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Tan sólo somos animales imaginándonos como civilización

Publicado el 21 de agosto de 2023

Alfonso Jaime Martínez Lazcano
Doctor en derecho público; doctorante en derecho, UNAM;
maestro en Derecho Constitucional y Amparo,
licenciado en derecho, egresado de Acatlán, UNAM
emailLazcanoalf14@hotmail.com


Esta frase intrigante y evocadora sumerge en una profunda reflexión sobre la condición humana y el papel en la construcción de la sociedad. Al unir las ideas de Maquiavelo Nietzsche y otras se revela una perspectiva aún más compleja y desafiante.

Maquiavelo nos insta a enfrentar la verdadera realidad de las cosas en lugar de dejarnos llevar por meras fantasías, reconoce que muchas veces imaginamos repúblicas y principados ideales que nunca han existido realmente. Existe una brecha significativa entre cómo vivimos y cómo deberíamos vivir. Aquellos que abandonan la realidad por una idealización corren el riesgo de fracasar en su búsqueda de la salvación ya que ser virtuoso en un mundo que no lo es puede resultar en una ruina inevitable.

Nietzsche, por su parte, nos desafía al afirmar que no existe una verdad absoluta, sólo interpretaciones. Sus palabras invitan a cuestionar las narrativas establecidas y reconocer que las percepciones y entendimientos están influidos por las interpretaciones subjetivas. En el contexto de la civilización, esto nos lleva a considerar que la comprensión y participación en la sociedad son construcciones basadas en las propias interpretaciones individuales.

Se sostiene que el derecho no existe como una realidad objetiva, sino que es una construcción cultural, las normas y reglas legales son productos de acuerdos sociales y convenciones humanas, sujetas a cambios y reinterpretaciones a lo largo del tiempo, desde esta visión el derecho se convierte en una manifestación más de las interpretaciones y construcciones humanas en la civilización.

En conjunto, estas ideas llevan a reflexionar sobre la participación en la civilización y la naturaleza subjetiva de las estructuras y normas que la conforman, a cuestionar y examinar la comprensión de la realidad social, reconociendo que las interpretaciones, ya sean políticas, filosóficas o jurídicas, son construcciones humanas que requieren un análisis crítico y una apertura a nuevas perspectivas. Desafían a explorar una civilización más auténtica y a preguntarse cómo construir una sociedad que refleje nuestra verdadera naturaleza y aspiraciones como seres humanos.

La presencia de guerras, pobreza, discriminación, ignorancia y explotación desmedida de los recursos naturales son ejemplos de problemáticas que persisten en diversas sociedades a pesar de los ideales y aspiraciones plasmados en leyes, constituciones y convenciones. Estas realidades contradicen las visiones idealizadas y las intenciones declaradas en los marcos legales y normativos.

Una posible explicación de esta discrepancia es que, si bien existen aspiraciones y principios nobles en la legislación y la normativa, la realidad concreta de la vida está influenciada por una serie de factores complejos, como intereses económicos, desigualdades sociales, luchas por el poder y limitaciones inherentes a la condición humana.

La interpretación y la implementación de las leyes y convenciones pueden variar considerablemente, y algunos actores pueden manipular o pervertir el propósito original en beneficio propio. Esto puede conducir a la persistencia de problemas sociales y a la falta de progreso en la consecución de los ideales establecidos.

Sin embargo, es importante destacar que aunque la realidad actual pueda ser decepcionante en muchos aspectos, también existen avances, luchas y movimientos sociales que buscan mejorar las condiciones y trabajar hacia un mundo más justo y equitativo. Aunque la civilización puede ser una construcción imaginada, también es un espacio en el que se pueden realizar cambios positivos y donde existen oportunidades para la transformación y la mejora de las condiciones humanas.


Formación electrónica: Yuri López Bustillos, BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ignacio Trujillo Guerrero