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Historia matizada del discurso sobre los Derechos

Publicado el 09/09/2010 por José Ramón Narváez H. Estudiante de Posgrado de la Facultad de Derecho, UNAM.

Es tan recurrente escuchar reivindicaciones de todo tipo en relación con los derechos, que hoy el discurso es tan contradictorio que parece insostenible que pueda darse en la realidad. Con el mismo argumento de defensa de los derechos, un país realiza una invasión militar a otro para hacerlos efectivos, con el mismo argumento un tirano se niega a dejar el poder para preservarlos.

El discurso sirve para permitir la imposición de políticas neoliberales por parte de organizaciones internacionales monetarias o de administradores del mercado mundial en países pobres, y es el mismo discurso, a veces con el mismo contenido, que utilizan los gobiernos de esos países para permitirlas en lo particular, aunque en lo general tales gobiernos justifiquen su existencia en la oposición hacia tales organizaciones.

Es la naturaleza discursiva de los derechos, la que permite la flexibilidad ideológica y su éxito; su bondad, su proyección al futuro hacen posible que el discurso subsista como tal, es decir, sin necesidad de pasar a los hechos. Claro que esto podría tacharse de simulación, de discordancia entre el discurso y la realidad, cuestión perfectamente entendible en una cultura occidental todavía racionalista que busca sustento en la posibilidad de arreglar el caos que presenta el mundo a través de la racionalidad convertida en una buena imagen del mismo.

La idea de estar sometidos a un discurso taumatúrgico revive viejas reminiscencias, por un lado alguien pudiera pensarse que el hombre debe estar siempre vinculado a un mito, pues es la esperanza la que lo lleva a sobrevivir psicológicamente un mundo de injusticias; alguien más agregaría que el mito ha sido superado en la modernidad y hoy se vive de certezas verificables en la práctica; ambas visiones son generales y hacen necesario el matiz, ni la antigüedad carecía de certezas ni la modernidad ha prescindido del mito.

Y justo esta pervivencia del mito en la actualidad, o más bien, del mecanismo por el que una sociedad confía más en la imagen de un orden justo posible, que en su real posibilidad de lograrlo, nos hace pensar que el tema nos conduzca a una historia de la filosofía por un lado y a una filosofía de la historia por otro; puesto que tendríamos que rastrear en la historia del pensamiento occidental la formulación de una doble idea: de aquella por la cual el ser humano combate la injusticia, y aquella otra por la cual busca ejercer y que se le permita tal ejercicio de su libertad; ambas ideas obviamente se vinculan, pues se sufre injusticia cuando se limita el ejercicio de la libertad. La filosofía de la historia serviría para aclarar el origen del discurso, su uso y su contenido.

Más argumentos nos llevan a considerar que es importante atender la cuestión de los derechos desde la historia. Resulta que el discurso por su naturaleza es performativo, es decir, tiende a sugerir una forma que puede llegarse a verificar en la realidad, Win Wenders, afamado cineasta, mencionó alguna vez que incluir en sus películas buenas imágenes del mundo puede llevarnos a un mundo mejor; pero no necesariamente, y es justo este detalle el que debe tenerse en cuenta en una consideración histórica. Explicado de otro modo, puede hacerse la historia del discurso presentándose como la historia de la realidad, y llegará el momento en que ambas historias se confundan al grado de creer que la segunda es necesariamente la primera, lo cual llevaría a afirmar que cualquier otro tipo de historia, sobre todo en el caso de los derechos, es incorrecta; porque ¿quién puede negar que desde 1789 ya existía en Europa la idea de igualdad? Y sin embargo existe una historia de la desigualdad.

Claro está que no negamos que exista una bondad implícita en la performatividad del discurso, las ideas se dice mueven al mundo, es necesario un plan, una lista de esperanzas; lo que intentamos denunciar es un exceso que al parecer es económica y políticamente redituable, para eso tendremos que analizar cómo funciona el discurso en la historia.

Otra cuestión interesante en torno a la historia del discurso sobre los derechos, es que parece que algunas categorías conceptuales tienen un nacimiento dentro de un contexto histórico preciso, de hecho semánticamente los derechos nacieron en la modernidad, luego han ido adquiriendo diversas advocaciones que un análisis histórico-conceptual llevaría a contextualizar, es decir que nacen como producto de un pensamiento, de una cultura, lo cual podría ayudarnos a entender mejor el propio concepto y quizá su impacto en determinada sociedad. El discurso tiende a homogeneizar las categorías conceptuales y casi por consecuencia, a presumirlas como intemporales e inmutables, esto entra en contradicción con otro elemento del discurso que es el progresivismo, pues los derechos irían en constante ascenso por lo que a cada época histórica correspondería un nivel de optimización de los mismos. Aquí nuevamente correspondería hacer un análisis matizado, pues como ya advertíamos arriba, existen a nivel antropológico elementos que podrían ser comunes al ser humano como el aborrecimiento a la injusticia, pero también es verdad que en la práctica este aborrecimiento se da en mayor o menor medida, e incluso las formas que adquiere, legales, institucionales y funcionales son distintas. Por lo que el problema se plantearía como la búsqueda alternada de lo común y de lo diverso a través de la razón práctica, nada sencillo, pero indispensable.

Finalmente todo viene a caer en la necesidad de una sinceridad discursiva, y tiene que ser así porque el tema de los derechos nos involucra y toca muchas fibras íntimas, abarca tantos espacios de la vida pública que es obvio que sean muchos los interesados en hablar del tema, la misma idea de los derechos actualmente está ligada a un espacio de diálogo plural que en principio enriquece el debate pero también lo hace más complejo y difuso, dispersión que en términos del discurso es aprovechable no siempre para buenos fines.
Ante la abundancia de literatura sobre los derechos, y el sin fin de planteamientos, lo que algunos autores han llamado inundación o desbordamiento de los derechos, parece necesario establecer algunos niveles del discurso, sobre todo para ponernos de acuerdo, tampoco esto último debe llevarnos a un anquilosamiento tal que impida continuar con la resolución de otros problemas concernientes a los derechos, pero sería muy conveniente que cada discurso iniciara con un reconocimiento de su propio nivel, es decir, respecto de su contenido performativo en el momento en el que se enuncia.

Nuevamente los matices, por lo apenas expuesto, parece que no existe sólo un discurso, sino que estaríamos en presencia de varios discursos, algunos contextualizables u otros contextualizadores, dicho de otro modo, unos identificables en un momento y espacio determinados (discurso en estricto sentido) y otros actuales respecto de ese momento y espacio y del propio discurso (metadiscurso); ambos grupos de discursos comparten una cosa, la utilización del método histórico.

Pongamos algunos ejemplos a manera de ilustrar. Los derechos denominados humanos son un discurso en sentido estricto, contextualizable en Europa (con la colaboración de Estados Unidos) a partir de 1945, hoy el metadiscurso sobre los derechos humanos lleva a homologarlos con los derechos del hombre de 1789 (que son otro discurso en sentido estricto), se diría también contextualizables en Europa, pero atención, que estos derechos del siglo XVIII sólo aplicaban a los franceses con lo que el análisis tendría que matizarse sobre el resultado, puesto que el metadiscurso dirá algo así como: “Europa como sociedad liberal es la cuna de los derechos, ergo Europa debe ser el modelo de los derechos humanos hoy”, y lo que diga hoy Europa o lo que se piense que pueda decir será el discurso en sentido lato, lo cual tendrá repercusiones políticas, legales, institucionales y culturales.

Por eso es tan importante tener presente que en el problema del discurso de los derechos el factor determinante es la cultura en la que se generan, es necesaria una crítica constructiva que permita contextualizar un tema bastante manipulado en el que muchas pasiones se mueven pero en donde a veces hace falta mucha reflexión ecuánime. HD

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