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Insomnio 1

Publicado el 26 de julio de 2023


Luis de la Barreda Solórzano

Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM,
email lbarreda@unam.mx


El autócrata oye pasos en la azotea: intuye, sabe, comprende que su proyecto de Maximato —el vocablo no está registrado por la Real Academia Española, pero los mexicanos sabemos qué significa— está en riesgo. Su sueño de ciudadanos eternamente pobres que, para no perder las dádivas o con la expectativa de obtenerlas, voten mayoritariamente por su candidato o candidata podría no concretarse. Eso le inquieta, le turba, le desazona. Tantas desmañanadas, tantas mentiras, tantas giras, tantos denuestos contra el bloque conservador habrían sido en balde.

El autócrata sufre insomnio pensando en una mujer. No ese insomnio que es a la vez tormento y deleite —creer que un cielo en un infierno cabe, escribió memorablemente Quevedo— cuando quien lo experimenta está enamorado, y añora, desea, sueña despierto a la persona amada. Tampoco ese insomnio que precede a un gran acontecimiento: el connubio, la cita clandestina con la amante, un encuentro o reencuentro anhelado, el nacimiento de un hijo o un nieto, la gran final cuando el equipo favorito es uno de los contendientes, una cirugía delicada, el concurso de oposición que con tanto ahínco se ha preparado, la entrevista en la que se podría conquistar el empleo que se quiere.

No, el insomnio del autócrata es el insomnio del avaro que teme que le quiten lo que con tanto afán ha acumulado. El autócrata teme que le sea arrebatado el poder. No el poder inherente a su cargo, que ése está ya en el ocaso, sino el que codicia ejercer más allá del fin de su cargo, ad infinitum, mientras los dioses le presten vida.

En sus insomnios aparece la mujer sonriente, llamando a la puerta de su palacio al que él ordenó que se le negara el acceso, pero a quien sus huestes no pudieron detener a pesar de que intentaron cerrarle el paso e intimidarla con insultos canallescos: “¡No pasarás, perra! ¡No pasarás, maldita!”, sin que ante las agresiones de la grey ella perdiera el talante risueño como ahora, en cambio, él ha perdido la paz.

Pero los insomnios son largos. Las horas del insomnio no transcurren como el resto del tiempo: las manecillas del segundero avanzan con lentitud exasperante. “El insomnio es una lucidez vertiginosa que puede convertir el paraíso en un lugar de tortura”, advirtió el filósofo rumano Cioran. ¿Y si el autócrata estuviese siendo castigado por el mismo dios que hizo perder el sueño a Macbeth?

En algún momento, durante esas horas eternas, quizás el rostro sonriente de la mujer ceda paso a otras imágenes: los niños con cáncer muertos por falta de medicamentos, los 750,000 mexicanos víctimas mortales de la pandemia, las mujeres que perdieron su trabajo o dejaron sus estudios o perdieron la tranquilidad por la eliminación de las estancias infantiles que él ordenó, las mujeres agraviadas por los hombres que él apoyó para gobernador y para embajador, los científicos que padecieron la zozobra de ser perseguidos penalmente, el exprocurador que se está muriendo en la cárcel sin que exista prueba alguna de que cometió algún delito, las decenas de miles de asesinados o desaparecidos.

Quizá compare en ese laberinto oscuro del no dormir lo que prometía lograr —la gran transformación de México para volverlo un país sin corrupción, sin violencia desatada, sin pobreza extrema, dotado del mejor sistema de salud— con su falta de logros, con la realidad conservadora a la que ningún mitin con cientos de miles de asistentes ni ningún discurso encendido pueden sobornar.

Tal vez aparezcan también, en esa eternidad del desvelo no querido, comentaristas del futuro calificando su gestión como la más desastrosa de que se tenga memoria, y entonces piense que muchos de sus críticos del porvenir lo alaban ahora sin pausa ni pudor y aplauden todas sus acciones y todas sus omisiones, y en voz muy baja pronuncie: “¡Conservadores, hipócritas, traidores!”.

Por fortuna para el autócrata, la noche, por eterna que pueda parecer, no es infinita. Amanecerá con la resaca del amargo desvelo, sí, pero volverá el día, y su malestar por la falta de sueño lo desahogará una vez más —empleando de nuevo los recursos del Estado, violando la Constitución y la ley electoral e incurriendo en un delito: a él no le vengan con el cuento de que la ley es la ley— con injurias y difamaciones a la culpable de sus insomnios.

Última hora. El desahogo deviene en venganza: una de las marionetas del autócrata ha denunciado penalmente a la causante del extravío del sueño del marionetista. La denuncia tiene el hedor de los regímenes cubano, venezolano y nicaragüense.


NOTAS:
1 Se reproduce con autorización del autor, publicado en Excelsior, el 20 de julio de 2023: https://www.excelsior.com.mx/opinion/luis-de-la-barreda-solorzano/insomnio/1598707

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