La Reforma Laboral que no llega

Publicado el 26 de abril de 2011

Oscar Zavala Gamboa, área de Derecho Social del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM
oscar_zavala@hotmail.com

Han pasado más de 40 años desde que se modificó integralmente la Ley Federal del Trabajo, y la lucha entre los factores de la producción continua sin alcanzar el consenso necesario que propicie la tan anhelada reforma laboral que desde hace 15 años ya es una necesidad en nuestro país, por la apertura comercial generada a raíz de la adopción de tratados de libre comercio.

Se han presentado más de 300 iniciativas de reforma y ninguna ha sido atendida con la seriedad necesaria, tan es así que sólo se han hecho modificaciones livianas y una reforma en materia de derecho procesal del trabajo en 1980. Es así como se han antepuesto los intereses partidistas y de los factores de la producción involucrados, dejando de lado las necesidades de modernización del derecho del trabajo mexicano que desde hace mucho tiempo se ha quedado estancado a diferencia de varios países que en la actualidad han buscado adecuar sus regímenes laborales a las necesidades actuales de la sociedad.

Durante mucho tiempo —y con la promulgación de la Constitución mexicana de 1917— México fue un país ejemplo para muchas naciones en materia de derechos sociales de los trabajadores, que hasta ese momento adquirieron la característica de derechos fundamentales y su protección se encomendó a la Carta Magna. Incluso países como Alemania, tomaron como referencia el ejemplo mexicano para establecer los primeros seguros sociales en la Constitución de Weimar de 1919, lo que en su momento fue aplaudido.

Hoy en día, los tiempos han cambiado ante los nuevos escenarios de globalización, los movimientos sociales y la implementación de avances en la tecnología; por lo que el derecho laboral mexicano se ha quedado muy atrás en la regulación de estas “novedades” que empiezan a poner en serios predicamentos a la naturaleza y razón de ser del derecho del trabajo.

En los últimos años, en México, el tema de la reforma laboral ha sido abordado en muchas ocasiones, y mucho ha sido el ruido generado con diversas iniciativas que no han llegado a consolidarse. En diciembre de 2002, el “proyecto Abascal” parecía ser la cúspide en los intentos de reformar a la legislación del trabajo, pues el grupo impulsor de dicha iniciativa se encontraba encabezado por el Partido Revolucionario Institucional y el Partido Acción Nacional; sin embargo se topó con severas críticas por parte del Partido de la Revolución Democrática que consideraba a la iniciativa de “corte neoliberal”.

Fue hasta 2009 cuando el tema de la reforma laboral pareció tomar nuevamente la fuerza necesaria para consolidarse. La llamada “reforma Lozano” presentada por el grupo parlamentario del Partido Acción Nacional el 18 de marzo de 2010, fue ampliamente criticada por el foro quien la considera como una iniciativa de “encargo patronal”, y en cuya exposición de motivos expresa sus ejes rectores:

La iniciativa parte de cinco ejes rectores:

Esta propuesta de reforma ha sido el justificante para que el secretario del trabajo y previsión social, Javier Lozano, impulse un discurso por demás insistente en reformar la legislación laboral en aras de una mayor “competitividad”, “productividad” y “generación de empleos”; sin que hasta el momento el “público” nos encontremos convencidos de tal discurso, al encontrarnos con un proyecto de reforma que a pesar de sugerir un impulso a la contratación individual, no contempla la gran pluralidad de nuevas formas de contratos que han ido surgiendo a nivel mundial y cuya aplicación en México sirve para precarizar las relaciones de trabajo. Otro aspecto es el relativo al “fortalecimiento de la procuración e impartición de justicia laboral”, pues en dicho proyecto sólo se pone énfasis en los conflictos colectivos —específicamente el de huelga— dejando de lado a los conflictos individuales que son la gran mayoría y son la causa de la ineficacia de la juntas de Conciliación y Arbitraje que se ven superadas; más aún, limitan el pago de salarios caídos, cuando dicha adecuación debería ir ligada a reducir el tiempo que dura un juicio laboral.

Es así como los ejes de “competitividad”, “productividad” y “generación de empleos”, no se ven expresados en el terreno de los hechos; aunado a que hay evidencia en la teoría económica que una reforma laboral por si sola “no genera empleos”.

La “reforma Lozano” tiene sus aspectos positivos como en el tema de la autonomía y libertad sindical, pero no es la panacea en la materia. Esta iniciativa debe complementarse con lo sugerido en las otras iniciativas de creación reciente como la del Partido de la Revolución Democrática y la del Partido Revolucionario Institucional para obtener la homogeneidad necesaria.

En el caso del Partido revolucionario Institucional, resultó polémico el retiro de la iniciativa que ya estaba lista para ser presentada en el último periodo ordinario de sesiones de la Cámara de Diputados de 2010 y que contemplaba una reforma a más de 100 artículos de la Ley Federal del Trabajo. Así pues, el tema de la tan ansiada reforma laboral ha quedado para 2011 y esperemos que suceda.

Una reforma laboral “integral” no deberá subsumirse únicamente a la Ley Federal del Trabajo, pues ésta requiere la reforma y adecuación de las leyes en materia de seguridad social, de las disposiciones fiscales en materia de trabajo, de los códigos civiles que han servido para encubrir relaciones laborales, y en general, de las disposiciones que regulan la prestación del trabajo en sus diferentes ámbitos. Sólo así podremos tener la reforma laboral que México necesita y que los jóvenes estamos esperando.