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Amarga victoria e incertidumbre climática de la COP 27 para África y los países del sur

Publicado el 9 de marzo de 2023

Bahdon Abdillahi Mohamed
licenciado en ciencias políticas, doctorando en sociología de la educación en la
Universidad de Murcia, España
emailbahdonabdillahi@gmail.com

Cambio climático, aumento de temperaturas, lluvias devastadoras, derretimiento de los glaciares. Son palabras que ocupan los discursos políticos, científicos y del mundo empresarial. Se organizan encuentros, cumbres sobre estos temas. Desde unos años hay una palabra mágica: la COP.

¿Qué es la COP 27? Hacer esta pregunta puede sonar a provocación. No, es una forma de calibrar a las sociedades amnésicas o del espectáculo mal informadas y sobre-informadas. Dicha COP es un evento que tuvo lugar hace meses. Pero ya es el pasado para una sociedad que ha perdido la memoria y está marcada por el insomnio. La COP 27 es la última de las conferencias sobre el cambio climático celebradas desde principios de los años 90 (inaugurada por la cumbre de Río de Janeiro en 1992). La COP concluyó el pasado 20 de noviembre de 2022 con un balance negativo para el planeta.

¿Podíamos esperar un consenso entre participantes con perfiles y contextos diferentes?, ¿y decisiones de calado? Las rivalidades y los intereses de los Estados y los grandes grupos industriales iban a desvanecerse un poco para un planeta en peligro en todos los sentidos. El interés general no resiste a las rivalidades y los intereses nacionales y regionales. A pesar del discurso pesimista del secretario general de las Naciones Unidas y del llamamiento desesperado de los Pequeños Países Insulares (PPI), la preocupación sobre las consecuencias del cambio climático para el ser humano y los animales, en las negociaciones se defienden con uñas y dientes los intereses nacionales y los de las multinacionales, contaminadoras y destructoras del medio ambiente.

El mismo escenario se repite desde la primera conferencia sobre el clima en Río de Janeiro. Un discurso optimista y una conclusión que no contribuye en nada a poner encima de la mesa medidas contra la degradación climática. Sabemos de sobra que el cambio climático favorece la aparición de enfermedades y nuevos virus, ya que la naturaleza pierde su capacidad protectora.

En una cumbre hay siempre un optimismo en los discursos, nace una ilusión de progreso respecto a la última cumbre.

La ilusión del progreso

Los optimistas vieron un avance en la creación de un fondo para financiar los daños irreversibles causados por el cambio climático. Pero se trata de un fondo sin financiación. Al menos por el simbolismo, es una pequeña victoria para algunos países, especialmente para los PPI, las primeras víctimas. No son los únicos. No olvidemos las lluvias que asolaron Pakistán en septiembre de 2022 o las inundaciones mortales tras las lluvias torrenciales en Europa Central (Alemania, Bélgica, Países Bajos) en el verano de 2021; la falta de lluvias y el avance de la sequía en Cuerno de África.

Para refrescar la memoria a muchas personas, este fondo es una promesa adoptada en la COP 15 de Copenhague en Dinamarca en 2009. Los países industrializados habían prometido 100.000 millones de dólares a los países en desarrollo. La promesa nunca se materializó. ¿Se trataba de una inversión que no fue rentable para ellos? No cabe duda. Como dijo Thomas Sankara, ex presidente de Burkina Faso: la ayuda al desarrollo, y por tanto cualquier tipo de ayuda, es una inversión para el donante. Pero para el secretario general de la ONU, la ayuda financiera "no es una cuestión de generosidad, es una cuestión de justicia". Se habla de justicia climática.

La creación de este fondo podía ser una victoria, pero una victoria amarga, porque no se ha materializado, ni se ha definido el mecanismo de asignación. Por supuesto, no era en una reunión donde los participantes iban a definir el funcionamiento del famoso fondo.

Para quienes esperaban un gran avance respecto a las anteriores COP, la decepción es grande, porque las conclusiones son más un avance político que diplomático. La prueba es la obsesión por los números. Y el objetivo no es conseguir, sino crear una conciencia. Nadie se tomó en serio el límite de 1,5 C°. No estamos lejos de alcanzar pronto los 2 Cº de aumento de la temperatura global; las previsiones no son tranquilizadoras. Pero es más que una obsesión para Mia Amor Mottley, primera ministra de Bardade, para quien "la diferencia entre 1,5 Cº y 2 Cº es la diferencia entre la vida y la muerte".

Según el climatólogo belga François Gemme, "cuanto más se acelera el cambio climático, menos son los esfuerzos de los Estados y más nos aferramos al objetivo de 1,5 Cº. Pero ahora está completamente fuera de nuestro alcance”.

Es redundante decir que los participantes en una conferencia como ésta no tienen los mismos argumentos ni el mismo peso y, por tanto, no defienden la misma postura, no tienen los mismos medios para defender sus argumentos.

¿Cuál fue la postura de los presidentes africanos en los debates de esta COP?

El eterno estribillo de los líderes africanos

El discurso occidental, tanto periodístico como político, es condescendiente con el continente y las sociedades de los países del Sur. No es sorprendente, desde los países del Norte hay una opinión negativa sobre la situación de estos países en todos los ámbitos. El cambio climático refuerza este discurso, se dice que África es el continente que más sufre del cambio climático.

Para marcar el interés del asunto, varios presidentes africanos han participado a esta cumbre. El presidente de Egipto, país organizador, Abdel Fattah Al-Sissi afirmó que la COP27 "será una conferencia verdaderamente africana para avanzar en áreas prioritarias como la financiación climática, la adaptación y las pérdidas y daños". Como de costumbre, los presidentes africanos no se han consensuado sobre una postura común. La Unión Africana no tiene un peso importante en estas negociaciones.

¿Podemos decir que se han jugado mucho en esta reunión banal que se celebra en el continente? Muchos de ellos pronunciaron discursos victimistas y/o hicieron declaraciones sobre el cambio, repitiendo un estribillo al que nos han acostumbrado en las últimas décadas; como William Ruto, de Kenia, quien habló de la frecuencia de las catástrofes naturales (ciclones, tormentas tropicales, grandes incendios, deshielo, sequía y desertización), de la amenaza de la subida del nivel del mar y de una destrucción sin precedentes, dando cifras: 70.000 millones de dólares en pérdidas económicas debidas a catástrofes naturales en África, que aumentarán a 50.000 millones en 2050; otros, como Macky Sall, de Senegal afirmaban que "debemos actuar en Sharm-el-Sheikh para hacer historia y no sufrirla". Toda una ambición para un presidente en ejercicio de la Unión Africana.

Por su parte, el presidente gabonés, Ali Bongo Ondimba, cuyo país organizó en julio la Semana del Clima, hizo hincapié en los aspectos de transparencia, eficacia y viabilidad de la financiación, señalando que, si cada país se centra en la lucha contra el cambio climático reduciendo las emisiones, mejorando la agricultura y aumentando la innovación tecnológica. Pero también en la adaptación al cambio climático, la transición energética, económica y en recompensar esfuerzos netos de secuestro de carbono de estos países. La transparencia empieza por uno mismo y por su país.

Cabe recordar que en la COP1, celebrada en Berlín (Alemania) en 1995, se creó una Alianza de Estados Africanos bajo el nombre de "Grupo Africano de Negociadores sobre el Cambio Climático (AGN)", cuyo objetivo era representar los intereses del continente para que pudiera hablar con una sola voz en las grandes reuniones internacionales relacionadas con el clima. Esta Alianza está dirigida ahora por el zambiano dr. Ephraim Mwepya.

La preocupación por el cambio climático, la desertificación, la desaparición de lagos (caso del lago Chad), ríos y arroyos no es reciente para algunos dirigentes africanos. Hace varias décadas, los dirigentes del continente y su unión, la "antigua OUA", decidieron tomar una medida contra la desertificación, que tiene múltiples consecuencias en la vida de los ciudadanos africanos: el muro verde. El objetivo era luchar contra los efectos del cambio climático y la desertificación en el Sáhara y el Sahel. ¿Qué está ocurriendo? No hay información sobre el proyecto de este gran muro.

Varias iniciativas han sido adoptadas por las organizaciones y los Estados africanos: el Plan de Acción de Recuperación Verde de la Unión Africana 2021-2027; la Iniciativa Africana de Adaptación (AARI); la Iniciativa Africana de Energías Renovables (AREI); la Estrategia Africana de Economía Azul; el Marco de la Unión Africana para la Gestión Forestal Sostenible; el Programa de Acción Panafricano sobre Restauración de Ecosistemas para una Mayor Resiliencia; el Programa General para el Desarrollo de la Agricultura en África (CAADP); la Iniciativa para la Adaptación de la Agricultura Africana (AAA); el Programa Africano de Desarrollo Agrícola Resiliente al Clima (ACRADP); la Iniciativa para una Transición Rural Justa (JRT); la Iniciativa para la Restauración del Paisaje Forestal Africano (AFR100); la Gran Muralla Verde para el Sáhara, el Sahel y el África Meridional; la Asociación NDC7; el Programa Clima para el Desarrollo en África (ClimDev Africa); y el Programa Africano de Recuperación Verde (AGSP). Por tanto, no hay razón para no aprovecharlas. Sin ánimo de ser exhaustivo.

Los discursos se quedan en deseos piadosos si no hay acciones concretas. ¿Cuáles son las conclusiones de COP?

Las conclusiones de esta cumbre

El domingo 18 de noviembre de 2022 por la noche se firmó a toda prisa un acuerdo final. Es a la vez un avance simbólico y (sobre todo) un gran retroceso en un tema de interés mundial y de justicia climática.

En comparación con anteriores COP, los participantes acordaron la creación de un fondo para financiar los daños irreversibles causados por el cambio climático. Se trata de una vieja promesa de Copenhague en 2009 que ha vuelto en la mesa de las negociaciones; cuyo objetivo teórico era apoyar a los países con 110.000 millones de euros al año.

Su creación es una ilusión creada por los países que contaminan más, su ilusión radica en las condiciones de atribución y los países beneficiarios por determinar. Las condiciones y los países que pueden beneficiarse se remiten a un "comité de transición" que lo hará operativo a finales del año que viene, es decir, en la COP 28, que se celebrará en Dubai en diciembre de 2023. Este mecanismo es esperado desde hace años por los principales países afectados. Sin embargo, el texto del acuerdo no prevé ninguna decisión sobre la financiación del fondo (nueva ventana).

El acuerdo no impone medidas vinculantes a los gigantes contaminantes como Estados Unidos, China, Arabia Saudí, Rusia, la Unión Europea o India, por citar sólo algunos países en los que la industrialización tiene un impacto negativo sobre el medio ambiente y, por tanto, sobre el clima. La cuestión de las subvenciones estatales a los combustibles fósiles no se aborda en este acuerdo.

Esta COP se celebró en un contexto de guerra, lo que tiene consecuencias para el gas y el petróleo. Puso de manifiesto la complejidad de la geopolítica y las dificultades para lograr la transición mundial hacia una economía baja en carbono. La geopolítica también tiene que ver con la formación de un grupo de países con intereses opuestos, el G77+China; China es uno de los mayores contaminadores del planeta.

Por sorprendente que parezca, los grupos de presión y los representantes de los grupos petroleros mostraron sus credenciales ecológicas. Pero defendían sus intereses. La transición energética, de la que hablan muchos dirigentes, es de hecho una clara amenaza para sus negocios. El año que viene, la industria y sus patrocinadores estatales probablemente seguirán afirmando su influencia en el proceso. La desinformación seguirá siendo una herramienta clave en sus operaciones de presión. No debemos permitirlo.

Se ha avanzado en la comprensión del problema y en la orientación de las soluciones, pero los líderes mundiales deben pasar página a las tensiones (como la invasión de Ucrania) y aprovechar al máximo los nuevos acontecimientos geopolíticos positivos, como el regreso de Brasil a la escena mundial y el acercamiento climático entre Estados Unidos y China.

La COP 27 no aceleró la lucha contra el cambio climático sin un acuerdo sobre los combustibles fósiles. Como recordatorio, los países más afectados por el calentamiento global son los menos responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero.

No se ha estado a la altura para financiar proyectos verdes, como la lucha contra la desertificación. No ha habido ningún plan concreto para cumplir la promesa de duplicar la financiación para la adaptación de aquí a 2025, una demanda clave del continente africano y esencial para adaptarse a los impactos climáticos que sufren sus poblaciones.

Los países industrializados que dan lecciones de clima financian, sin embargo, muchos proyectos de gas fósil aprovechan el viento y el sol para sus proyectos de hidrógeno verde.

En un mundo en el que muchos actores del mundo financiero, o más bien de la especulación financiera, no podrán conseguir cambiar la economía y la industria de manera respetuosa con la naturaleza si el G7 y el G20, los bancos internacionales y el FMI no acompañan este proyecto. Estos "G" e instituciones financieras ignoran el desafío climático, siguen financiando la economía de la especulación. El viejo mundo, basado en los combustibles fósiles, sigue resistiendo porque sigue contando con un poderoso apoyo institucional y financiero.

El acuerdo alcanzado en Sharm el Sheij no abordó las causas profundas del cambio climático: el uso de combustibles fósiles y la destrucción de la naturaleza. En palabras de la Ministra de Medio Ambiente congoleña: "¿A quién queremos engañar?", exclamó indignada en el mismo momento en que abandonaba la COP 27. En Egipto hubo servicios mínimos sobre el calentamiento global. La principal preocupación de la Alianza de los Pequeños Estados Insulares (Aosis).

Con un acuerdo así, se puede decir que los poderosos seguirán contaminando y los pobres seguirán sufriendo las emisiones de gases de los primeros.

Reconozcámoslo. Los objetivos científicos no son alcanzables. Los científicos están indefensos ante el poder financiero y técnico de los actores dominantes del capitalismo destructivo.

La próxima COP tendrá lugar en Dubai entre el 30 de noviembre al 12 de diciembre de 2023. Se trata de un país cuyas principales fuentes de ingresos son el gas y el petróleo, por lo que es un firme defensor de los combustibles fósiles, los más contaminantes, los más destructivos para el medio ambiente y un caldo de cultivo para la especulación en la economía del carbono. Las emisiones de CO2 relacionadas con la energía en EAU en 2019 fueron de 18,22 t de CO2 per cápita, 4,15 veces la media mundial y un 26% más que en Estados Unidos. Y no es de extrañar que el ministro de industria haya sido nombrado presidente de la COP 28. Pero además de ocupar este ministerio, es el director general de una empresa petrolera nacional. También dirige Masdar, la empresa de energías renovables de los EAU, un doble personaje.

Su nombramiento muestra claramente la victoria del sector petrolero y, por tanto, de los combustibles fósiles. ¡Qué pesimismo! Naturaleza, cambio climático, transición ecológica son palabras bonitas que adornan el discurso sobre el cambio climático, que no preocupa demasiado a los dirigentes, que no actúan, sino que especulan.


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