¿Es correcto o reprochable que un magistrado del Tribunal Electoral vote por sí mismo al elegir a su presidente?

Publicado el 10 de octubre de 2011

Raúl Márquez Romero, Editor y académico, Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM
raul@unam.mx

Al votar por alguien expresamos nuestra mayor confianza o preferencia en ese alguien y por lo tanto una menor preferencia por el resto de candidatos. Es comprensible, entonces, que mucha gente opine que quien no vota por sí mismo denota falta de confianza en sí mismo, en particular si se trata de la elección del presidente de un órgano colegiado, pues en una elección popular la perspectiva es distinta. En sentido contrario, cuando alguien vota por sí mismo, muchos pueden pensar que ello es producto de la libertad de elegir y que esa persona cree que ella misma es la mejor opción, pero muchos otros pueden considerar que votar por sí mismo demuestra, entre otras cuestiones, falta de madurez política, arrogancia o falta de compromiso (con los principios y objetivos de la institución a la que pertenece). Pero, ¿es correcto o reprochable que una persona vote por sí misma?

No sabemos de una ley o reglamento que lo prohíba y si nos atenemos a la máxima jurídica que señala que “todo lo que no está prohibido está permitido”, resulta evidente que es posible que una persona vote por sí misma. No obstante, para muchos el sentido común señala que es incorrecto y reprochable desde el punto de vista ético —si consideramos que la moral implica el respeto al fuero interno y el respeto humano, y que la conducta ética es aquella que se da conforme a la moral— y que la consecuencia es la vergüenza pública.

La cuestión tiene relación con que el pasado 10 de agosto se dio a conocer que el magistrado Alejandro Luna Ramos “fue electo” como nuevo presidente del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación para el periodo 2011 a 2015. Lo anterior fue resultado del pronunciamiento que los siete magistrados integrantes de dicho órgano hicieran al respecto. Cinco votos fueron para el magistrado Luna Ramos, uno de los cuales fue de sí mismo; uno para el magistrado Flavio Galván Rivera, quien votó por sí mismo, y uno para la magistrada María del Carmen Alanís, quien también votó por sí misma; es decir, tres de los siete magistrados (el 42.8%) votaron por sí mismos. Lo interesante es que después del resultado en la designación de presidente del Tribunal Electoral hubo cuestionamientos y críticas porque tres magistrados votaron por sí mismos (también porque el total de magistrados se había puesto de acuerdo en la forma que se llevaría a cabo la votación y no respetaron dicho acuerdo).

De tal modo, la pregunta general ¿es correcto o reprochable que alguien vote por sí mismo?, puede transformarse en el cuestionamiento particular ¿es correcto o reprochable que un magistrado del Tribunal Electoral vote por sí mismo? Por deducción, es correcto y está permitido que un magistrado vote por sí mismo, pero ello nos sirve de motivo para establecer algunas interrogantes en general y para el caso concreto de los magistrados del Tribunal Electoral: a) ¿es éticamente aceptable que alguien vote por sí mismo?; b) ¿es práctico?; c) ¿ofrece algún beneficio real a la sociedad?; d) ¿es una forma de abstención o de anular el voto?

Contemplado desde un punto de vista cuantitativo, el tema de votar por sí mismo no reviste la misma importancia si se trata de la designación de un presidente entre los miembros de un grupo muy reducido de magistrados que si se piensa en elecciones populares. En estas últimas, aparte de que el sufragio es secreto, puede considerarse que dicho voto no sólo se pronuncia por una persona, sino también por un partido o por un proyecto; además, el número de votos de quienes votan por sí mismos tiene un peso relativo muy reducido. Es muy diferente el caso de la designación del presidente del Tribunal Electoral, en el cual el total es de siete votos públicos, por lo que cada voto tiene un peso significativo mayor, y además el sentido de los votos puede reflejar el buen o mal funcionamiento y el grado de cohesión al interior de ese órgano.

Es en este punto donde cobra relevancia lo que en otras condiciones sería algo bizantino, que varios magistrados hayan votado por sí mismos. Si bien es cierto que dichos votos son correctos y no reprochables desde el punto de vista formal, hubiera sido mejor o deseable que no fuera así, porque ello fue consecuencia de que los magistrados actuaron con base en intereses particulares, mostrando una fractura interna en ese órgano. Lo anterior es delicado porque si bien los asuntos tratados por ese Tribunal tienen un carácter eminentemente político, sus integrantes deberían conducirse con apego a una conciencia de cultura democrática como respuesta al reclamo de la sociedad, porque de este Tribunal depende la aplicación de reglas electorales que garantizan la democracia de nuestro país.

En una sociedad donde priva el abstencionismo, la apatía y la falta de decisión, ¿no sería mejor que los altos magistrados del Tribunal Electoral dieran ejemplo de criterio, de madurez y de toma de decisión y votaran por el mejor de sus pares? No están obligados, pero sería un mejor ejemplo que el que dan al votar por sí mismos; ¿qué sucedería si cada uno de los siete magistrados votara por sí mismo?

¿Acaso no es cierto que en elecciones generales mucha gente ejerce el voto pero lo anula al votar por Cantinflas o votar por sí mismo? Cuando son siete votos no se percibe igual que cuando son miles, pero al final es lo mismo, en la práctica votar por sí mismo en ciertas condiciones puede equivaler a abstenerse o a anular el voto, y ¿abstenerse no contraviene uno de los valores de la democracia, es decir, el derecho a ejercer el voto?, ¿no es acaso uno de los objetivos de las instituciones electorales promover el voto y desalentar el abstencionismo en todas sus formas y expresiones?

Como es impensable la prohibición de que alguien vote por sí mismo, así sea un particular o un magistrado del Tribunal Electoral (o de la Suprema Corte de Justicia de la Nación), sería deseable que en lo sucesivo esos magistrados o quienes después los sucedan —a reserva de las especulaciones por las cuales votan por sí mismos—, asuman su compromiso con la democracia y piensen en el ejemplo que transmiten al ejercer su voto en la designación de quien conduce un órgano que debe ser imparcial, de modo que para elegir a su presidente no sólo establezcan reglas transparentes, sino que también las cumplan. ¿Cómo interpretamos que un Tribunal para elegir a su presidente trasgredió la regla de votar en orden alfabético? Otra opción es que al designar a su presidente el voto de los magistrados sea secreto para que puedan expresarse sin presiones. Claro que ello requiere de una gran cultura política y democrática para no hacer en secreto lo que para muchos es criticable: votar por sí mismo o acordar lo que debiera ser un resultado esencialmente democrático.