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La tortura sexual como dispositivo de poder en la Guerra Sucia

Publicado el 25 de abril de 2023

Jocelyn S. Monroy León
Colegio de Estudios Latinoamericanos de la Facultad de Filosofía y Letras, UNAM,
y Etnohistoria, ENAH
emailjozzmonroy2810@gmail.com

“Nadie consagrado a pensar sobre la historia y la política
puede permanecer ignorante del papel que la violencia
ha desempeñado siempre en siempre en los asuntos humanos,
y a primera vista resulta más que sorprendente que la violencia haya
sido singularizada tan escasas veces para su especial consideración”.
Hanna Arendt

A lo largo de mi formación académica escuché muchas veces que a la hora de elegir un tema no es propiamente decisión de quien investiga; el tema lo elige a uno, y me gusta pensar que es cierto porque mi interés por este específico surge de aquel día que me enteré que la colonia de la Ciudad de México en la que crecí y habito hoy en día fue escenario de la detención de la guerrillera Alicia de los Ríos Merino (Susana) en 1978. La memoria de los actos revolucionarios llevados a cabo por Alicia y otras tantas mujeres militantes de los movimientos armados en los años 60-80 en México fue lo que me llevó hasta acá pues, como acoté en la cita inicial de Hanna Arendt, no podemos permanecer ignorantes del papel que la violencia ha desempeñado en asuntos humanos.

Se han hecho correr ríos de tinta sobre la guerrilla y los guerrilleros, pero, como en cada etapa histórica, las mujeres se llevan la menor parte o son traídas a las páginas de la historia. Se podrían nombrar grandes personajes que participaron en los Frentes de Liberación, pero la mayoría serían hombres. Yo apelo a las compañeras que hicieron esfuerzo doble para dejar el espacio doméstico en una época en la que era impensable que una mujer se desempeñara fuera de este. Ellas dejaron atrás los mandatos impuestos de lo que una mujer debía ser y se echaron el arma en la espalda para salir a hacer lo mismo que cualquier compañero, pero a la hora de las detenciones y los castigos, también hubo diferencias por el hecho de ser mujeres.

La tortura ha sido una violencia generalizada en contra de los cuerpos de lxs presxs durante décadas, y en el marco de la Guerra Sucia fue utilizada como medio para obtener información sobre nombres, direcciones, entre otros. El cuerpo deshumanizado y sometido al castigo para perturbar ya había sido descrito por Michel Foucault en Vigilar y Castigar “A la expiación que causa estragos en el cuerpo debe suceder un castigo que actúe en profundidad sobre el corazón, el pensamiento, la voluntad, las disposiciones” (Foucault, 2012).

Obtener información no es el único fin que ha tenido esta práctica, sino deshumanizar, humillar y anular la relación del cuerpo-sujeto: “inundar de estímulos sexuales a un sujeto que está privado de su libertad y sometido a una condición extrema de pasividad e inermidad”. Ahora bien, abordar la cuestión de la tortura sexual implica entrar en contacto con testimonios difíciles que nos permiten entender el tipo de secuelas psicológicas imborrables que ha dejado este acto en las mujeres por sus perpetradores, quienes lo han utilizado a manera de mostrar el poder que se tiene sobre el cuerpo feminizado de sus víctimas. Rita Segato lo define así: “la violación se percibe como un acto disciplinador y vengador contra una mujer genéricamente abordada. El mandato de castigarla y sacarle su vitalidad se siente como una conminación fuerte e ineludible. Por eso la violación es además un castigo y el violador, en su concepción, un moralizador” (Segato, 2003).

Por ello, para las mujeres ha sido diferente, la violencia de género ha recorrido un largo camino en México y en los casos de tortura no hubo excepción. Algunas compañeras relatan las secuelas que dejaron las torturas sobre ellas y sus cuerpos como un ejercicio de poder de quienes los perpetran.

A manera de ejemplo, en el Reporte sobre el Comité Nacional Pro-Defensa de Presos, Perseguidos, Desaparecidos y Exiliados Políticos, elaborado por la D.F.S. el 31 de agosto de 1979, Bertha Alicia López relata las torturas sexuales y las humillaciones que pasó después de ser secuestrada el 9 de abril de 1979. Entre los sucesos relatados por las compañeras se encuentra que la hicieron caminar por un pasillo lleno de agentes para ser tocada por todos, o Martha Alicia Camacho Loaiza, quien narra su parto dentro de un campo militar y cómo los agentes que la atendían se burlaban de ella y su recién nacido mientras le apuntaban con un arma a ambos (Terrés, 2007).

El Estado se disculpó públicamente con Martha Alicia el 23 de septiembre de 2019 por las vejaciones y el trato inhumano que recibió durante su detención en Culiacán Sinaloa en 1977. La prevención y atención a casos de tortura se encuentran regulados en la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles Inhumanos o Degradantes publicada en el Diario Oficial de la Federación el 6 de marzo de 1968, en dicho documento se señala:

… se entenderá por el término “tortura” todo acto por el cual se inflija intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido, o se sospeche que ha cometido, o de intimidar o coaccionar a esa persona o a otras, o por cualquier razón basada en cualquier tipo de discriminación, cuando dichos dolores o sufrimientos sean infligidos por un funcionario público u otra persona en el ejercicio de funciones públicas, a instigación suya, o con su consentimiento o aquiescencia.

Para concluir, me parece importante recalcar que este tipo de violencia ha sido no sólo permitida, sino cometida por el mismo Estado y es de suma importancia la intervención de organizaciones de Derechos Humanos y de políticas públicas que tomen acciones concretas sobre los crímenes de esa humanidad contra los cuerpos de las mujeres en casos de ser detenidas y por lo que a nosotrxs respecta, mantener presente la memoria histórica de las compañeras que fueron víctimas de desaparición forzada y torturas por el hecho de mantenerse firmes en sus luchas.

REFERENCIAS

AGUILAR TERRÉS, María de la Luz, Guerrilleras, México, 2007.

FOUCAULT, Michel, Vigilar y Castigar: El nacimiento de la prisión, Madrid, Siglo XXI, 2012.

SEGATO, Rita, Las estructuras elementales de la violencia, Quilmes, Universidad Nacional de Quilmes, 2003.

VELAZQUEZ MORENO, Ana Laura, “Violencia sexual en casos de tortura, un castigo adicional por ser mujer”, Caleidoscopio.


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