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De los excesos del Poder Judicial. Las lecciones de la historia: cuando el sofisma jurídico-político del Poder Judicial somete a los otros a sus designios

Publicado el 13 de junio de 2023

Raymundo P. Gándara
Lector sénior en Bureau de Investigación y Docencia de
Conocimiento de Fronteras. S. C.,
emailrp_gandara@hotmail.com


En 1941 la Universidad de la Ciudad de Nueva York invitó a Bertrand Russell a impartir la cátedra de Filosofía. Un grupo de ciudadanos, no de académicos, se opuso acusando al filósofo de libertino, corruptor de los estudiantes, exigiéndole a la Junta académica que revocara ese nombramiento. El grupo radical uso a una señora de nombre Jean Kay, que nada tenía que ver con los asuntos del Departamento de Filosofía, para volver un acto meramente académico en un escándalo público. El asunto fue tomado por los políticos y hasta un monseñor de nombre Francis W. Walsh que aprovechaban el asunto para pretender ganar influencia entre la sociedad tradicionalista. El consejo municipal exigió que la Junta anulase el nombramiento de Russell, el Consejo Académico se negó. El asunto fue llevado a la Corte, donde se acusaba al filósofo con un “argumento contundente” que no admitía concesiones: la de enseñar la inexistencia de Dios, desafiar la decencia y contradecir el carácter religioso del pueblo, además, se argumentaba que no se debía gastar el dinero público en quien corrompía a los jóvenes.

La defensa de Russell no sólo se limitó a la comunidad académica, fue apoyada por la Unión de Libertades Civiles Americanas y el Comité de Libertad Cultural, entre otros grupos, aun por grupos liberales religiosos como el Consejo Nacional de Religión y Educación, a ellos sumaron su apoyo, por ejemplo, el Consejo de estudiantes Protestantes de la Universidad de Columbia, el Obispo Manning de la Iglesia Episcopal, el rabino Jonah B. Wise, las casas editoriales como Random House y Harper´s.

Russell se negó a dimitir, ya que ello era admitir los infundios de que le acusaban. La cuestión central era, además de discernir cuáles eran los límites de la libertad académica, la personalidad de Russell. El linchamiento público fue hecho suyo por los tribunales. Los que lo acusaban de no apto, afirmaban que sus obras era lujuriosas, libidinosas, venéreas, desprovistas de moral. El juez de la causa era McGeehan-Moseley, quien había pretendido quitar un retrato de Martín Lutero del mural en el edificio de la Corte que narraba la historia de la evolución de las leyes. El juez declaró, entre otras cosas, que el acusado era un insulto al pueblo de Nueva York; asímismo acusó a la Junta que lo nominó de haber actuado arbitraria y caprichosamente y en directa violación a la salud pública, la moral y los derechos de la demandante, revocando el nombramiento de Bertrand Russell.

El periódico New Republic dijo que el fallo del juez debió haberse estudiado y escrito a velocidad sobrehumana ya que en sólo dos días había estudiado los cuatro tomos del expediente y redactado su extensa sentencia. Los observadores sostenían que esa sentencia había sido escrita para el juez por los religiosos críticos de Russell. McGeehan no le permitió al acusado combatir los cargos que le hacían, sino que todos y cada uno fueron admitidos. Entre sus argucias el juez, en la sentencia que revocaba el nombramiento argumentaba que Russell era extranjero, apoyándose en una ley inaplicable al caso, subrogándose en las competencias de la Oficina de Inmigración y Naturalización. Para McGeehan el filósofo no era el único malhechor, sino también los integrantes de la Junta, quienes fueron sancionados. Monseñor Walsh fue el que se hizo cargo de difundir el pensamiento del juez, decía el susodicho: que de la palabra libertad se había abusado mucho, y agregaba, “como los seres humanos sólo pueden seguir existiendo en obediencia a la ley de Dios, la ley de la naturaleza, la ley de los Diez Mandamientos”, entonces, no se debe permitir que en nombre de la libertad se burle la ley de Dios y esto se aplica a quienes han puesto la ley del Estado sobre la ley de Dios.

En el colmo de sus arrebatos, en una reunión del Consejo de Educación del Estado de Nueva York, el profesor John Dewey y la señora Eleanor Roosevelt, esposa del presidente Franklin D. Roosevelt, fueron denunciados por predicar la tolerancia. El fallo de McGeehan se consideró una hazaña judicial con grandes halagos en los periódicos; el semanario jesuita “América” publicó que el juzgador era un “puro y honorable jurista” y a la acusación de Russell que era un ignorante, el periódico contestó que ello no era cierto pues era una mente de brillante erudición, pues leía a Homero en el griego original y a Cicerón en el latín original. Mientras el New York Times, periódico supuestamente liberal, callaba; por la presión pública se vio obligado a tomar posición, después de comentarios muy generales, escribió que el nombramiento de Bertrand Russell “ha hecho un gran daño a la comunidad, ha creado gran cantidad de resentimientos muy inconvenientes cuando la democracia de que formamos parte está amenazada por tantos lados”. En cuanto a la decisión del juez sólo dijo que era “peligrosamente vaga”.

Un sacerdote llamado R. Wall presentó un escrito en el Tribunal de Apelación de los Ángeles acusando a Russell de tener doctrinas subversivas, en California, contrariamente a Nueva York, el escrito fue desechado, por lo que Bertrand Russell pudo ejercer la docencia. En 1944 Russell regresó a Inglaterra; en 1950 pronunció una conferencia en la Universidad de Columbia, donde tuvo un gran recibimiento que fue comparado con el que le dieron a Voltaire cuando volvió a París donde había estado preso y posteriormente desterrado; en ese mismo año se le concedía el Premio Nobel de Literatura “[e]n reconocimiento de sus variados y significativos escritos en los que ha luchado por los ideales humanitarios y la libertad de pensamiento”, declaraba la Academia Sueca. ¿Hay alguna semejanza con el Poder Judicial de México? Que conste que es pregunta.

Formación electrónica: Yuri López Bustillos, BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ignacio Trujillo Guerrero