Emergencia global: a tres años del COVID-19 en México
Publicado el 31 de marzo de 2023
Juan José Díaz Meléndez
Licenciatura en Sociología, FES Aragón, UNAM
tiflohatleta@hotmail.com
El 27 de febrero de 2020 se detectó el primer caso de COVID 19 en México, menos de un mes después, el 11 de marzo del mismo año, la OMS dictó la declaración de pandemia y a partir de ese momento el mundo se transformó en algo inimaginable para nosotros. Millones de contagiados y miles de muertes se comenzaron a difundir por diversos medios de comunicación causando reacciones y visiones en su mayoría catastróficas con respecto al futuro que nos depararía si no se encontraba pronto una vacuna efectiva para frenar el virus.
Aún en este momento (2023) varios casos de contagio se siguen reportando pero el mundo comienza a disminuir su estado de alerta respecto al caso, esto debido a las vacunas y a los métodos de prevención implementados; pero hay algunas interrogantes alrededor de esto: ¿acaso esta pandemia no pudo haber sido evitada?, ¿cómo pudo fracasar la contención de una crisis que comenzó en un lugar ubicado a una distancia que creíamos imposible llegara a lugares como México?
Hoy en día la ciencia y tecnología nos han llevado a lugares que alguna vez se creyeron imposibles, desde llevar al hombre a la luna, hasta poder estar conectados en cualquier parte del mundo con un clic. Aprendimos a disminuir los riesgos de cada una de las operaciones que realizamos día con día para hacer que cualquier acción que nos generara incertidumbre pudiera ser resuelta de una u otra manera, eliminando así cualquier indicio de error y brindándonos la seguridad que habíamos estado buscando desde siempre en mitos e historias teológicas y metafísicas.
La ideología ha jugado un papel vital en el desarrollo de las sociedades, pues nos ayuda a darle una explicación tranquilizadora a nuestra realidad sin necesidad de cuestionarnos el porqué de esa paz. Desde resolvernos la idea de nuestra creación hasta mantenernos siguiendo las instrucciones de un grupo de poder que promete una mejora estructural.
De igual forma ha jugado su papel como método de control social ayudando a la contención de conductas desviadas que pueden alterar el orden y el buen funcionamiento de la política social.
Para Jaime Rivière el control social es entendido como una serie de mecanismos de control superpuestos que controlan y que regulan el comportamiento individual y colectivo (2013, p. 14) de esta manera se implementaron medidas de control social para reducir la tasa de contagios durante el punto más álgido de la pandemia como lo fueron el estricto confinamiento y el uso obligatorio de cubre bocas para lograr reducir la propagación del virus, esto a su vez evitaría la sobrepoblación del sistema de salud y ayudaría a atender de manera eficiente al número de personas necesarias acorde a la disponibilidad de servicio en cada hospital.
La implementación de estrategias de contención del virus resultaba del riesgo que existía en caso de que el sistema de salud colapsara y ante el desconocimiento del adecuado tratamiento de la enfermedad sumado a la falta de recursos hospitalarios estaríamos ante una crisis sanitaria incontrolable (cosa que sucedió).
Según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social esta crisis sanitaria por el SARS-CoV-2 puede revertir los avances de desarrollo social en México ya que esta afectara en gran medida a los grupos vulnerables entre los que se encuentran personas con problemas de diabetes, hipertensión, obesidad o alguna comorbilidad que comprometa su sistema inmune haciéndolos vulnerables al contagio y así agravar su condición.
Lo anterior es mencionado como recordatorio de todo el daño que puede causar algo que se pensaba como una enfermedad más, como algo que la inteligencia humana podía controlar y con la idea de que los virus no traspasan fronteras y negando la afirmación refutada ante la ciencia de que algo tan simple como el uso de cubre bocas podría hacer la diferencia entre la vida y la muerte.
Ya que ahora que hemos encontrado lo que siempre creímos que era la solución a nuestros problemas enfrentamos algo que hasta hoy no hemos logrado contener: nuestro propio ser; “la ciencia nos dará la respuesta”, solemos decir, sin embargo bastará con recordar las múltiples ocasiones que se tuvieron que reiterar las medidas de prevención para evitar la propagación de enfermedad, una y otra vez como si el cúmulo de ciencia y respuestas que siempre pedimos y que por fin logramos obtener fueran tomadas sólo como palabras carentes de sentido.
Entonces habría que cuestionarnos si el verdadero problema es la falta de ciencia y respuestas o algo más humano. Siguiendo con esta idea Ulrich Beck escribe en su libro La sociedad del riesgo que:
La aplicación de la ciencia, pues, implica el establecimiento de una objetivación clara de las posibles fuentes de problemas y de errores: la «culpa» de las enfermedades, crisis y catástrofes que aquejan a los hombres la tiene la naturaleza salvaje, incomprensible; asimismo, los impulsos ininterrumpidos de la tradición (p. 207).
La naturaleza de la humanidad de tener (o creer que lo tiene) el control de todo aquello que lo rodea ha sido a lo largo de la historia causante primordial de factores destructivos como la creación de armas nucleares, la experimentación humana en la búsqueda de súper soldados, la invención de armas biológicas, entre otras. Cada una de ellas esperando a poder culpar a los otros cuando algo falla, iniciando así solo más problemas que serán perjudiciales para los grupos más vulnerables en todos los ámbitos.
En síntesis, hemos establecido nuestras fuentes de problemas, en este caso la enfermedad, pero no hemos llegado a un periodo reflexivo en la que analicemos y rutinicemos practicas lo suficientemente eficaces para disminuir los peligros que acaecen este problema global que pueden afectar a cualquiera como lo son las medidas de sanidad obligatorias para el control y la contención del virus. Y seguir los protocolos solicitados por nuestra glorificada cientificidad que parece ignoramos cada día más por nuestra idea de superioridad ante la misma naturaleza.
Las infinitas posibilidades de que lo esperado salga mal nos ha mostrado que la ciencia y tecnología nos han permitido reducir el marco de peligro que antes hubiera sido imposible, sin embargo también nos ha demostrado que eso no es todo, suena aterrador pero ya hemos obtenido la gran mayoría de respuestas que buscamos por años, ahora es momento de dejar de buscar culpables en el otro y aceptar lo que con tanta seguridad construimos, la pregunta que queda es: ¿el mundo está dispuesto a pagar el costo que implica garantizar seguridad?
1Fuente: Fotografía del autor tomada en el Centro Médico Nacional La Raza
Formación electrónica: Yuri López Bustillos, BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ignacio Trijillo Guerrero