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Otra senda 1

Publicado el 26 de julio de 2023


Luis de la Barreda Solórzano

Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM,
email lbarreda@unam.mx


En mi columna anterior apunté que la elección de 2024 plantea un dilema dramático. Una opción es seguir por la misma senda del último lustro, con un gobierno que entrega dinero en efectivo a un sector considerable —aunque minoritario— de la población, pero presenta pésimos resultados en salud, educación, combate a la pobreza, seguridad pública, medio ambiente, respeto a la democracia y un largo etcétera.

Hay otra opción, que es —lo saben mis lectores— con la que simpatizo. En ella, el nuevo gobierno tendría que empezar por detener la destrucción que el actual ha llevado a cabo, fomentar la inversión privada, rescatar la atención a la salud pública, desfacer el desastre en la educación básica, restaurar la seguridad pública perdida, erradicar la pobreza extrema, volver a apoyar a la academia, la ciencia, las artes y la innovación tecnológica, apostar a las energías limpias, escuchar a los expertos para elaborar iniciativas de ley, dejar de ser el titiritero de los legisladores serviles del oficialismo, respetar plenamente al Poder Judicial, permitir que vuelva a funcionar el organismo de transparencia, cesar las injurias calumniosas contra los críticos, gobernar para todos, entre otras cosas.

¿Difícil? ¡Complicadísimo! Como señala Luis Rubio en su imperdible libro ¡En sus marcas! México hacia 2024, Andrés Manuel López Obrador ha gobernado como si fuera Luis XIV de Francia: “Después de mí: el diluvio”. En efecto, no se necesita la extraordinaria facultad profética de Casandra para saber que, como también apunta el doctor Rubio, este gobierno terminará mal o muy mal. Sabemos que terminará pésimamente. El diluvio ya lo estamos sufriendo, y es ruinoso.

Porque este gobierno dejará al que le sucederá un legado desastroso: un país con más pobres, con más familias que no acceden siquiera a la canasta básica ni a los servicios de salud, con menor esperanza de vida que hace un lustro, con más homicidios que nunca desde que hay registro oficial, con más desapariciones forzadas, con una procuración de justicia pervertida, con espacios benéficos eliminados —instancias infantiles, escuelas de tiempo completo—, con la educación pública básica en situación catastrófica, con discursos presidenciales de odio que han provocado un ambiente de crispación… un país devastado por un Atila destemplado por el resentimiento y las obsesiones ideológicas y su legión de colaboradores incondicionales.

¿Imposible enmendar el desastre, los efectos de una Cuarta Transformación que ha sido, que es ruina y desolación? ¡No, claro que no! Entre lo dificultoso y lo irrealizable media un abismo. El nuevo gobierno estará ante un reto mayúsculo, pero no inasequible. Ningún equipo gobernante lograría, ni contando con capacidad y poderes sobrenaturales, revertir inmediatamente la destrucción que dejará el gobierno actual. Pero si el nuevo presidente —¡o presidenta!— se rodea de expertos en cada una de las materias que habrá de atender, y si se dan los pasos en la dirección adecuada, la hecatombe presente puede empezar a enmendarse.

Desde luego, algunas cosas se pueden lograr de inmediato: cesar las presiones al Poder Judicial, remover los obstáculos para que vuelva a funcionar el Inai, poner fin a las calumnias contra los críticos de los actos gubernamentales, dejar de utilizar el derecho penal para venganzas perversas, iniciar el rescate de los servicios de salud pública y de la educación básica, renunciar a toda forma de ecocidio, reiniciar la obra del nuevo aeropuerto internacional en Texcoco, por ejemplo.

Para hacerlo posible, el primer paso es ganar la elección de 2024, lo que en buena medida depende de que los abstencionistas depongan su pasividad y acudan a las urnas. No es razonable la abstención en unos comicios en los que tanto y de tanta importancia está en juego. Abandonar la actitud apática es no sólo un deber cívico, sino también, en las actuales condiciones del país, un deber ético.

Muchos de los que suelen abstenerse son ciudadanos de clase media, aspiracionistas a los que el Presidente aborrece —salvo que se trate de sus colaboradores y sus propios hijos— y ha injuriado porque quiere un país con una gran mayoría de eternamente pobres para, ganándoselos con sus apoyos en efectivo, seguir gobernando a través de interpósita persona… y así continuar hundiendo al país.


NOTAS:
1 Se reproduce con autorización del autor, publicado en Excelsior, el 13 de julio de 2023: https://www.excelsior.com.mx/opinion/luis-de-la-barreda-solorzano/otra-senda/1597500

Formación electrónica: Yuri López Bustillos, BJV
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