La encrucijada de Ciudad Juárez

Publicado el 09 de febrero de 2011

Miguel Carbonell, Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM

Ciudad Juárez es una herida abierta en el corazón de la República mexicana. Lo que hace unos años parecía ser el reflejo de los beneficios de la apertura comercial y de la competitividad de las ciudades que compartían frontera con Estados Unidos, hoy en día parece ser el resumen del infierno en la tierra.

Se podrían hacer muchas conjeturas acerca de las causas que llevaron a la actual degradación social, política y económica de ese enorme enclave humano (habitado por casi dos millones de habitantes). Lo más probable es que no exista una explicación única, sino un conjunto de cuestiones que permitan entender, cada una bajo su propia racionalidad, el estado de postración y abandono que recorre Ciudad Juárez.

Una evidencia analítica debe afirmarse como marco general para estar en capacidad de hacer frente a los problemas de la ciudad: la situación social presenta niveles tan altos de degradación que requiere de profundas intervenciones estatales. En otras palabras, una solución basada solamente en la presencia de las fuerzas del orden (sean civiles o militares) no basta. Hacen falta más cosas. ¿Qué cosas? Consideremos primero algunos de los más notables problemas.

Hay algunos elementos que saltan a la vista para cualquier persona que llega por primera vez a Ciudad Juárez. Elementos ciertamente extraños para una mirada proveniente de otras partes de la geografía nacional. El más evidente es la existencia de una enorme cantidad de vehículos completamente irregulares. Muchos de ellos circulan sin placas que permitan identificarlos; a veces traen algunos permisos de papel pegados en los cristales, pero no parece que hayan pasado por el más mínimo control por parte de las autoridades correspondientes.

Aclaro que no se trata de vehículos que se escondan o que se utilicen solamente en las noches, en colonias marginales. Por el contrario, circulan por  toda la ciudad, a cualquier hora del día. Y no solamente eso: los lotes en donde se venden tales vehículos están a la vista de todos, asentados en avenidas más o menos céntricas. Tampoco los vendedores que trabajan en dichos lotes se esconden.

Lo anterior refleja al menos dos cosas, ilustrativas del ánimo que recorre Ciudad Juárez y de la relación de sus pobladores con la legalidad.

Por un lado, pone de manifiesto la absoluta impunidad con la que puede comerciarse con bienes ilegales; la existencia de tantos vehículos sin placas quizá demuestra el hecho de que para muchas personas su existencia no es ilegal (o, en todo caso, se trata de una ilegalidad asumida como común y corriente y, en esa virtud, no reprochable o sancionable en modo alguno).

Por otra parte, los vehículos ilegales son un recordatorio de lo difícil que es poner orden y hacer que impere la legalidad en poblaciones que llevan años (o incluso décadas) haciendo lo que mejor les parezca. ¿Cómo puede la policía perseguir a presuntos delincuentes cuando no es posible identificar sus vehículos a través de las placas, dado que no traen?

El de las placas puede parecer un tema menor, pero estimo que sirve para ilustrar bien los dilemas a los que nos enfrentamos: una población masivamente expuesta a la ilegalidad (y dispuesta a seguir disfrutando de sus ventajas) y una tarea monumental para imponer la ley, a cargo de las autoridades de todos los niveles de gobierno.

Otra cuestión que resulta llamativa en Ciudad Juárez es la falta de planeación urbana. Obviamente, la ausencia de crecimiento ordenado desde un punto de vista urbanístico no es exclusivo de Ciudad Juárez; se puede decir que prácticamente todas las ciudades medianas y grandes de México han ido creciendo de forma caótica y muchas veces ilegal. Pero el problema alcanza en Juárez proporciones dantescas.
No solamente se trata de las zonas destinadas a uso habitacional, sino incluso —y sobre todo— de las zonas industriales en las que se asientan las famosas “maquilas”.

Las fábricas se construyeron sin tomar en cuenta las posibilidades de acceso, las rutas de transporte, la cercanía con servicios educativos y escolares, etcétera.

Esa falta de planeación y de provisión de servicios públicos esenciales (educación, transporte, salud, seguridad pública, infraestructura urbana, entre otros), ha generado una parte de la incidencia delictiva.

Las maquilas trabajan durante las 24 horas del día. Sucede sin embargo que para las y los trabajadores de los turnos de la noche, el transporte es escaso y a veces inexistente. Si una trabajadora llega 10 minutos tarde, es probable que el supervisor la devuelva a su casa, obligándola de esa manera a atravesar oscuros terrenos rústicos sin ningún tipo de compañía y estando expuesta a que la secuestren, violen y maten. No es ciencia ficción o una especulación académica. Ha pasado en repetidas ocasiones. Y lo peor es que nadie ha hecho casi nada para que deje de suceder.

Las escuelas no tienen horarios que sean compatibles con las largas jornadas de trabajo que caracterizan a las maquilas. Eso hace que los niños, una vez que terminan el turno escolar, se queden solos en sus hogares o en la calle, con mucho tiempo para pensar en qué hacer. Esa falta de atención a la infancia y la adolescencia genera que el crimen organizado pueda reclutar a miles de jóvenes, dispuestos por muy poco dinero a formar parte de bandas de narcotraficantes, secuestradores, roba coches, etcétera.

Muchas colonias en Ciudad Juárez carecen por completo de áreas de esparcimiento. Es raro ver canchas deportivas y más raro todavía ver parques con juegos, espacios verdes, rutas para andar en bicicleta o simplemente para correr o caminar. Es una muestra más de una ciudad que fue pensada para trabajar y ganar dinero rápidamente, pero no para ver crecer a niños y ofrecerles oportunidades con buena calidad de vida.

Son muchas las cuestiones pendientes de resolver en Ciudad Juárez, a partir de los muy breves y elementales trazos que se han expuesto en los párrafos anteriores. A modo prácticamente de telegrama se podrían considerar las siguientes medidas para hacer frente a la problemática del todo compleja que se vive en esa parte de la geografía nacional:

  1. A corto plazo hay que reforzar la capacidad de respuesta y coordinación de todas las corporaciones policiacas que tienen presencia en la ciudad. Mantener una profesional y bien equipada fuerza de reacción y de fuego es esencial para disuadir paulatinamente a las bandas del crimen organizado.


  2. Hay que reforzar la presencia del Estado mexicano a través de programas sociales de toda índole.


  3. Uno de esos programas tiene que atacar el problema de los horarios escolares, ofreciendo una oferta educativa pública de tiempo completo (o, al menos, compatible con los horarios de las madres y padres que trabajan en las maquilas).


  4. En las colonias y barrios con mayor incidencia delictiva se debe invertir en infraestructura urbana: buena iluminación, mejoramiento de calles, construcción de parques y jardines, etcétera. La gente debe saber que vive en lugares habitables y no en plena selva. La dignificación del espacio público es vital para devolverle autoridad al Estado.


  5. Se debe trabajar en un plan de regularización de vehículos, de modo que a todos los propietarios de coches ilegales se les otorgue un plazo razonable para legalizarlos o bien para devolverlos a Estados Unidos. Vencido el plazo se deben retirar todos esos vehículos de la circulación. Desde el inicio se debe trabajar con los lotes que venden autos usados, para que no sigan saliendo a las calles de Juárez autos ilegales.


  6. Hay que llevar a Juárez una célula del mayor nivel del Sistema de Administración Tributaria (SAT), para que trabaje en prevención, detección y persecución del lavado de dinero. Si se le corta el flujo de efectivo a las bandas del crimen organizado, su poder decrecerá poco a poco.


  7. Hay que reforzar los cruces fronterizos en dirección Estados Unidos-México a fin de impedir el tráfico de armas. Cortar el suministro de armamento es la forma más eficaz de disminuir la incidencia delictiva. Mientras tengan acceso indiscriminado a todo tipo de armas, será muy difícil combatir con eficacia a los grupos mafiosos.


  8. Hay que despresurizar los reclusorios que están dentro de la ciudad o en sus alrededores, trasladando a otros centros de reclusión a los internos más peligrosos. Sobre todo a aquellos que estén acusados por delitos considerados de delincuencia organizada, los cuales deben quedar bajo  custodia de la autoridad federal.


  9. Hay que crear un programa emergente de deporte e inclusión social para jóvenes, de modo que se les ofrezcan alternativas viables e interesantes frente al llamado de la delincuencia.


  10. Se debe trabajar con la sociedad civil en todos sus niveles, a fin de que les quede claro a los ciudadanos que no hay más alternativa que el Estado de derecho. A lo mejor durante años funcionó hacerse de la vista gorda respecto del cumplimiento de la ley. Ya no. O se observan las reglas jurídicas más elementales, o nunca se podrá superar el estado de postración absoluta que sufre la ciudad. Y eso no es tarea solamente de las autoridades, sino que requiere el concurso de voluntades de todos los habitantes de Juárez.