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Conocer los límites de la Educación Superior, una sabia virtud

Publicado el 22 de agosto de 2023

Alfonso Guillén Vicente
Profesor e investigador en la Universidad Autónoma de Baja California Sur
emailaguillenvic@gmail.com

Dedicado a mis profesores universitarios.


Hace casi cincuenta años, por un compromiso con un amigo —que ya falleció— de la Universidad, acudí a la misa de cuerpo presente de su familiar cercano. Luego supe que el fallecido era un comando de una célebre organización de la guerrilla urbana mexicana. En el sepelio me llamó la atención el malhumor de uno de los amigos asistentes y me atreví a preguntarle el motivo, palabras más o palabras menos, me contestó que su enojo era con los profesores del difunto —a quienes conocía y señaló sus nombres— que no habían sabido advertirle de los pros y los contras de esa opción de vida, y llegó a decir que ¿por qué no estaban ahí para pedir disculpas a la familia de ese muchacho que apenas rebasaba los veinte años?

Hace más de una década se debatió una reforma de gran calado en el programa académico de Ciencias Políticas y Administración Pública, alguien pretendía que el perfil de egreso se orientara a crear cuadros políticos y se dejara en un segundo término la formación de administradores públicos.

Yo me opuse cuando recordé ese episodio en el funeral del familiar de mi amigo. Y me volvería a oponer porque es relativamente fácil enrolar a las y los jóvenes bajo ese lema de “ser joven y no ser revolucionario es una contradicción”. Al cabo que uno se queda en el aula universitaria y las y los escuincles —porque eso eran los que tomaron un rifle hace medio siglo— exponen el pellejo. Ese asunto, estoy convencido, es una opción personal, muy personal. No es de los profesores, tampoco de la familia.

Ahora que se habla de que en la segunda mitad del siglo veinte se desató una guerra sucia impulsada y ocultada por el Estado mexicano, también hay que decir que del lado de los grupos guerrilleros se cometieron excesos: “expropiaciones” que significaban asaltos a empresas e instituciones bancarias; secuestros que terminaron en la muerte de prominentes empresarios a quienes alguno de los jóvenes conocía y sabía que estaban dispuestos a pagar con su vida antes de ser retenido; y alguna privación de la libertad que iba a terminar en tortura y castración. Con todo respeto, nada de eso tiene que ver con los ideales del cambio social.

En el caso de la Educación Superior mexicana coincido con don Jesús Reyes Heroles, quien alguna vez estuvo al frente de la Secretaría de Educación Superior en los años ochenta del siglo veinte. En la escuela, señaló el gran político e ideólogo mexicano, no se enseña a creer o a no creer, se enseña a aprender, a saber, a hacer.


Formación electrónica: Yuri López Bustillos, BJV
Incorporación a la plataforma OJS, Revistas del IIJ: Ignacio Trujillo Guerrero