sólo en Nayarit durante 2011-2017 la fiscalía general del Estado operó a favor del crimen organizado, tanto que aquel ex fiscal hoy está privado de su libertad en Nueva York sentenciado por conspirar a favor del tráfico de drogas.
Si México ahora es justificadamente catalogado como un narco-Estado, es por la evidencia presentada en la corte americana durante el juicio de García Luna, y por los testimonios de los narcotraficantes detenidos en Estados Unidos probando las alianzas del ex secretario nacional de seguridad pública con el crimen organizado durante el sexenio de Felipe Calderón; también por la evidencia de la colaboración del ejército mexicano en el caso de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa durante el sexenio de Peña Nieto, o la indulgencia de López Obrador con la familia de Joaquín Guzmán Loera en episodios como “el culiacanazo” en el actual sexenio.
Sin importar los colores partidistas, la narcoeconomía hace presencia en la política mexicana, porque ese poder narcoeconómico no termina con un cambio de gobierno, se va sedimentando o pasa la estafeta para nuevas negociaciones entre los grupos del poder criminal y gubernamental.
¿Cuál es la credibilidad del Estado cuándo se ha probado su vínculo con el narcotráfico? se configuró la Guardia Nacional tras el debate de la militarización del país, tal parece que fue una estrategia aparentemente frontal, pero de paz pactada en lo obscuro de la negligencia gubernamental y de la corrupción en las altas esferas del poder; se ampliaron los presupuestos públicos de seguridad, más cárceles, más armas, más muertes que otros países en guerra declarada.
México, el Estado soberano que geopolíticamente se transformó en el paraíso para la comercialización ilegal de drogas en el mundo. La no intervención extranjera en asuntos de paz interior fueron también el blindaje de lo pactado en años pasados con el narco: protección, filtrar información y permitir el tráfico por los canales aéreos, marítimos y transfronterizos.
Es el neoliberalismo rapaz que no sólo pertenece a las empresas que matan con productos insalubres y que consumen despreocupadamente los recursos naturales, es también el neoliberalismo narcoeconómico el que se permite transitar en un Estado altamente impune, que simula en sus discursos de paz y que a la luz de tribunales extranjeros deja expuestas las crudas realidades entre el poder político y el poder económico del narcotráfico. En palabras de Octavio Paz, el Estado es un ogro filantrópico.
Formación electrónica: Yuri López Bustillos, BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ignacio Trujillo Guerrero