Gerardo Cajiga, contra la corrupción*

Publicado el 02 de febrero de 2011

Ernesto Villanueva, Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM

Todos los días, la sociedad oye hablar de culpables que ni siquiera son presuntos responsables, porque en nuestro país, un mundo al revés, las personas son culpables hasta que demuestren lo contrario. Los ajustes de cuentas, el ejercicio abusivo del poder y la extendida corrupción generan que, en no pocos casos, haya una justicia selectiva en perjuicio de todos. Hoy me aboco al caso de Gerardo Cajiga Estrada por tres razones: primero, porque es víctima de un sector que fabrica culpables sin pruebas; segundo, porque es un activo democrático para el cambio necesarísimo en Oaxaca, y tercero, porque conozco su caso de primera mano.

Primero. Gerardo Cajiga es el hombre más inteligente de mi generación, escribí hace muchos años, y así lo sigo creyendo. Hombre producto de su esfuerzo, combinó sus estudios profesionales en el ITAM con trabajos ocasionales, donde fue desde redactor de discursos hasta asesor de inversiones en la Bolsa. Promedio de 10 con asistencias irregulares no es cualquier cosa cuando de estudiar economía en una universidad de élite se trata para mantener la beca por aprovechamiento. Ganó el Premio Nacional de la Juventud en Méritos Académicos sin dejar de trabajar para sobrevivir. Muy pronto impulsado por amigos comunes, y en especial por el columnista Jorge Fernández Menéndez, pudo entrar a la alta política mexicana, a la que dedicó sus afanes. Antes de los 30 años ya había sido oficial mayor de la Secretaría de Gobernación y secretario estatal, además de haberse desempeñado en otros encargos de alta relevancia donde puso su impronta para servir, hacer más con menos y reorganizar con un toque social los sistemas de asignación de recursos públicos. No olvidó su pasado e impulsó y respetó la inteligencia de muchos jóvenes a los que alentó a estudiar y a superarse para el bien del país.

Segundo. Al arribo del PAN a la Presidencia en 2000, este partido no sólo incumplió rápidamente las expectativas generadas en buenas porciones de la comunidad, sino que empezó a fabricar culpables por razones políticas, utilizando a la Secretaría de la Función Pública y a la Procuraduría General de República como instrumentos para mostrar una máscara jurídica de una decisión política. No es, por supuesto, sólo mi apreciación personal.

Datos de la Secretaría de la Función Pública (SFP) consignados en el folio de acceso a la información 0002700008007 nos permiten apreciar que, entre 2001 y 2006, de los 59 juicios de nulidad aplicados contra resoluciones de las Contralorías Internas, en 48 casos el demandante consiguió resolución a su favor y la SFP sólo la obtuvo en 11. Asimismo, de los 575 juicios de amparo que tuvieron lugar en el mismo periodo, el demandante ganó resoluciones definitivas en 535 casos y la SFP sólo en 35. No se trata solamente de que los abogados de la SFP no sean buenos litigantes, sino de que se les obligó a construir muchos casos sin elementos legales, sólo al amparo del vaivén de la política; por eso las estadísticas ponen de relieve que en más de 80% de los casos los jueces restituyen los derechos lesionados de los servidores públicos inicialmente inhabilitados.

En el caso de Gerardo Cajiga, el Estado se le fue encima para justificar frente a la opinión pública una aparente lucha contra la corrupción. En el colmo, fue acusado de todo sin pruebas de nada. A lo largo de más de seis años, Cajiga gastó todo su patrimonio en abogados, y ganó en todas y cada una de las causas legales en las que lo involucraron. En esos años terminó su maestría en políticas públicas en la Universidad de Harvard viviendo de pequeñas consultorías. Hoy que ha ganado ante la justicia, ¿quién le va a pagar el patrimonio perdido, el honor lesionado y las angustias familiares? Ni siquiera el “usted disculpe”. Fernández Menéndez fue acaso el único columnista que le dio crédito a su versión, que más tarde confirmaría el Poder Judicial de la Federación.

Hoy, en un vuelco de la vida, la izquierda ha ganado el gobierno de Oaxaca. Cajiga participó primero como gestor de recursos federales para su estado, y ahora, como responsable de las finanzas públicas del gobierno de Gabino Cué, se apresta a hacer una cirugía mayor a los usos y costumbres de la corrupción. Muchos beneficiarios de estos privilegios han intentado sin éxito crear lo que en comunicación política se denomina “pánico moral”, con un procedimiento consistente en que, a través de informaciones falsas o exageradas, se intenta estigmatizar a una persona o a un grupo como lesivos del interés colectivo. En realidad son los mecanismos de resistencia ante la amenaza, esa sí real, de que una persona honesta como Gerardo Cajiga ponga un alto a tanta corrupción e impunidad. Lo peor que uno puede hacer es quedarse callado cuando los grupos de interés se ensañan con las pocas personas que pueden hacer diferencia al servicio del interés público.

NOTAS:
* Se reproduce con autorización del autor, publicado en Proceso, el 9 de enero de 2011