¿Atado y bien atado?
Reflexiones sobre el VI Congreso del Partido Comunista Cubano

Publicado el 20 de junio de 2011
Beatriz Bernal Gómez, Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM

En el último año del  régimen franquista en España,  con el dictador entrando y saliendo de los hospitales, oí muchas veces a los partidarios del mismo decir: “No os preocupéis, Franco lo tiene todo atado y bien atado”. Poco tiempo después, contraviniendo el dicho,  comenzaba la transición democrática en el país ibérico.

Esto viene a cuento, o por lo menos me sirve, para  reflexionar sobre el último Congreso del Partido Comunista Cubano (PPC) que se celebró el mes pasado (del 16 al 19 de abril) en el Palacio de las Convenciones de La Habana. Un Congreso que había sido convocado por el Buró Político del PPC  a mediados del año anterior y que fue seguido de un proceso de debate popular (entre el 1 de diciembre de 2010 y el 28 de febrero de 2011) donde el pueblo opinó e hizo propuestas en base a un documento: Proyecto de lineamientos de la política económica y social de Cuba, que conteníacasi tres centenares de propuestas. Dicho proyecto había sido previamente redactado por la alta burocracia del país y fue aprobado con algunas modificaciones. Después de tres días de debate ante el millar de delegados del Partido, el Congreso se clausuró con un informe de Raúl Castro y la presencia de Fidel, quien recibió, además de los llantos de  algunas delegadas, 6 minutos de aplausos de la audiencia con todos los asistentes puestos en pie.

El balance del Congreso en términos políticos, según acertadas palabras del economista hispano-cubano Elías Amor en su artículo: “Balance del Congreso en el que todos perdemos y nadie gana”, no por demoledor deja de ser veraz. En efecto, perdimos todos. Perdieron los Castro  quizás la última oportunidad que tuvieron de pilotear una transición pacífica hacía la democracia en Cuba. O en palabras del periodista y disidente cubano (conocido internacionalmente por su larga huelga de hambre hasta lograr la excarcelación de los presos políticos en Cuba), Guillermo Fariñas: “evitar una explosión social, una guerra civil o una posible intervención extranjera en Cuba”: Y perdieron los cubanos de dentro y fuera de la isla que creyeron que se harían los cambios “estructurales y de concepto” que prometió Raúl cuando ocupó oficialmente el cargo de Presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en  febrero de 2008. ¿Por qué digo esto? Por dos razones. La primera porque el congreso consolidó la gerontocracia inmovilista en el poder (de los quince miembros del nuevo Buró Político sólo tres están en la mediana edad, el resto sobrepasan la cincuentena y la mitad de ellos son generales del Ejército que cuentan con edades de entre 75 a 82 años); la segunda porque el Secretariado del Partido quedó en manos, además de Raúl (79 años), de dos líderes históricos de la revolución de 1959, José Ramón Machado Ventura (81 años) y Ramiro Valdéz (76 años), ambos  resistentes al cambio y, sobre todo, muy cercanos  al “hermanísimo” Fidel quien, según mi opinión, sigue siendo el mandamás a pesar de su precario estado de salud.  Ahora bien, lo peor fue que, para justificar la gerontocracia, Raúl Castro, regañando a los miembros del PCC (y también a los trabajadores cubanos por su ineficiencia y poca productividad),  alegó que  estos no habían formado los cuadros indispensables para suceder a los líderes históricos de la  revolución en el Partido. Ni en los destinos de la patria, añado yo.  ¡Y eso después de 52 años de dirigir la nación!  Cosa que no es de extrañar y que resulta obvia,  si tenemos en cuenta que en el  “larguísimo”  periodo del régimen castrista los jóvenes supuestamente reformistas (Carlos Lage, Roberto Robaina, Felipe Pérez Roque y otros que harían interminable la lista), fueron  purgados  en distintos  momentos de su actuación en la dirección del Partido y del país. Y para colmo, como gran medida de “apertura”, el pequeño de los Castro anuncia que  limita su cargo  (antes indefinido) a dos periodos: el actual de cinco años que empezó el mes pasado, reelegible por cinco más; esto es, hasta sus casi 90 años de edad.  Conclusión, de apertura y reforma política en los Lineamientos, nada ni nadie. O dicho en  palabras de reminiscencia soviética: poca perestroika y nada de glasnot.

En términos económicos, que era su principal interés, el Congreso, a pesar las dramáticas palabras de Raúl Castro en un discurso (publicado después en el Granma) quedecía, más o menos: “No hay margen. O cambiamos o nos vamos al precipicio”,  terminó con una tibia reforma (ellos tradicionalmente llaman a las reformas “ajustes”, “rectificación de errores” o en este caso “actualización del modelo”)  que no por tibia fue menos contradictoria a la ortodoxia del socialismo. Por ejemplo, en la Introducción de los Lineamientos se dan  definiciones sorprendentes del socialismo que parecen emanar del  liberalismo capitalista. Por ejemplo la que dice: “El socialismo es igualdad de derecho e igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos, no igualitarismo”. O esta otra: “cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo”; definiciones que contradicen los más elementales principios marxistas.

Lo que realmente hizo Raúl Castro en dicho informe del Congreso fue ratificar  las reformas, casi todas previamente implementadas o en vías de implementación,  que expuse en mi artículo  publicado en esta  misma revista: “¿Habrá apertura económica en Cuba?”. Y que son: 1. La eliminación de más de un millón de empleos estatales en cinco años, 2. La  continuación de la política de proveer tierras en usufructo a los agricultores (política que todavía no ha dado frutos),  y 3. El otorgamiento de licencias de auto-empleo a los “cuentapropistas” que corresponden  a los casi 200 casos de empleos privados aprobados con anterioridad. Es más, se congratuló de haber otorgado 200,000 licencias de trabajo en unos pocos meses. En estos (los trabajadores por cuenta propia) parece confiar la gerontocracia cubana para levantar la ruinosa economía del país. Y, ¡O, sorpresa! Todo ello en el marco de una economía planificada que cuente con el mercado. Lo que quiere el menor de los Castro  es una economía centralizada con una implementación descentralizada semejante a la que se probó en países de la Europa del Este antes de 1989 y que fracasó. Contienen además los Lineamientos, la posibilidad de otorgar permisos para compra-venta de casas y autos a través de contratos privados, así como la de dar permisos de salida a los cubanos para que viajen al extranjero como turistas (aunque todavía no se sabe como ambas medidas se irán a regular), la eliminación gradual de las “libretas” de racionamiento (ya se ha eliminado de ellas el café) dentro de la política raulista de reducción de las subvenciones alimentarias al pueblo, de  liquidación de las empresas estatales no rentables (se calcula que buena parte de las 3,700 empresas estatales que gestionan la economía no son rentables), en concordancia con el adelgazamiento de las altas nóminas estatales a través de los despidos de trabajadores.

También se habla en los Lineamientos de la unificación de las dos monedas existentes en el país (el peso nacional y el peso convertible) aunque no se dice cuando se realizará la fusión, y del fomento de la inversión extranjera y del turismo internacional  En resumen, se trata de transitar de un modelo estatal fuertemente centralizado a otro de economía mixta, o de socialismo de mercado (o como se le quiera llamar), con pequeños espacios para  la iniciativa privada. Todo ello  bajo la retórica del Presidente de que se evitará que los cuentapropistas acumulen capitales al manifestar que: “no permitirán la concentración de riqueza ni el regreso al capitalismo”. ¿Lo lograrán? Lo dudo. Como en procesos anteriores de “ajustes”, con esta reforma, pienso,  se trata sólo de poner otro parche en lo que no ha funcionado en décadas (Ergo, poner “curitas” en una herida que necesita una urgente operación), después de varios intentos semejantes y frustrados que surgieron de reuniones anteriores, sobre todo del V Congreso del PPC. Una táctica  que ha seguido el régimen castrista en las muchas crisis económicas que  ha afrontado Cuba durante su mandato y que consiste en hacer promesas que no se cumplen (las de permitir los viajes de los cubanos al extranjero como turistas sin el previo permiso de salida y la de eliminar la doble moneda hace más o menos un lustro que se está prometiendo y evaluando) o medidas como la apertura a la iniciativa privada a través de los “cuentapropistas”; medidas que se convierten en temporales pues son revertidas  cuando pasa el momento álgido de la crisis. Todo cubano recuerda la apertura y el posterior cierre de los mercados libres agrícolas bajo el argumento de que los campesinos se estaban enriqueciendo y la limitación a los famosos “paladares” ( pequeños restaurantes de iniciativa privada que cobraban en moneda nacional) por la misma razón.

Por eso me pregunto, junto al economista disidente y residente en Cuba, Oscar Elías Biscet en su artículo:”Congreso comunista: continuidad de la dictadura”: “¿Hasta cuando van a seguir con la rectificación de errores y tendencias negativas?” Y me respondo,  hasta que por razones biológicas o de otra índole, el pueblo cubano logre zafarse de la dictadura interminable de Fidel y de Raúl. Entonces veremos si la isla más grande de las Antillas entra en un proceso de reformas políticas y económicas que transiten hacia la democracia y el desarrollo económico como sucedió en España. O si los hermanos Castro tienen “atado y bien atado” el destino de Cuba. Creo y espero que no.