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El Derecho a vestirse libremente

Publicado el 24/08/2010 por Jorge Alberto González Galván, Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM.

“¿Cómo se debe estar vestido cuando se expone un tema en la clase?” pregunto en mi curso de Metodología de la Investigación Jurídica. Me llamó la atención, una vez, que en la circulación de respuestas se comentara que en el Código de Ética del espacio laboral de uno de los participantes se prohibía, dijo, vestirse “de tenis”. No veo la relación entre una norma que pretende que la conducta sea honesta, prudente, responsable, y el derecho de quien realiza la conducta a vestirse como mejor le parezca.

No niego que las “formalidades” sociales o laborales nos induzcan a vestir de algún modo. Hasta cierta edad los padres deciden por nosotros lo que debemos ponernos, de grandes son las normas (escritas o no) las que nos imponen cómo vestirnos. Hace no mucho en Sinaloa un sacerdote decía que la forma de vestir de las mujeres incitaba a los hombres y que por eso les faltaban el respeto… hasta, supongo, hacerles sentir con el derecho a violarlas. Alguna vez escuché que en la Escuela Libre de Derecho del Distrito Federal los estudiantes deben ir de traje cuando toman clases o en periodo de exámenes. Es sabido que en la Facultad de Derecho de la UNAM los que van de traje es porque trabajan: “Como te ven te tratan. Si no vas de traje a los tribunales ni te pelan”.

El derecho a vestirse se deriva del derecho humano a elegir libremente… religión, partido, pareja, profesión… vestido. La única limitación, como todo derecho humano, es que no afecte derechos de terceros ni altere el orden público. Pregunto a los que quieren que todos vistan igual o como ellos quieren: ¿qué derechos se les afectaría al ver a las personas que visten libremente? ¿La noción de orden público será tan amplia como para suponer que se alteraría porque una mujer (varias o todas) vaya de minifalda al trabajo o a la escuela? Recuerdo que en la historia de la humanidad alguien dijo que no hace impura a una persona lo que come, sino lo que sale de su boca. ¿Hará honesta, prudente, responsable, a una persona prohibiéndole que vista “de tenis”? ¿El hábito hará al monje?

Sabemos que “la tijera” siempre estará afilada para aplicarla o sufrirla, somos humanos, no ángeles. Pero ello no es razón para no respetar el derecho a elegir lo que cada quien decida ponerse en su casa o fuera de ella con base en sus criterios estéticos, económicos, culturales, emocionales. El derecho, por ejemplo, que tienen los indígenas a reproducir su cultura, entiéndase a vestirse según su tradición, ¿sería prohibido cuando salen fuera de sus comunidades o cuando ingresen a un espacio comercial, de esparcimiento, educativo o laboral? ¿Acaso el Congreso federal le prohibiría a la diputada Beatriz Paredes vestirse de indígena para poder entrar a las sesiones?

En la exposición de un tema en el salón de clases, recomiendo, se debe respetar la forma de vestir del ponente y centrarse en lo principal: las ideas. Cuando las personas se toman la molestia de escuchar nuestros puntos de vista sobre un tema en un salón de clases, en una cafetería, en el trabajo, en la casa o en la calle, esperan que ello se haga de manera clara, ordenada, amena, sugerente, propositiva, completa, tomando en cuenta el tiempo que prudentemente la ocasión recomienda. Se exponen ideas y no marcas de ropa.

Uno debe estar vestido de tal modo que se sienta cómodo, por ello en el marco del respeto a elegir, una persona puede considerar que se siente cómoda de traje o vestida “formalmente”. El criterio de comodidad es parte del derecho individual que debe ser respetado: si quien expone se siente cómodo vistiendo ropa de marca o ropa casual debe ser respetada su decisión, pero no por ello, de entrada, se tendrá que considerar que la exposición será necesariamente organizada e interesante si se viste del primer modo y lo contrario para el segundo.

Me debo concentrar como expositor en lo principal: saber que es un privilegio ser escuchado, y que por tanto se debe ser responsable y respetuoso del interés y el tiempo de las personas, preparándome antes de la exposición lo mejor posible y durante la exposición respetar el tiempo asignado. La preparación implica que debo tener un guión de las tres partes de mi exposición: introducción (señalando los puntos tratar), desarrollo (explicación de los puntos) y conclusión (tomando posición y proponiendo soluciones). De este modo evito estar leyendo el trabajo (evitando así, también, el riesgo que se corre de aburrir a las personas, ocasionando su distracción y desinterés). En cuanto al tiempo asignado para la exposición puede variar. No importa. Lo impotante es que en el tiempo establecido, sea un minuto o una hora, se expongan estas tres partes completas.

Forma parte de la exposición la sesión de preguntas y respuestas. Siempre hay que prever y proponer que esta parte se pueda realizar. Con ello sabremos si fuimos claros, si hubo interés. Sin saber la opinión de los demás sobre lo que pensamos nuestro esfuerzo está incompleto, no se enriquece. A pesar del miedo que se pueda tener a las preguntas y comentarios de los demás, tenemos que escucharlas y responderlas con sinceridad, respeto, claridad y agradecimiento. HD

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