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Abulia, la gran vencedora 1

Publicado el 12 de junio de 2023


Luis de la Barreda Solórzano

Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM,
email lbarreda@unam.mx


En honestidad, preparación, conocimiento de los problemas de la entidad, planteamiento de soluciones, trayectoria, inteligencia, independencia de criterio, presencia, en todo hay una diferencia abismal entre Alejandra del Moral y Delfina Gómez.

¿No saben o no les importa a los que votaron por la candidata del Presidente la extorsión a los empleados municipales de Texcoco —entrega forzosa de 10% de su salario— por órdenes suyas, cuando era alcaldesa?

¿No saben o no les importa a los que sufragaron por la morenista que como titular de la Secretaría de Educación Pública (SEP) eliminó las escuelas de tiempo completo, que beneficiaban—mejor preparación, alimentos nutritivos—a 3.6 millones de menores de las familias más pobres?

¿No saben o no les importa a los que cruzaron la boleta a favor de la favorita del caudillo que en la SEP durante su gestión quedó sin aclarar el destino de cientos de millones de pesos, que siete universidades públicas fueron colocadas en crisis financiera porque el presupuesto otorgado no era proporcional a la matrícula, que se invitó a la licitación de libros de texto a empresas con domicilios inexistentes o con falsas instalaciones, que esos libros estaban plagados de yerros gramaticales, técnicos y científicos, y que el proyecto educativo diseñado desprecia materias formativas como la lectura y las matemáticas, y se orienta a un burdo adoctrinamiento ideológico que abomina de la libertad individual —única que merece la denominación de libertad— en aras de una supuesta libertad colectiva (¡el individuo fusionado en el grupo!) y provee inyecciones de odio al enseñar que todas las personas son fatalmente explotadoras o explotadas?

Yo nunca había visto ni escuchado a Alejandra del Moral. Sé que su trayectoria como servidora pública no sólo está exenta de cualquier sospecha de corrupción, sino que ha sido destacada. Al escucharla en el debate con su adversaria y en entrevistas me impresionó gratamente. Un estado tan importante y complejo como el Estado de México ameritaba una gobernadora de ese talante.

¿Qué motiva a los votantes a inclinarse por determinado candidato o determinada candidata? Se ha escrito, con razón, que la mexiquense fue una elección de Estado: el Presidente intervino descaradamente, las corcholatas y los gobernadores morenistas hicieron campaña en la entidad, los servidores de la nación coaccionaron el voto, se compraron votos, se acarreó a votantes, exalcaldes y funcionarios de Morena fueron sorprendidos con grandes cantidades de dinero, armas y propaganda. Eso es verdad, como lo es también que el gobernador de la entidad prefirió desaparecer. Pero, de todos modos, la diferencia entre una y otra candidatas es más grande que todas las trapacerías, las coacciones, los votos pagados, las amenazas, las mañaneras. Finalmente, cada cual vota en secreto por lo que le parece mejor.

Cierto: Delfina Gómez no sacó una ventaja como la que se pronosticaba y la mitad de los ciudadanos con credencial de elector no acudió a las urnas. Se dice que su abstención se debe a que creen que con una u otra gobernadora las cosas seguirán igual. Eso me parece asombroso. Bastaba con enterarse del currículum de una y otra, bastaba con escucharlas. El importamadrismo, la abulia ganaron la elección. Sólo el 25% de los inscritos en el padrón votó por Delfina Gómez, porcentaje muy inferior al 50% de los que no votaron.

¿Creen los abstencionistas que nada puede hacerse? Seguramente muchos de los que no acudieron a votar despotrican contra el rumbo que están tomando el país y su entidad en seguridad, salud, esperanza de vida, pobreza, corrupción, autoritarismo, etcétera. ¿Y? Tendrían que entender que el pesimismo no resuelve nada. La virgen de Guadalupe no vendrá a salvarnos. No se requiere arriesgar el pellejo heroicamente. Sólo dejar la cama, el sillón, el televisor, la mesa, la copa, caminar un poco y depositar el voto. Porque la opción es comportarse como vasallo —dejar que la decisión la tomen otros, pero maldecir al mal gobierno con resignación resentida en el café o la sobremesa— o como ciudadano —participar al menos con el sufragio—. Porque ni la virgen de Guadalupe ni los dioses vendrán a salvarnos.


NOTAS:
1 Se reproduce con autorización del autor, publicado en Excelsior, el 8 de junio de 2023: https://www.excelsior.com.mx/opinion/luis-de-la-barreda-solorzano/abulia-la-gran-vencedora/1591201

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